Los saqueadores destrozan y vacían el museo arqueológico de Bagdad
La colección más importante de Oriente Próximo, con piezas de más de 70 siglos, ha desaparecido
El Museo Nacional de Irak reunía la historia de las civilizaciones que comenzaron a florecer en las fértiles llanuras de Mesopotamia hace más de 7.000 años. Pero, una vez que las tropas estadounidenses entraron con fuerzas suficientes para acabar con el régimen de Sadam Husein, en 48 horas el museo fue destrozado y saqueado y, al menos, 50.000 piezas fueron robadas. Pueden tardarse semanas o incluso meses en saber qué es lo que se ha perdido. Tras varios días de pillajes, el secretario de Estado, Colin Powell, se comprometió ayer a proteger y reparar el patrimonio cultural iraquí.
La magnitud del desastre que ha sufrido el museo pudo ser comprobada el sábado cuando el pillaje en el resto de la ciudad comenzó a calmarse y los responsables del museo se acercaron a los periodistas para relatar lo que puede ser uno de los mayores desastres culturales en la historia de Oriente Próximo. El museo fue cerrado en los años noventa y lo que ocurrió en sus salas fue mantenido en secreto por el régimen de Sadam Husein.
El relato de los responsables del museo arrojó un poco de luz, aunque no está claro si las piezas de oro, plata y cobre, de valor incalculable, sus antiguas piedras y cerámicas fueron escondidas y guardadas a salvo en algún lugar o llevadas a los palacios de Sadam. Lo que está claro es que sus 28 salas, así como los sótanos, han sido arrasadas. Los responsables de la institución mostraron su desesperación y su rabia hacia las tropas estadounidenses, mientras intentan trazar un inventario de lo que se han llevado los saqueadores durante el jueves y el viernes. Las soldados de EE UU sólo aparecieron durante media hora el jueves. No queda nada, según los responsables de la institución, en un museo que ha sido considerado por los arqueólogos y otros especialistas como el más importante de Oriente Próximo.
Como ejemplos de lo que ha desaparecido, citan un arpa de oro del periodo sumerio (3360 antes de Cristo). Otra pieza que aparece en la lista es una escultura con la cabeza de una mujer de Uruk, una de las grandes ciudades sumerias. Pero una lista difícilmente puede captar la fotografía del desastre: hay trozos de cerámicas rotas por todo el museo, papeles quemados, olor a gasolina. Un catálogo chamuscado de la exposición La ruta de la seda, que tuvo lugar en Nara (Japón) en 1988, relata alguna de las piezas que provenían de Bagdad: tablillas cuneiformes, urnas, bustos, fragmentos de alfombras. "Todo se ha ido, todo, en dos días", relataba Raid Abdul Ridhar Mohamed. Este arqueólogo fue a buscar a las tropas estadounidenses el jueves y relató el pillaje, en el que participaron niños, mujeres, hombres y grupos armados, que se llevaban las piezas en carretillas o a cuestas. Encontró un tanque Abrams a 300 metros con cinco marines, que irrumpieron en el museo y dispararon al aire, consiguiendo dispersar a los saqueadores. Cuando se fueron, media hora después, habían regresado.
"Les pedí que metiesen el tanque en el jardín del museo, pero no quisieron. Cuando volvieron los saqueadores, amenazaron con matarme". Como muchos otros ciudadanos, habla con amargura de la pasividad de los marines ante los saqueos. "La identidad de un país, su valor y su civilización residen en su historia", asegura. "Si la civilización de un país es saqueada, como acaba de ocurrirnos, es el final de la historia. Dígaselo al presidente Bush. Prometió liberar al pueblo iraquí, pero esto no es liberación, es humillación".
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