_
_
_
_
Tribuna:DESAPARECE EL CREADOR DEL DESASOSIEGO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El lenguaje del vacío

Mi primer encuentro con la obra de Oteiza tuvo lugar a finales de los sesenta, a través de la revista Nueva Forma. Tres años más tarde tuve la oportunidad de asomarme al hueco estremecedor de una de sus cajas metafísicas... No he olvidado aquella primera emoción sobrecogedora, producida por la presencia activa del vacío de aquella discreta y aparentemente fría estructura. Siempre me creí negado para la emoción de la escultura.

Oteiza me mostró entonces una nueva expresividad de la forma, un nuevo y espiritual lenguaje del espacio: de aquel espacio que se configura en la ausencia de la forma. Una emoción semejante experimenté, dos años más tarde (en 1966), en mi primer encuentro con Abesti Gógora IV, de Chillida, en el Museo Abstracto de Cuenca: aquella potente y cálida madera ávida de espacios. Experiencias fuertes de juventud que marcan para toda una vida.

Más información
Muere Oteiza, el gran poeta de la escultura

En 1975 conocí personalmente a Oteiza, de la mano del entrañable maestro José María Moreno Galván.

Desde 1973, año en el que inauguré mi primera galería, me persiguió la obsesión de mostrar la obra de Oteiza.

Homenaje

El pasado año -cuarenta años más tarde del primer encuentro con su obra- decidí culminar mi sueño y, sobreponiéndome a mi exterminador y natural pudor, le visité en su modesta residencia de Zarautz.

Aprobó mi proyecto: un sencillo homenaje en mi espacio de Arco, que culminaría en una exposición más amplia en mi galería de Conde de Xiquena. Se comprenderá si digo que fue para mí un día memorable.

Luego nos acercamos a Orio (su pueblo natal), donde se preparaba un espacio urbano para colocar una de sus obras. Me sorprendió su agilidad y lucidez al corregir, de un vistazo, la ubicación prevista de su obra.

Luego, la comida, su conversación, su fina ironía, su coqueteo con la muerte, su buen apetito y, finalmente, un buen puro y la inevitable copa de coñac.

Las exposiciones se realizaron de acuerdo con el plan previsto. Las obras que se expusieron entre ambas muestras -18 piezas de los años 1956 a 1959- me las cedieron para la ocasión algunos coleccionistas amigos.

Tras la experiencia he comprendido que lo que realmente anhelaba era convivir, al menos por un tiempo, con aquella magnífica obra y revivir nuevamente aquella primera emoción.

Antonio Machón Durango es galerista.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_