Afectados por el 'Prestige' exigen a Rato más infraestructuras para la Costa da Morte
Tres voluntarios reprocharon al vicepresidente en una playa de Muxía que no les dejen ayudar
Rodrigo Rato hizo ayer una visita relámpago a cuatro municipios de la Costa da Morte para mantener dos reuniones, en Carballo y Fisterra, con un centenar de pescadores, alcaldes y empresarios afectados por la crisis del Prestige. Les preguntó qué medidas les parecen más necesarias para incluirlas en el Plan para Galicia que prepara el Gobierno y les comunicó dos nuevas ayudas para empresas y cofradías de pescadores que se aprobarán hoy. Le replicaron que lo que más falta hace en la Costa da Morte son comunicaciones e infraestructuras, y pusieron como ejemplo que allí no llega el gas. Rato bajó a la playa de Coido, en Muxía, donde tres voluntarios se quejaron airados porque no les dejaban colaborar.
En el paseo por Muxía, las únicas críticas con que se topó Rato fueron dos pintadas
En Carballo le dijeron que los gallegos no quieren limosnas, sino un medio de vida
El vicepresidente segundo aterrizó en el aeropuerto de A Coruña a las 9.40. Volvió a Madrid al filo de las cinco de la tarde. En medio quedaron siete horas y media para tomar el pulso a las críticas de afectados y vecinos en cuatro municipios de la Costa da Morte -Carballo, Muxía, Cee y Fisterra-, los cuatro con alcalde del PP.
La primera parada fue en Carballo. Allí, en el salón de plenos, en la última planta del ayuntamiento, estuvo cerca de una hora reunido con unas 60 personas: alcaldes de todos los partidos de la comarca de Bergantiños, y representantes de las cofradías de pescadores, de la asociación de empresarios de Carballo, de conserveros, hosteleros y comerciantes. Les dijo que había ido a Galicia a "recabar información directa para que el Plan Especial para Galicia que el Gobierno y la Xunta aprobarán este mes responda exactamente a lo que necesitan los gallegos para paliar las consecuencias del Prestige".
Para dar credibilidad a ese compromiso, Rato estuvo flanqueado por el consejero de Economía de la Xunta, José Antonio Orza; el subgobernador, José María Pérez Díaz; el alcalde, Manuel Varela; el presidente del ICO, Ramón Aguirre; el presidente de la SEPI, Ignacio Ruiz Jarabo; la directora general de Pymes, Isabel Barreiro, y el director general de Política Comercial, Manuel Lagares. La comitiva oficial se desplazaba en una caravana de seis coches.
Rato dijo que las ayudas directas, de 40 euros al día, aprobadas en diciembre, están exentas del IRPF y que se mantendrán mientras no pueda recuperarse la actividad que quebró el Prestige. Les contó que hoy el Gobierno aprobará una línea de crédito de cuatro millones de euros, a tipo de interés cero, para "sufragar los gastos de funcionamiento de las cofradías" en estos meses y un programa de "reestructuración de los créditos de las empresas" afectadas, que consiste en que las que tengan deudas podrán "parar el reloj" en la devolución de principal e intereses hasta que las cosas vuelvan a la normalidad. Esta "reestructuración de pasivo" correrá a cargo del ICO.
El vicepresidente evitó dar detalles sobre el Plan para Galicia. Aseguró que el compromiso del Ejecutivo y de la Xunta es "incrementar las inversiones y la eficacia de la economía gallega" y que se quiere "responder a la demanda de los afectados". Eso fue, exactamente, lo que reclamaron los alcaldes del PP a la dirección nacional en una reunión celebrada a finales de diciembre en Santiago.
"Queremos hacer un plan realista sobre el terreno", dijo Rato en Carballo, y sugirió poner en marcha nuevos polígonos industriales, impulsar el turismo y el comercio en la zona y facilitar condiciones de inversión favorables. Quienes tomaron la palabra le dijeron que los gallegos no quieren vivir de limosnas sino tener -recuperar, al menos- un medio de vida, le recordaron el retraso en infraestructuras en la Costa da Morte y, como ejemplo, esgrimieron que allí no llega el gas. Rato replicó que habrá infraestructuras, que va a haber mejoras en puertos, aeropuertos y carreteras, y que también habrá que invertir en mejorar "la calidad de la energía".
Tras la reunión de Carballo, en rueda de prensa, el consejero de Economía, José Antonio Orza, apostilló que las "nuevas posibilidades a la zona no deben quedarse en recuperar la situación anterior". Y elogió la inversión para llevar el gas como vía "para integrar ese territorio en una economía más dinámica".
Tras las promesas económicas, el chapapote. El día había amanecido muy frío, pero la bruma y la escarcha dejaron paso a un inusual sol cuando la caravana de Rato llegó a Muxía.
Puede que el fuel no logre nunca solidificarse en el fondo del mar, pero lo que está pegado al paseo marítimo de la playa de Coído y a las grandes piedras que la flanquean es un rocoso alquitrán. Apesta a carretera recién asfaltada. "¡Pero si ya casi no huele!", replica un vecino. Un círculo en la entrada de ese paseo marítimo había sido limpiado y en la playa, según los vecinos, ya casi no queda nada. Un hombre de unos 60 años paró al vicepresidente, le dijo que es pescador y le recomendó que dejen de limpiar piedras pequeñas. "Llévenselas y utilícenlas donde quieran, que el mar ya traerá otras".
En el segmento de playa al que bajó Rato se afanaban en limpiar esas pequeñas piedras una decena de empleados de Tragsa, la empresa que tan poco gusta a los voluntarios. Unos 50 metros a la derecha, separados por una gran roca, hacían lo propio media docena de voluntarios. Tres de ellos, con los monos más negros que blancos, caminaron hasta donde Rato escuchaba las explicaciones del alcalde de Muxía, Alberto Blanco. Se quejaron al vicepresidente porque el alcalde no les deja colaborar. Éste replicó que tiene el polideportivo lleno y les invitó a cambiar de municipio. Ellos contestaron que ya han estado en varios. Ahí quedó todo.
Después, en un breve paseo hasta el ayuntamiento, el alcalde le dijo a Rato que "hay un grupo que dice venir de voluntarios y no para de armar jaleo". Según él, "ya les han tenido que echar de varios pueblos".
En los 300 metros del paseo, las únicas críticas con las que se topó Rato fueron dos pintadas: una pedía la dimisión de Fraga, Rajoy y el alcalde, y otra acusaba a los votantes del PP de tener "el corazón negro". Alguna mujer se asomó al balcón para ver la comitiva. Algún jubilado salió a la puerta del bar al paso de Rato. Pocos. Algunos vecinos, también pocos, habían acudido a aplaudirle a su llegada. La gente, en general, hacía su vida y no la varió ayer.
De Muxía a Cee. Con la caravana rompiendo los límites de velocidad y pisando rayas continuas para adelantar camiones. Y, otra vez, un paseo sin que los vecinos interrumpieran su quehacer diario. Cierto que en Cee hubo más, quizá una veintena, que se acercó a saludarle. Les estrechó la mano uno a uno, hizo su paseo y otra vez al coche.
La última parada fue en Fisterra. En el camino, desde la carretera, con un sol de enero, se veían unas playas que limpias tienen que ser impresionantes. Y a esa distancia parecían, además, limpias. En Fisterra se repitió el modelo de visita de Carballo. Tras la reunión con medio centenar de alcaldes, pescadores y empresarios, y antes de incumplir de nuevo los límites de velocidad en el camino de vuelta, una rápida degustación de mejillones y pulpo. "Aquí creo que toca lo gastronómico", bromeó Rato al llegar.
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