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Mohamed VI recibe hoy a Palacio para poner fin a la crisis entre Madrid y Rabat

La ministra de Asuntos Exteriores acordará con Benaissa el regreso de los embajadores

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A la tercera va la vencida. Palacio y su homólogo, Mohamed Benaissa, reanudaron el diálogo a finales de julio en Rabat, en medio de una gran tensión, tras el conflicto del islote de Perejil. Algo más distendidos, se volvieron a ver en Madrid a mediados de diciembre, y ahora en su tercer encuentro anunciarán casi con certeza la plena normalización de relaciones.

Normalizar significa, primero, que los dos embajadores regresarán a sus puestos. El marroquí, Abdessalam Baraka, lleva ausente de Madrid desde hace 15 meses. Su homólogo español, Fernando Arias-Salgado, se marchó apresuradamente de Rabat una madrugada hace seis meses y medio, justo antes de que el Ejército español desalojase a los marroquíes de Perejil.

Como antes del conflicto

La mejor ilustración de la normalización en curso es el trato que las autoridades marroquíes van a dispensar a la ministra. Será igual o mejor que en los tiempos anteriores a la crisis. El rey marroquí la recibirá a última hora de la mañana en su palacio de Agadir; en Rabat será el primer ministro, Driss Jettu, quien se entrevistará con ella. Jettu ha querido recibir a la ministra para volver a poner de manifiesto su apuesta por reanudar plenas relaciones con España, frecuentemente reiterada desde que en noviembre formó Gobierno.

Ambas delegaciones mantendrán también en la capital marroquí una sesión de trabajo y, por último, Benaissa le ofrecerá una cena a Palacio.

Fue precisamente en el palacio real de Agadir donde, en la noche del 26 de octubre de 2001, después de recibir a Josep Piqué, entonces titular de Asuntos Exteriores, el monarca tomó la decisión de llamar a consultas a su embajador en Madrid para manifestar así su disgusto por la actitud de España.

La irritación de Mohamed VI fue creciendo a medida que escuchaba a sus colaboradores contarle las últimas "tropelías" españolas, desde el seudo referéndum organizado en Andalucía por varias ONG sobre el porvenir del Sáhara hasta el bloqueo, por la diplomacia española, de una iniciativa francesa en la Unión Europea favorable a las tesis marroquíes sobre ese territorio en disputa. Preguntó entonces el soberano cómo podía Marruecos manifestar su descontento, y de las sugerencias que le hicieron al responderle se quedó con la de repatriar a Baraka.

Cuatro razones

Quince meses después, más allá de las declaraciones conciliadoras de los ministros españoles y de la creación de cinco grupos de trabajo, la postura española sobre los litigios pendientes, empezando por el Sáhara, no ha cambiado. La de Marruecos, en cambio, sí se ha suavizado desde mediados de diciembre hasta el punto, por ejemplo, de que la prensa oficialista ignora las declaraciones o noticias de España que pueden perjudicar esa normalización en ciernes.

¿Por qué? La diplomacia española no tiene una explicación clara. En Rabat, las fuentes consultadas esgrimen cuatro razones:

1) La intervención de personalidades extranjeras ante el rey, incluido el presidente francés, Jacques Chirac, para hacerle ver que a Marruecos no le conviene estar en malos términos con sus dos principales vecinos (España y Argelia).

2) El temor a la constitución de un eje entre Argel y Madrid -el presidente Abdelaziz Buteflika viajó dos veces a España en 2002- que perjudique a Marruecos.

3) El ingreso de España en un Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que deberá pronunciarse en varias ocasiones sobre el contencioso del Sáhara.

4) El nombramiento, en octubre, de Driss Jettu como primer ministro marroquí. Partidario decidido de la normalización con España, Jettu ha tomado iniciativas en política exterior consultando con el soberano y sin tener demasiado en cuenta a Benaissa y a su adjunto, el ministro delegado Taieb Fassi-Fihri.

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