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Reportaje:

Una estrella apagada para la investigación española

Los afectados aseguran que el Ramón y Cajal es una buena idea, pero lamentan su deficiente puesta en práctica

"Estamos desanimados. Al principio nos pareció muy bien este Programa Ramón y Cajal, se abrieron puertas pero luego se han cerrado", dice Cristina Murga, 34 años, bióloga molecular en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Desilusión es la palabra que se repite una y otra vez entre los contratados -y seleccionados el segundo año- del plan. Algunos, pocos por ahora, han abandonado ya, renunciando al contrato tras pocos meses de trabajo. Otros, como Juan de la Figuera, físico de 36 años, que regresó a España, a la UAM, tras cinco años de investigación en el Laboratorio Nacional Sandia (EE UU), no descartan volver al extranjero.

Abandono por parte del Ministerio de Ciencia y Tecnología (CyT), situación de desbarajuste al incorporarse a su puesto de trabajo y falta de perspectiva de cara al futuro condensan las inquietudes de estos científicos. CyT puso en marcha este programa para dinamizar y enriquecer el sistema español de ciencia; los candidatos fueron seleccionados con rigor y casi todos aportan currículos impresionantes.

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Los 500 científicos del programa Ramón y Cajal llevan tres meses esperando su contrato

Se han incorporado a las universidades y a los organismos públicos de investigación y se han encontrado con una regulación vaga de su labor investigadora y de la actividad docente. La situación de cada uno depende del grupo o departamento al que han ido a parar.

Los científicos pueden solicitar y dirigir programas de investigación del Plan Nacional. Pero en algunas áreas, comentan ellos, creen que hay criterios en contra de que se les concedan si no van acompañados de titulares de universidades o de los OPI.

En muchos casos estos científicos están "como becarios o incluso como técnicos de laboratorio", denuncia el Colectivo Ramón y Cajal. "Todo depende del departamento y la universidad en la que estés", señala Marisela Vélez, biofísica de 44 años. "La UAM es una universidad progresista, aquí en muchos departamentos te integras, pero no es igual en todos los sitios", añade.

La docencia es otro pilar inestable para estos investigadores. "La inmensa mayoría estamos dando clase, pero aproximadamente el 40% no firma actas", explica De la Figuera. Y éste es un punto de suma importancia en el currículum, porque si no se firman las actas, no cuenta plenamente la labor docente en el expediente. De nuevo, todo depende del departamento que acoja a estos investigadores que parecen sobrevivir en un limbo administrativo de responsabilidades evanescentes. En algunos sitios, la docencia de los Ramón y Cajal es obligatoria. En otros se evita.

El problema de base es que no está claro si los contratados de este programa son o no miembros de la comunidad universitaria, y de esta indefinición arrancan muchos conflictos, independientemente de la voluntad que tengan los rectorados.

En cuanto al futuro, hay poco optimismo. ¿Que perspectivas tienen estos investigadores después de cinco años de contrato? Nadie da una respuesta. El plan se diseñó como una vía de refresco para el sistema español, en el que los científicos son funcionarios. El Ramón y Cajal ha empezado a rodar y los beneficiarios empiezan a ver que su destino, después de todo, será de nuevo optar a una plaza de funcionario o irse a trabajar al extranjero. "La idea del programa Ramón y Cajal es buena", coinciden los entrevistados. Es un concepto probado y rodado en los países avanzados de la UE y EE UU, recuerdan. Pero la puesta en práctica en España esta plagada de problemas.

Luis Rull, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla y presidente de la Asociación para el Avance de la Ciencia y la Tecnología en España, muy sensibilizada con estos problemas, señala: "Estamos muy preocupados, porque el Ramón y Cajal es un programa muy importante y ahora falta seriedad y rigor; los seleccionados son gente muy brillante".

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