Cambios en México
La dimisión como ministro de Asuntos Exteriores de México de Jorge Casteñada es consecuencia directa del distanciamiento de George Bush respecto al país vecino, aunque tenga mucho que ver con el difícil encaje de este intelectual de izquierdas en el Gobierno del presidente Fox. En la primera remodelación del Gabinete que formó a finales de 2000, Fox compone un equipo más compacto en torno al PAN. Pero el Partido de Acción Nacional lo es sólo por el nombre. Desde que gobierna, Fox está sumido en la parálisis, maniatado por la situación minoritaria de su partido en el Parlamento. Si aspira a conseguir la mayoría en las elecciones del próximo verano a la Cámara de los Diputados, tendrá que bajar del olimpo presidencial y mojarse con el PRI en la dura campaña electoral que se avecina.
Castañeda ha marcado un giro en la política exterior de México a favor de unas relaciones más estrechas con Washington con el objetivo primordial de regularizar a los 3,5 millones de mexicanos que viven ilegalmente en Estados Unidos. Pero, pese al esfuerzo añadido que ha supuesto una política abiertamente crítica frente al régimen castrista en Cuba, Castañeda ha tenido la desgracia de que este amor no se ha visto correspondido por Washington. El 11-S barrió sus esfuerzos y, ante la falta de perspectivas de que EE UU hiciera nuevas concesiones a México, ha preferido renunciar al cargo. En unos momentos en que priman las consideraciones de seguridad, Bush, pese a su condición de ex gobernador de Tejas, no ve la urgencia de la regularización de los ilegales. Su obsesión con otras zonas del mundo le hizo ignorar sus relaciones al sur de río Grande, ya sea con México o ante la crisis de Venezuela.
El nombramiento como canciller de Luis Ernesto Derbez, economista del Banco Mundial, es una señal de que Fox, aunque suavice la actitud hacia La Habana, no se propone cambiar de política hacia EE UU, sino darle un contenido distinto: más comercial y económico y menos social. Estados Unidos necesita a México en estos momentos importantes ante la crisis con Irak. Durante un año más, México ocupa un escaño en el Consejo de Seguridad. Castañeda desarrolló un papel destacado en la aprobación por unanimidad de la resolución 1.441, pese a una opinión pública mexicana contraria a la perspectiva de guerra que asoma en el horizonte. La Administración de Bush no parece haber valorado suficientemente ese esfuerzo ni desarrollado la política constructiva que prometió a Fox en relación a México. Es, por parte de Bush, una negligencia nada benigna.
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