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Reportaje:

Un entierro del Neolítico

Aranzadi y la UPV hallan en Jaizkibel el que puede ser el primer testimonio de una inhumación en Guipúzcoa

Maribel Marín Yarza

Lo enterraron atado y en postura fetal, con los brazos recogidos entre el cuerpo y las piernas en un paraje del monte Jazikibel, en lo que hoy es el término municipal de Hondarribia. De eso hace ya entre 5.000 y 6.000 años, pero nadie ha sabido de él hasta 2003. Hasta que el equipo de excavación que dirige María José Iriarte, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, halló por sorpresa, entre conchas y fragmentos de cerámica, algunos de sus restos óseos. Puede ser uno de los más antiguos testimonios de inhumación humana -si no el que más- de Guipúzcoa, dijo ayer Iriarte.

El descubrimiento fue un doble golpe de suerte. Primero, porque la cata se realizó en el lugar preciso. Pero también porque algunos de los restos óseos de este varón del Neolítico, de entre 30 y 40 años, han sobrevivido al paso del tiempo en un entorno nada favorable. Lo normal, según Iriarte, es que la acidez del sedimento, la roca arenisca de Jaizkibel, hubiese desintegrado los huesos. Pero el conchero que rodeaba el cuerpo del individuo "ha permitido recuperar huesos de brazos y piernas, un molar, una falange y fragmentos del cráneo", explicó. Los expertos de Aranzadi y la Universidad del País Vasco (UPV) hallaron los restos de este hombre adulto entre conchas de moluscos marinos, básicamente lapas, y otros restos alimenticios, entre ellos vértebras de pez. También había vestigios de útiles de cerámica e industria lítica. "En todo caso", advirtió Iriarte, "aún no se pueden atribuir a ningún ajuar funerario".

A los investigadores les queda aún mucho trabajo por delante. Deben datar con mayor exactitud la fecha del enterramiento con el sistema del carbono 14, establecer la edad y la altura del individuo, estudiar el paisaje vegetal de la zona y extraer información de los restos en su contexto. Todo para obtener más información sobre este varón del Neolítico, su forma de vida, su alimentación o el clima en el que respiraba.

No obstante, el hallazgo de sus restos óseos tiene un importante valor patrimonial para la arqueología de Guipúzcoa. Porque en el caso de los yacimientos de Lezetxiki (Mondragón) o Erralla (Zestoa) aún no se ha podido probar que exista inhumación y el resto de ejemplos, con la "posible excepción de Marizulo (Urnieta) son probablemente posteriores", según Iriarte. Además, apunta Álvaro Arrizabalaga, arqueólogo y profesor de la UPV, "permite ver continuidad en las prácticas de inhumación individual en concheros en el País Vasco, en relación a los territorios que tenemos por el oeste y por el norte".

El hallazgo se debe en gran parte a Juan San Martín, investigador y ex Ararteko, que se ha dedicado a recorrer Jaizkibel desde los años 80 en busca de restos del pasado. "Nos ha traído cantidad de piezas de la Edad Media, el Paleolítico Medio o Superior, que sugerían la riqueza que guarda Jaizkibel. Pero hasta ahora no hemos podido realizar una investigación exhaustiva", reconoció ayer el presidente de la sección de Arqueología de Aranzadi, Jesús Altuna. Ahora hay una treintena de zonas por explorar. "Tenemos gran esperanza en que no sea ésta la última sorpresa que nos depara Jaizkibel", dijo Arrizabalaga.

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