Oteiza descansa ya junto a su esposa en Alzuza
El museo-fundación del escultor se inaugurará con una selección de su legado artístico a finales de este mes
Jorge Oteiza descansa ya junto a su esposa, Itziar Carreño, bajo una doble cruz de bronce realizada por él mismo y que enlaza ambas tumbas, cavadas en el mi-núsculo cementerio de la localidad navarra de Alzuza y a las que dan sombra dos grandes pinos. Ambos residieron durante largo tiempo en este pequeño pueblo cercano a Pamplona que conocieron a través de José Luis Carreño, hermano de Itziar y cuyos restos reposan igualmente en el cementerio local.
Alzuza fue la localidad elegida por el artista para ubicar el edificio de la fundación-museo que albergará su amplio legado artístico. Oteiza vinculó la donación al requisito de que la obra fuera realizada por el arquitecto, ya fallecido, Francisco Javier Sáenz de Oiza, amigo personal del artista de Orio y autor, entre otros edificios, del santuario de Arantzazu y las Torres Blancas de Madrid.
Apenas un centenar de familiares, allegados y representantes del mundo de la cultura y la política asistieron a las honras fúnebres, que se celebraron en la intimidad, según el deseo de la familia. Cuando a mediodía, bajo un cielo gris que amenazaba lluvia, se escuchó el sonido seco de las primeras paletadas de tierra cayendo sobre el féretro del escultor, introducido directamente en la tierra como él ordenó, se hizo un silencio absoluto en el cementerio. "Ponedme en la mano tierra, tierra alrededor", dejó escrito.
Tras morir su esposa, Oteiza diseñó una doble cruz de bronce y grabó el nombre de ella y el suyo. Había tres fechas inscritas. Las del nacimiento y muerte de Itziar Carreño (1904-1991) y la de su nacimiento (1908). A la espera de su propia muerte, Oteiza colocó en la tumba una réplica en madera que ayer fue reemplazada. La cruz de bronce se colocó sobre la tierra y en ella se inscribirá ahora la fecha que faltaba.
La comitiva fúnebre con los restos mortales del artista llegó a Egüés (Navarra) procedente de Zarautz (Guipúzcoa) cuando la minúscula parroquia protogótica de San Martín estaba ya abarrotada. Antonio Oteiza, hermano capuchino de Jorge, concelebró el funeral junto a Primitivo Tineo, el párroco local.
Tierra y arena
Asistieron a las exequias el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca; el presidente de Navarra, Miguel Sanz; el consejero de Educación y Cultura del Gobierno navarro, Jesús Laguna, y sus homólogas vascas, Ánjeles Iztueta y Miren Azkarate; los presidentes de los parlamentos vasco y navarro, Juan María Atutxa y José Luis Castejón, respectivamente; el director general de Cultura del Ejecutivo foral, Juan Ramón Corpas; el ex lehendakari Carlos Garaikoetxea; los rectores de las universidades públicas de del País Vasco y Navarra, Manuel Montero y Antonio Pérez Prados; el director del Museo del Prado, Miguel Zugaza; Juan Huarte, presidente de la fundación-museo que gestiona el legado del artista; familiares de Sáenz de Oiza encabezados por Marisa Sáenz Guerra, miembro del patronato de la fundación; así como el albacea artístico de Oteiza, Carlos Catalán, y otros patronos; la presidenta de EA, Begoña Errazti, y numerosos familiares, artistas y amigos del escultor como Ana Mari Marín, Txomin Badiola, Pedro Manterola, Ricardo Ugarte o Juan Ramón Anda, entre otros."Es una enorme pena que ni mi padre ni Jorge puedan ya ver el fruto pleno de su trabajo conjunto", señaló Marisa Sáenz Guerra refiriéndose al museo que se inaugurará a finales de mes con una selección de su legado artístico. Tras bajar a la tierra el féretro que contenía los restos del escultor, un dantzari bailó un aurresku en su honor. A continuación, Mirari Arruabarrena, alcaldesa de Orio (Guipúzcoa), vertió en la tumba arena recogida en las playas de la localidad natal del artista, se oyó un irrintzi (grito vasco) y los bertsolaris Maialen Lujambio e Imanol Lazkano improvisaron varias estrofas de homenaje en euskera.
Oteiza descansa viendo desde lo alto de Alzuza el perfil -"que parecen las olas del mar", en palabras de un familiar del escul-tor- del edificio que Sáenz de Oiza diseñó para el museo-fundación en el que se exhibirán los miles de esculturas, dibujos, poemas, tizas, ensayos y documentos personales que el creador vasco donó a Navarra.
Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, alabó la genialidad artística de Oteiza y su capacidad "para enriquecer nuestra reflexión sobre la cultura y el arte". "Más que una labor de reconocimiento, creo que habría que emprender una labor de conocimiento de la obra de Oteiza aquí y fuera de aquí", manifestó Zugaza, depositando esta responsabilidad en la fundación-museo.
En ese sentido Carlos Catalán, representante artístico del escultor, reiteró ayer que la itinerancia de las obras de Oteiza en Estados Unidos se mantiene a pesar de los requerimientos notariales contrarios a la misma realizados a la galería Marlborought por los representantes del Gobierno de Navarra en la fundación-museo. "La exposición en Nueva York se ha demorado hasta mayo por el deseo de la galería de que no coincidiera con la guerra de Irak, pero se hará, al igual que se inaugurará con obra de Jorge la nueva sede del Museo de Arte Contemporáneo de Nevada y se atenderán, con orden, las peticiones que ya han llegado del Centro Pompidou y el Palais Royal de París, entre otras", añadió el albacea artístico del escultor.
Al entrar en la iglesia de Egüés, sus amigos repartieron un recordatorio fúnebre en el que se recogen fragmentos de sus obras Existe Dios al noroeste (Pamiela, 1990) y Goya mañana (Fundación-Museo Jorge Oteiza, 1997). En uno de ellos, Oteiza cita a Walt Whitman en un verso que concluye: "Lo mejor del tiempo y del espacio es -ya- mío / del tiempo y del espacio que nunca se han medido / del tiempo y del espacio que nadie medirá".
"Entro en la palabra. Me quedo"
Uno de los poemas que Jorge Oteiza escribió tras la muerte de su esposa, Itziar Carreño, en diciembre de 1991, sirvió ayer para despedirle en Alzuza, donde ambos reposan ahora juntos:
"He visto morir a Itziar, no he podido hacer nada.
Me acerco, lloro junto al árbol, miramos los dos al cielo.
Seguramente no estás ya en ninguna parte, solamente aquí, en mí, conmigo.
La ha besado la muerte.
Baja en su rostro lentamente, de Dios, una lágrima de sufriente, infinita dulzura.
Me acerco a Dios. En lo alto de una colina lo veo desaparecer.
Le seguían a distancia unos campesinos con alas.
Entro y salgo en la palabra.
Entro en el muro y salgo.
Entro en mi cuerpo y salgo.
No es tan incompleto mi cuerpo, mi país.
Entro en mi país y salgo.
Entro en la palabra. Me quedo.
Os digo que no estoy.
Estamos en el fin. A ninguna parte hemos llegado.
Ponedme en la mano tierra, tierra alrededor.
Ya no queda tierra para uno, pronto.
La tierra es para todos. A mí, acostadme de un lado.
Que sea del derecho. Es como duermo.
Y no me toquéis. No quiero nada encima, sólo hierba.
Que pueda sentir una vaca que pasea.
Que la meada de la vaca o de un pollino me llegue hasta el costado izquierdo. Tierra a la vista.
Llego un poco tarde, perdonadme.
Ya estamos todos. Podéis mezclar nuestros huesos".
Babelia
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