La frontera digital
Al final de la ceremonia de concesión del premio se me acercó un corresponsal de un diario de América Latina, un chico más bien joven, y me preguntó si todo el alboroto del que se estaba hablando en torno a Diablo guardián era cierto. "¿Es tan border -mestiza-, tan punk-pop-rock?", me preguntó. Ahí me di cuenta de que, a pesar que ya todos estaban hablando del estruendoso debut del mexicano Xavier Velasco, yo era una de las pocas personas en la sala que, en efecto, había tenido el placer de leer esta primera novela (sí, placer, porque el libro es extremadamente placentero, vomita energía y labia y no deja nunca de divertir y hacer reír). "Es muy fronteriza", le dije. "Pero, ojo, no está ambientada en la frontera. No es tex-mex, no es Traffic en clave picaresca, aunque sí hay un trozo muy gracioso y a la vez patético que ocurre en el giga-ultra-mega shopping mall de Houston". Entonces me pregunta si Xavier Velasco ha creado una estética nueva. "¿Cómo?". "¿Crees que es vanguardia?". Miré al tipo y vi su ropa, y sus zapatillas y su discman, y no me quedó otra cosa que decirle "no". "No, tan nuevo no es. Es, digamos, lo que tú conoces. Es aquello con lo que te has criado".
Con todo lo que me entusiasma Diablo guardián no creo que, estéticamente, esté rompiendo con lo establecido; al revés, lo fascinante de lo que ocurrió ayer en la ceremonia fue que lo establecido premió el presente. Cualquiera que vive en América o en España (o en cualquier parte de esta aldea global) sabe que la frontera ya no es de cristal, como alguna vez lo señaló Carlos Fuentes, sino es digital. Todos, de alguna manera, somos mexicanos, todos debemos ver cómo procesamos y hacemos nuestro el monstruo americano antes de que nos coma a nosotros. Una buena manera es morderlo antes de que sea muy tarde, y eso ha hecho Velasco.
Quien ha visto televisión, escuchado discos o ido al cine durante los últimos diez años (partiendo por Amores perros, desde luego) sentirá que esta dinámica novela de este linkeado reportero-cronista-DJ del DF (una suerte de Desayuno en Tiffany's en clave chatarra mediática) está conectado a la misma electricidad que nos alumbra a todos. No es, por lo tanto, la primera novela que comulga con esta estética-ética contemporánea (me niego a decir McOndo, pero lo cierto es que algo tiene de McOndo), aunque quizás lo correcto sería optar por el mote de realismo histérico. Lo nuevo, entonces, no es tanto de dónde salió la novela, sino adónde va.
Lo verdaderamente nuevo, celebratorio y genial es que Diablo guardián ganó un premio como el Alfaguara. Con este galardón, no sólo ganó Xavier Velasco, sino un montón de escritores nuevos que jamás pensaron que algo como lo que ellos están escribiendo podía ser tomado en cuenta.
El jurado apostó más al futuro (mal que mal, ¿premiamos una novela escrita buena parte en spanglish?) que al pasado. Se optó por una novela fronteriza que terminó derribando la frontera entre lo establecido y los que desean establecerse.
Alberto Fuguet es escritor chileno y miembro del jurado del Alfaguara.
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