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Columna
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Las siete palabras de Tito

Elena Poniatowska

La muerte de Tito Monterroso, autor de la fábula del siglo XXI, es la desaparición del ingenio, de la capacidad de síntesis, de la brevedad. Sobre su féretro alguien puso un dinosaurio de juguete en homenaje al cuento más corto del universo, Siete palabras: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Su prosa impecable y al mismo tiempo cálida nos hacía pensar.

Sentarse junto a él en una comida era una delicia y todos lo buscábamos por su infalibilidad, ya que Augusto Monterroso podía levantar los ánimos con una sola frase. Era gracioso y profundo a la vez. Estilista hasta en las anécdotas que contaba, todas sus historias tenían finalmente una moraleja. Para conocerlo mejor habría que leer el libro de su mujer durante más de 30 años, Bárbara Jacobs, quien escribió en 1995 Vida con mi amigo. Bárbara y Tito jamás se separaron. Sentados el uno al lado del otro, tomados de la mano, iban por la vida apoyándose y la suya es una historia de amor y una hermosa aventura literaria.

Siempre mordaz y siempre diamantino -como diría Ramón López Velarde-, cuando recibió el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias dijo en la ciudad de Guatemala en 1997: "Alguna vez me atreví a decir, y lo dije con toda sinceridad, que mi máxima aspiración como escritor estribaba en ocupar algún día media página de un libro de escuela de mi país. No sé por qué, y perdónenme, pero con esto siento que lo voy logrando...". También declaró en otra ocasión: "No creo haber escrito nada, ni una sola línea, que no nazca del sentimiento, principalmente el de la compasión. La inteligencia no me interesa mucho. El hombre, tan fallido en su capacidad organizativa, en su capacidad de comprensión, me da lástima, yo me doy lástima. Pero siento que hay que ocultarlo y por eso muchos de mis personajes están disfrazados de moscas, perros, jirafas o simples aspirantes a escritores. ¿Qué he hecho para que mis dos o tres lectores supongan que pretendo ser intelectual y que he dedicado mi vida a burlarme de ellos o de los demás cuando en realidad lo que me producen es una profunda simpatía y los amo?".

Sí, Tito supo amar. Exacto en su palabra, Monterroso nació clásico. Su risueña cortesía lo volvieron indispensable y la obra completa de toda su vida cabe en un solo volumen: La oveja negra y otros cuentos, Lo demás es silencio, Movimiento perpetuo, Viaje al centro de la fábula, La letra e, Los buscadores de oro, entre otros.

Por lo que a mí se refiere, el legado de su finura, su buen gusto y su inteligencia me acompañarán hasta el día de mi muerte.

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