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Reportaje:

El 'château pétrus' se evapora

Denunciado en los tribunales el expolio de la legendaria bodega bordelesa

Lily Lacoste se creía millonaria, y lo fue durante muchos años, pero hoy, una vez cumplidos los 95, ya no lo es. "A fin de cuentas, el dinero no significa gran cosa. Siempre he preferido el teatro, los libros y la música", les contaba Lily a los periodistas del diario Libération sentada ante su piano y las partituras de Liszt y Chopin. Parece que el mundillo que la rodeaba, sus asesores, ha sabido aprovechar el desapego que la vieja dama sentía por las cosas materiales.

1923 fue el año en que su tía Marie-Louise Loubat compró las 11 hectáreas de la finca de Château Pétrus, un viñedo de la zona de Pomerol, en las cercanías de Burdeos. Lily vivía en el corazón de la zona. En aquel entonces, a menudo el coste de la botella y el corcho era más alto que el del vino, pero muy pronto el pétrus pasó a ser otra cosa y, con él, todos los crudos de la zona de Pomerol. Otros château denominados Latour-Pomerol, Conseillante, Gazin o la Fleur subieron de precio. Hoy, una botella de pétrus de la cosecha de 1990 se paga, en el restaurante, a 2.500 euros. La producción está limitada a 30.000 botellas al año. En su día, el presidente Kennedy descorchaba una botella de pétrus para celebrar algún éxito importante, y la reina Elizabeth II lo sirvió en su banquete de bodas. Lily Lacoste estuvo como invitada, no en vano era proveedora de la real casa.

Una botella del famoso vino se paga en la actualidad, en el restaurante, a 2.500 euros

En definitiva, Lily tenía una fortuna en vinos. Sólo en su bodega particular guardaba 390 botellas de pétrus, es decir, vino por valor de más de 800.000 euros, que se han desvanecido. Según su sobrino Guy-Pétrus Lignac, las botellas, junto con una importante colección de pintura y varios millones de euros, han ido a parar a los bolsillos de tres personajes sospechosos: su administrador -hoy también evaporado-, su amante y confidente -un erudito de 85 años-, y el propietario real de unos viñedos, de los que ella ya sólo conservaba los beneficios.

En el mundo del alcohol se sabe que una parte de éste, en las barricas, se evapora. Es la llamada parte de los ángeles. Según Guy-Pétrus, los tres amigos de Lily son ángeles malos y la han dejado sin nada. "La tienen encerrada en el castillo, sin un céntimo, y le suministran comida podrida y botellas de vino rellenadas con tintorro del más barato", ha dicho el sobrino a Libération.

La justicia, que investiga el caso, encuentra extraño que Guy-Pétrus haya tardado tanto en quejarse. Lo cierto es que Lily, según para qué, resultaba muy voluble. Por ejemplo, los últimos 20 años había redactado nada menos que 40 testamentos distintos. Cuando uno figura en los papeles, puede que contemple con mejores ojos a los demás, pero cuando descubre que las distintas propiedades de Lily han sido vendidas, que el montante de una de dichas ventas -cinco millones de euros- se ha transformado en una póliza de seguros a favor del administrador, que otra finca ha sido legada a una comunidad religiosa y que el nombre de la familia ha desaparecido también de las etiquetas de Château Pétrus, no es improbable que comience a imaginar que la herencia, tantas veces soñada, peligra. De ahí, dicen las malas lenguas, que Guy haya presentado una querella ante la justicia.

La policía judicial anda investigando las cuentas, sumergiéndose en el universo especial del vino de Burdeos, descubriendo que en él las familias se expolian en silencio, que los orígenes de las grandes fortunas son extraños, por no utilizar otro adjetivo.

Para los agentes que investigan el caso, de momento lo que más les intriga no es el paradero de las 390 botellas de pétrus, sino el de los 17 millones de euros que, según el propietario del terreno, se le pagaron a Lily entre 1969 y 2001 en concepto de derecho al usufructo. Hace unos años, los viticultores bordeleses protagonizaron un sonado escándalo porque algunos tenían la mala costumbre de mezclar el vino barato de unas barricas (mucho) con el vino caro de otras (poco) para vender la alquimia resultante casi a precio de pétrus. Con las nueve cuentas corrientes de Lily se diría que ha sucedido algo parecido, de manera que, al final, alguien se ha quedado con el líquido de las que estaban mejor surtidas, mientras otras aparecían completamente secas.

Lily Lacoste, con una etiqueta de su famoso vino, en una foto de noviembre del año pasado.
Lily Lacoste, con una etiqueta de su famoso vino, en una foto de noviembre del año pasado.AFP

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