Memoria del exilio
Amadeo Gracia quedó gravemente mutilado, y sin padres ni infancia, como resultado de la Guerra Civil española y el exilio. Hoy, 66 años después, no cree "que nunca se llegue a hacer justicia con tanto dolor". ¿Debe la democracia española seguir conviviendo con éste como con tantos otros olvidos? A evitarlo han querido contribuir los reportajes sobre el exilio publicados ayer por El País Semanal. Pero la pregunta que queda en el aire es la de saber si la España democrática, la España de la reconciliación, ha hecho todos su deberes con la memoria de las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo, de muchas personas que, vivas aún, pueden sentir que una historiografía destinada a exculpar a sus verdugos -promovida desde algunos círculos del poder político durante los últimos años- está prosperando gracias a la ocultación de su condición de víctimas.
La reforma del Código Civil, que ha entrado en vigor esta misma semana, contribuye a hacer justicia a los vencidos, pues puede permitir que más de un millón de exilados políticos y emigrantes económicos de la dictadura o sus descendientes recuperen la nacionalidad española. A partir de ahora podrán convertirse legalmente en lo que nunca han dejado de ser en sus emociones, españoles y compatriotas, restaurando así una situación de flagrante injusticia. También contribuye a compensar este olvido histórico la exposición que ha tenido lugar en Madrid sobre el exilio, o la reciente resolución del Parlamento en la que, bajo la advocación del ruego de Manuel Azaña a los españoles en guerra -"paz, piedad, perdón"-, se instó a los ayuntamientos a que cooperasen en la búsqueda de los desaparecidos y enterrados en fosas comunes.
Gracias a cuatro décadas de celo sectario del franquismo, la memoria colectiva de los españoles ha integrado las injustificables atrocidades cometidas desde un bando, el de los vencidos. Afortunadamente, nuestra memoria colectiva va haciendo lo equivalente con las también injustificables atrocidades cometidas por los vencedores. La democracia española no puede acomodarse a la convivencia con la injusticia del olvido, en el momento en que están desapareciendo las últimas generaciones de quienes protagonizaron aquella tragedia histórica. El vivo interés de los jóvenes en recuperar la memoria de esos tiempos que no vivieron es la mejor garantía de ello.
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