"Al vino valenciano sólo le falta imagen"
Pregunta. ¿Estaba predestinado a la vinicultura?
Respuesta. Todos tenemos opciones, pero por el peso de la tradición ni llegué a plantearme si podía seguir un camino distinto.
P. ¿El vino es más que un negocio para usted?
R. Aparte del puro afán de lucro, que todos tenemos, hay una componente de magia que no tiene, por decir algo, fabricar tornillos.
P. ¿Produce todo el vino que embotella?
R. Sólo a partir de ciertas calidades: la gama alta. Sería deseable, pero es imposible. Lo bueno es controlar todo el proceso porque para mí, el vino es como la gastronomía. En un restaurante hay que tener unas instalaciones hipermodernas (la bodega), una materia prima de primera calidad (la uva) y un cocinero cualificado (el enólogo). Si tienes esas tres cosas, la calidad sale.
P. ¿Busca en los ancestros varietales u opta por valores consolidados?
R. No se puede ser muy absoluto en ninguno de los casos. En el mundo del vino está todo inventado: hay que coger el ejemplo de los grandes vinos. Y los grandes vinos nunca son de una sola variedad. Siempre son una sabia mezcla de dos a cuatro variedades.
P. Si tuviera que salir pitando de aquí y sólo pudiera llevarse una botella de su producción, ¿cuál sería?
R. El que considero el mejor: Ceremonia. Sin embargo, como nostalgia, al que más cariño le tengo es al Castillo de Liria, que fue el primer vino que embotellamos y el más económico.
P. ¿Qué le impulsó a dar el salto cualitativo del granel al embotellado?
R. Vender materia prima podía ser interesante, pero no era el futuro del negocio. Aparte de que no daba satisfacciones personales. Ha sido un proceso muy lento, de ir subiendo peldaños.
P. ¿Fue fácil introducir un vino embotellado valenciano en el mercado?
R. Lo llevamos a la única cadena de supermercados que había entonces en Valencia, Superette, y el responsable me dijo que mejor me dedicara a otra cosa. Gracias a Dios, se equivocó.
P. Dice la literatura oficial que Ceremonia es un vino "poco democrático".
R. Quisimos poner esa frase porque chocaba, pero no se trata de que sea autoritario, sino que es un vino con su propio carácter, de gama superior.
P. ¿Es imposible que un vino sea bueno y barato?
R. Todo tiene su precio, y un vino con un gran proceso de elaboración no puede ser barato.
P. Hay mucho papanatismo en el vino?
R. Algo. Se tiende a juzgar un vino caro por bueno, y no siempre es así. Un vino bueno tiene que ser caro, pero no todos los vinos caros son buenos.
P. El 90% de su producción se bebe fuera de España.
R. El mercado español es mucho más difícil, y ése es nuestro desafío. Es hiperconservador, aunque ahora se está abriendo. Hace unos años no podía funcionar nada que no fuera Rioja.
P. ¿Se han terminado los complejos con el vino valenciano?
R. Estamos en ello. Estamos en una etapa de desarrollo. No nos falta calidad, sino imagen.
P. ¿Qué había fallado?
R. Hemos empezado más tarde que las regiones que tienen el prestigio.
P. ¿Para apreciar un vino hay que tener los conocimientos de un forense?
R. En el vino hay dos lenguajes: el de los técnicos de las bodegas y el de los sumilleres. El primero es muy concreto y preciso; el segundo, más poético. La poesía no es nuestro lenguaje interno, pero es necesaria.
EN DOS TRAZOS
José María Gandía (Valencia, 1940) fue el primer bodeguero que embotelló vino en Valencia. Hoy su bodega, fundada en 1885, produce 50 millones de botellas en las tres denominaciones de origen valencianas y lidera la exportación en España. Es un vinicultor de tercera generación, destilado en la escuela de Comercio de Suiza y convencido de que la bodega llena de polvo y telarañas ya no tiene sentido. Destina un porcentaje de sus productos al desarrollo del Tercer Mundo y prepara el lanzamiento de un vino superior a Ceremonia, su mascarón de proa, con el nombre de su abuelo: Vicente Gandía.
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