_
_
_
_
_

Nueva York estrena la prohibición de fumar en los bares

Habrá un antes y un después del domingo 30 de marzo de 2003 en Nueva York. Ayer entró en vigor una ley que prohíbe fumar en bares, restaurantes y discotecas, una medida que extrañamente no ha despertado tanta controversia en la llamada ciudad que nunca duerme. La medida, aprobada por un ex fumador, el alcalde Michael Bloomberg, ha provocado sin embargo cierta inquietud entre los neoyorquinos, que temen cada vez más parecerse al resto de Estados Unidos. "Esto es el final de una era", comentaba Bruce Snyder, el propietario del mítico Club 21, "fumarse un puro o un cigarillo con una copa de oporto después de la cena es tan civilizado. No puedo imaginarme Nueva York sin eso".

Y las cosas van a empeorar. El Estado de Nueva York acaba de aprobar una ley aún más estricta. A partir de julio, tampoco se podrá fumar en las escasas excepciones que había permitido la alcaldía: los bares donde sólo trabajan los dueños y las habitaciones especiales que los locales podían acondicionar para sus adictos más recalcitrantes. Ya sólo se podrá encender un cigarillo legalmente en algunos bares especializados en puros.

Los fumadores tendrán un mes para acostumbrarse a su nuevo estatus. La medida, que se aprobó a finales del año pasado, pretende proteger a los empleados de los locales nocturnos de los efectos del tabaco. Unas 400 ciudades de EE UU ya han adoptado estas restricciones, pero nadie pensó que podrían aplicarse a la capital de la vida nocturna.

"Nos estamos convirtiendo en un suburbio. La historia de las ideas siempre se ha articulado en torno a conversaciones de café. No puedes sentarte en un bar y no fumar", protestaba en las páginas de The New York Times la escritora Fran Lebowitz.

Más barato fumar porros

The New York Post calculó hace unos días que ahora es más barato y más seguro fumar porros que fumar tabaco. Si un cliente viola la ley, el propietario debe pagar la multa: de 200 a 400 dólares la primera vez, 500 la segunda y de 1.000 a 2.000 la tercera, con el riesgo de que le cierren el local si las infracciones se repiten. Por un porro, completamente ilegal en el Estado de Nueva York, el consumidor deberá abonar, en el caso de que le pille la policía, 100 dólares la primera vez y 200 la segunda.

Los propietarios están inquietos, temen perder clientes en uno de los peores momentos de recesión en la ciudad, todavía marcada por los atentados del 11-S. "Si tengo un buen cliente que se acaba de gastar 1.000 dólares en bebidas, cosa que pasa con frecuencia, y me dice que quiere fumar, ¿qué hago? ¿Llamo a la policía? ¿Los echo y perjudico mi negocio? Esto es completamente absurdo" se quejaba David Rabin, presidente de la Asociación de la Vida Nocturna de Nueva York. En California, donde se adoptaron restricciones hace años, se asegura que las pérdidas en los negocios han sido pequeñas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_