Glaxo propone una tercera vía para crear fármacos para los países pobres
La propuesta plantea que los sectores público y privado desarrollen juntos medicamentos
Ante plagas como el sida, la malaria o la tuberculosis en los países pobres, las multinacionales farmacéuticas deben combinar eficacia y rentabilidad: si instituciones públicas o fundaciones privadas afrontasen la financiación de los ensayos clínicos de medicamentos investigados por las empresas, éstas los podrían poner luego en el mercado a precio de coste. La estrategia fue propuesta ayer por Jean-Pierre Garnier, consejero delegado de Glaxo Smith-Cline, que aseguró haberla debatido con otros laboratorios y con fundaciones como la de Bill Gates.
Garnier hablaba en Biovision, un foro bianual de las ciencias de la vida, que reúne a representantes de la ciencia, la industria y la sociedad y pretende convertirse en el Davos de la biotecnología.
La generación de nuevos fármacos está en manos de la industria, mientras que la iniciativa pública ha fracasado prácticamente todos los casos, recordó Garnier y mencionó los intentos rusos. Dada esta situación y las grandes necesidades no cubiertas de los países pobres, su propuesta es estructurar un tercer modelo, partiendo de la eficacia innovadora de las grandes empresas y acelerando el largo y caro desarrollo de soluciones recurriendo a fondos privados y públicos externos a la empresa para los ensayos clínicos, en colaboración con gobiernos de países desarrollados y de fundaciones. Luego se comercializaría a precio de coste.
Aunque en los dos últimos años la industria ha iniciado acciones que se pueden calificar de filantrópicas, en algunos casos en respuesta a presiones, normalmente se trata de donaciones, algo que Garnier cree insuficiente. "La situación sanitaria de los países pobres frena su desarrollo económico", recordó, "y las donaciones o el suministro de nuestros productos a precios reducidos es un comienzo pero no la solución".
Este modelo permitiría probar prototipos de medicamentos que ahora no pasan de esa fase por falta de interés económico. Glaxo tiene ya en su haber un ejemplo positivo, un fármaco antisida que está a punto de llegar a África tras financiar su desarrollo un organismo público británico, y está en marcha otro medicamento para la malaria. Todo ello se tiene que complementar con la creación de infraestructura sanitaria básica en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y para ello hace falta mucho dinero, como recordó ayer en el mismo foro Mary Robinson, ex comisaria de Derechos Humanos de la ONU, que representaba al Fondo para las Vacunas, que preside Nelson Mandela. El fondo, que cuenta con nueve países y numerosas fundaciones donantes, necesita aún 150 millones de euros anuales más para los programas de vacunación previstos en 64 países.
Garnier no oculta que el sector se siente en cierto modo amenazado, especialmente en cuanto a la protección de patentes, pero cree que es mejor flexibilizar las posturas "para dejar espacio a las emergencias, aunque sea difícil fijar la frontera". Es incierto que las medicinas no se compren porque son demasiado caras debido a los derechos de propiedad intelectual, recordó, cuando se habla de países que no disponen de dinero siquiera para genéricos. También reconoce los riesgos de hacer excepciones, como en el caso del medicamento contra la transmisión del sida en el embarazo cuyos derechos para África ha cedido Glaxo. "La corrupción hace que se esté reimportando el producto en Europa, y estamos hablando con la Comisión Europea para que establezca normas que lo eviten".
Confianza
"Las grandes empresas son eficaces", concluyó Garnier. "Podrían hacer cosas para mejorar el mundo en muchas otras áreas; si no recuperamos la confianza pública las instituciones no sobrevivirán". Según sus datos las 100 mayores empresas sólo dedican un 1% de media a la filantropía, y además de forma dispersa.
En enero, la multinacional estadounidense Pharmacia anunció que concedería licencia a los fabricantes de genéricos para producir un fármaco antisida, la delavirdina (comercializada por Pharmacia como Rescriptor). Los fabricantes serían seleccionados por la ONG holandesa IDA (Asociación Dispensario Internacional), con 25 años de experiencia en los países en vías de desarrollo. La delavirdina sólo se ha autorizado en los países occidentales en los años 90. El coste de los tratamientos antisida ronda los 6.000 o 9.000 euros por persona y año. La delavirdina costaría 3.600 euros.
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