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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Acoso diplomático

El intenso acoso al que la Administración de Bush está sometiendo al jefe de los inspectores internacionales para que mañana presente ante el Consejo de Seguridad un alegato condenatorio de Irak resulta inaceptable. Pero mayor gravedad reviste aún la información de que la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, le transmitiera a Hans Blix el mensaje de que, pase lo que pase mañana, EE UU ya se ha decantado definitivamente por el ataque a Irak. Mientras Francia y Alemania, con el apoyo de Rusia y China, hacían circular sus propuestas para reforzar el papel y los medios de la inspección con el objetivo de conseguir el desarme de Irak sin tener que recurrir a la guerra, el Gobierno de Bush convierte de antemano en papel mojado estos esfuerzos, pese a que la labor de los inspectores en Irak se apunta tantos.

La difusión de una cinta en la que Bin Laden apela a los musulmanes para que defiendan a Irak ha venido a socorrer inesperadamente a la Administración de Bush, que, por cierto, supo de esa cinta antes de que la emitiera la cadena Al Jazira. Pero, en contra de lo que afirmó Powell, ese llamamiento sólo demuestra que Al Qaeda intentará aprovechar la situación, y que EE UU sigue sin conocer su paradero.

El argumento del desarme de Irak como instrumento para lograr un apoyo internacional a su acción bélica está rebotando contra EE UU, pues hay alternativas a la guerra, y la labor de los inspectores no debe darse por concluida. El objetivo cada vez más claro de EE UU es la ocupación de Irak y un cambio de régimen que no contemplan las resoluciones de Naciones Unidas, por mucho que el de Sadam Husein merezca no sólo desaparecer, sino rendir cuentas de sus crímenes.

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Aunque lo intente una última vez para levantar acta de que Irak ha violado la resolución 1.441, EE UU no parece dispuesto a gastar excesivas energías en lograr nuevas resoluciones del Consejo de Seguridad, sino a forzarlo o a ignorarlo. El forcejeo también se ha extendido a la OTAN, donde Washington entiende el consenso como puro acatamiento a su voluntad. La Administración de Bush está, de este modo, socavando las instituciones que EE UU contribuyó a crear después de la II Guerra Mundial, para sustituir el carácter multilateral del vigente orden internacional por una voluntad unilateral. Las instituciones esenciales para la gobernabilidad global se están tambalendo de la mano de una política irresponsable por parte de esta Administración, que, en el colmo, ha hecho saber que podría utilizar el arma nuclear si Irak usa armas químicas o biológicas, lo que podría contribuir a rebajar el baremo de uso de un arma no utilizada desde 1945 y, a la postre, a la proliferación que se pretende combatir.

Sigue sin resultar comprensible que Aznar y su Gobierno no apuesten por el multilateralismo, que como mínimo hace obligatoria y no simplemente deseable una autorización formal y clara por parte del Consejo de Seguridad antes de usar la fuerza militar contra Irak. Aznar y el canciller alemán, Gerhard Schröder, representaron ayer en Lanzarote los dos extremos de la profunda división de la UE, pese a que ambos coincidieran en que europeos y estadounidenses se necesitan mutuamente, y que el alemán pidiera una política europea no contra, sino "dentro de la OTAN".

El Gobierno de Aznar ha cambiado los fundamentos de lo que fue la política exterior de España durante la democracia. La colaboración de EE UU a la lucha contra ETA no puede poner en peligro unas relaciones con Francia más necesarias aún a este respecto. Y la apuesta idílica por una guerra corta, con el posible premio de una nueva Conferencia sobre Oriente Próximo en Madrid o la eventual entrada de España en el G-8, no justifica esta total entrega a la superpotencia.

La política del Gobierno contribuye a mermar ya de por sí el escaso margen de autonomía que tienen en estos momentos los europeos. A preservarlo ante una guerra injustificada es a lo que se dirigen los esfuerzos de Francia y Alemania, que, según Schröder, mantendrán una posición común en Nueva York. La Administración de Bush ha hecho de la descalificación de Alemania uno de sus deportes favoritos a sabiendas de que su oposición a la guerra no impedirá que Estados Unidos pueda utilizar sus bases en territorio alemán.

Alemania no propugna el aislacionismo. Como recordó ayer Schröder, en los cuatro años y medio de su mandato, se han multiplicado por diez los gastos de Alemania en misiones internacionales y tiene 1.000 soldados en Kabul formando parte de una fuerza internacional que actualmente dirige un general alemán. Cuando Alemania ha sugerido que le sustituya en el verano un general español, Madrid ha rehusado por el coste económico que supone.

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