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España, en la cola de los genéricos

Los medicamentos sin marca sólo representan el 5,5% del gasto farmacéutico público

Miquel Noguer

El año 1999 supuso el pistoletazo de salida para abaratar los precios de los medicamentos en España. También lo fue para Brasil, por lo que ambos países aprobaron sendos decretos para fomentar la dispensación de fármacos genéricos en lugar de medicamentos con marca. Tres años después, la cuota de mercado de los medicamentos sin marca en España es del 5,5%, mientras que en Brasil ya supera el 12%.

Pero no sólo Brasil ha superado a España en este ámbito: la mayor parte de los países europeos están consumiendo una proporción de genéricos seis o siete veces superior a la española, hasta el punto de que en Holanda, uno de cada dos euros del presupuesto farmacéutico público se gasta en medicamentos genéricos, nueve veces más que en España.

Los fármacos genéricos son, de promedio, un 26% más baratos que los de marca
En Holanda, cuando dispensa un genérico, el farmacéutico se queda con un tercio del ahorro

¿Por qué no despega en España el consumo de fármacos sin marca? Médicos, farmacéuticos, fabricantes de genéricos y, sobre todo, el Ministerio de Sanidad consideran que "falta cultura de utilización de genéricos", o en otras palabras: cuando se habla de fármacos, el ahorro todavía no es una prioridad y también son muchos los que todavía no se fían de medicamentos sin marca para sustituir a los que gozan de intensas campañas de promoción entre los facultativos.

Los genéricos son un 26% más baratos de promedio que los medicamentos con marca. Promover su uso es el camino a seguir si se quiere aligerar el gasto público en medicamentos, que sólo durante 2002 aumentó el 9,9%. Y es que el gasto del sistema nacional de salud en fármacos alcanzó el año pasado los 190 euros por persona.

El presidente del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, Joan Duran, cree que España todavía no ha dado lo que él llama "el segundo paso" para abordar el problema. En opinión de Duran, si se quiere aumentar la cuota de mercado de los genéricos, el Estado debería adoptar medidas más estrictas en la prescripción de fármacos. Por ejemplo: "El Estado podría moderar su gasto poniendo un precio límite por grupo terapéutico, en lugar de hacerlo, como ahora, por principio activo". Según Duran, con ello se reduciría el gasto, ya que médicos y pacientes optarían por el fármaco más barato dentro del grupo terapéutico indicado. Esto es precisamente lo que ya han hecho muchos de los países europeos que más han conseguido reducir su factura farmacéutica.

Pero el presidente del Colegio de Farmacéuticos no es optimista con respecto a la moderación del gasto. "Lo que los actuales genéricos podían aportar a la bajada del gasto ya lo han hecho", asegura. "Si el gasto farmacéutico sigue subiendo el 9% o el 10% cada año es, básicamente, por el envejecimiento de la población y porque cada vez hay más personas protegidas por el sistema nacional de salud".

No piensa lo mismo Francisco Zamarriego, director general de la Asociación Española de Fabricantes de Sustancias y Especialidades farmacéuticas genéricas (AESEG). Este empresario considera que con el aumento de grupos terapéuticos genéricos en el mercado también aumentará su peso sobre la factura farmacéutica. "En la asociación estimamos que el 40% de las prescripciones podrían ser de productos genéricos. Éste es nuestro mercado potencial y esperamos alcanzar esta cuota en pocos años", explica Zamarriego. En cifras significaría que 374 de los 945 millones de envases prescritos anualmente serían de medicamentos genéricos. Actualmente esta cifra apenas alcanza los 48 millones.

Para conseguirlo, Zamarriego apuesta por concienciar a los farmacéuticos, pero sobre todo a los médicos, que al fin y al cabo son quienes prescriben. "El médico es la persona que hace la receta y si en ella recomienda un medicamento de una marca determinada el farmacéutico debe dispensarlo siempre y cuando no supere el precio de referencia", explica. "El Estado debería concienciar más a los médicos para que receten genéricos siempre que esto sea posible". Y lo es en muchos casos. Según datos de los propios fabricantes, el 40% de los principios activos ya tienen al menos un genérico que es totalmente bioequivalente.

Los países que han hecho una apuesta decidida por los genéricos ya han comprobado que con la salida al mercado de un medicamento genérico, sus homólogos con marca han rebajado el precio el 30% antes de un año. Más a largo plazo, el precio del fármaco con marca puede caer hasta el 70%.

Cada país ha aplicado sus propios métodos para reducir el gasto en medicamentos. En el caso de Holanda, donde el 44% del gasto farmacéutico es para medicamentos genéricos, se ha optado por dar un papel muy activo a los farmacéuticos. Cuando éstos sustituyen un fármaco de marca por un genérnico son recompensados con el 33% del importe del ahorro. No ocurre lo mismo en España, donde el farmacéutico sólo puede cambiar el medicamento por un genérico cuando el primero sobrepasa el precio de referencia establecido para ese principio activo. Para evitar los cambios, los fabricantes han comenzado a blindarse y algunos están bajando los precios para acercarse al precio de referencia.

"En el Reino Unido nadie conoce las marcas"

Aquí los pacientes no te piden Gelocatil, sino paracetamol a secas". Así ejemplifica Mita Blanch, una farmacéutica catalana afincada en Edimburgo, lo arraigada que está la cultura de los fármacos genéricos en el Reino Unido.

"Cuando la gente viene a comprar medicamentos nunca solicita una marca concreta porque, simplemente, aquí nadie las conoce. Hace tanto tiempo que los médicos las eliminaron de sus recetas que ya nadie se extraña cuando le cambias una presentación por otra; se fían de ti y punto". Dinero manda. Gracias a esta política, pero también a causa de los tijeretazos constantes que ha sufrido el Servicio Nacional de Salud británico, allí los genéricos representan la mitad del gasto farmacéutico público.

Y no hay fisuras. "En Gran Bretaña no se puede comprar casi ningún fármaco sin receta y nadie se plantea adquirir un medicamento de marca si hay un genérico disponible". Esto, sumado a que todos los fármacos se venden sistemáticamente por dosis, está poniendo freno al descontrol del gasto farmacéutico. Como empleada en una farmacia de Edimburgo, Blanch está haciendo lo que nunca pensó ver en Barcelona: "Mezclamos pastillas de diferentes marcas, dispensamos las unidades justas y, como un mismo empresario puede tener más de una farmacia, casi nunca ves al propietario tras el mostrador: todo queda en manos del profesional".

Regalos, cursos y patrocinios

Nunca la gran industria de los fármacos había tenido tantas atenciones con los farmacéuticos". El presidente del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, Joan Duran, resume con estas palabras el cambio de estrategia que en su opinión ha desarrollado la industria farmacológica desde que los medicamentos genéricos llegaron al mercado.

Si hasta la entrada en vigor del decreto sobre genéricos de 1999 las campañas publicitarias de las grandes farmacéuticas se dirigían a los médicos, a quienes ofrecían todo tipo de incentivos, ahora las cosas están cambiando. El farmacéutico tiene un mayor margen de maniobra en la dispensación de fármacos y, por lo tanto, las marcas lo quieren tener contento, ya sea a base de incentivos o utilizando estrategias más discutibles.

Gracias al patrocinio de las grandes farmacéuticas, por ejemplo, los cursos de formación organizados por los diferentes colegios profesionales se han multiplicado en los últimos años y han reducido los precios de las matrículas. Nunca tantos farmacéuticos habían asistido a cursillos de formación continua como en la actualidad.

También es cada vez más frecuente que las marcas ofrezcan incentivos en especie a los farmacéuticos: por cada dos cajas vendidas de determinado medicamento, el fabricante les regala otra, un discutible incentivo económico que en absoluto redunda en un ahorro de la factura pública.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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