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Reportaje:

Un año catastrófico

La crisis global y la Intifada han llevado a los israelíes a su peor momento económico

"El año 2002 será considerado el peor en la historia económica del Estado de Israel", señala el economista israelí Abraham Tal. "Nunca hubo otro en el que se experimentaran simultáneamente un crecimiento negativo, una alta tasa de desempleo, una crisis de todos los sectores productivos (especialmente del turismo), una sensación de miedo en cuanto a la inestabilidad financiera y constantes subidas y bajadas de la atmósfera económica", argumenta Tal, que colabora a título de experto con varios medios de comunicación.

Según la tesis de este economista independiente, que coincide a su vez con la del Gobierno, hay dos factores externos que influyen negativamente sobre la capacidad de recuperación: la violencia palestina y la recesión que atraviesan las economías occidentales, sobre todo la de Estados Unidos, que desde al año 2000 constituye su principal mercado para la exportación (mientras que la Unión Europea es su principal suministrador).

El Gobierno retrasa la reforma fiscal a la espera de la ayuda financiera de EE UU

A pesar de la crisis, "los cimientos de nuestra economía son sólidos", asegura sin embargo el director general de Ministerio de Hacienda, Ohad Marani, en una entrevista telefónica. "Si nos las hemos apañado para aguantar dos años de crisis económica mundial, la caída del Nasdaq y una situación de seguridad tan difícil, esto significa que tenemos una gran capacidad económica", agrega Marani, quien en estos momentos se encuentra en Washington negociando un paquete de ayudas financieras.

Aunque desde el punto de vista estructural Israel tenga una economía fuerte, como demuestra el hecho de que esté calificado como país A- por la empresa de medición de riesgos Fitch, "hay un 50% de probabilidades de que nuestra estimación baje de acuerdo con las actuales tendencias", señalaba recientemente Richard Fox, director de calificaciones de Fitch. Estas declaraciones causaban fuertes dolores de cabeza al director de Banco Central de Israel, David Klein, que veía cómo Standard & Poors bajaba de A- a BBB+ a los dos principales bancos privados, Happoalim y Leumi. "El Gobierno no debe ignorar la alarma recibida por parte de las compañías de medición de riesgo. Tenemos que tomarlas muy en serio, aplicando un programa económico que reactive el crecimiento y reduzca el desempleo", respondía Klein.

"La credibilidad financiera exterior es muy importante para Israel", opina el catedrático de Ciencias Económicas de la Universidad Hebrea de Jerusalén Alfred Tovias, que a su vez recomienda "reducir al máximo el déficit público para mostrar al mundo nuestra voluntad de ahorro en estos momentos de crisis". Según Tovias, que ocupa la Cátedra Jean Monet de Estudios Europeos, la clave está en hacer una reforma fiscal profunda, algo que también pide el número dos del Likud, Benjamin Netanyahu. Pero ésta ha sido pospuesta por el titular de Hacienda, Silvan Shalom, uno de los ministros más próximos a Ariel Sharon. Al parecer, Shalom confía en solucionar temporalmente el problema con la ayuda que espera de EE UU, que asciende a 12.000 millones de dólares, 4.000 en ayudas directas y otros 8.000 en créditos blandos a cinco años.

Según el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía israelí se contrajo un 1,2 % durante el conjunto del ejercicio 2002, aunque debería volver a la senda del crecimiento en 2003, experimentando una expansión del 1,5%. No obstante, el crecimiento no llevaría a la inmediata creación de empleo, dado que, según estas estimaciones, la tasa de paro subirá del 10,7% del año pasado, al 10,9% durante el que acaba de comenzar. Otra prognosis del informe del FMI, positiva aunque quizás insuficiente, es la que concierne a la inflación, que según los planes de ajuste presupuestario del Gobierno debería bajar del 6,5% al 3% en el ejercicio 2003. Precisamente, la consecución de este objetivo hacía que esta semana Sharon pidiera a todos sus ministros que redujeran sus respectivos presupuestos en un 2,5%, lo que llevaría a reducir el déficit público en 790 millones de shequels (168 millones de euros).

El ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Shlomo Benizri, reconocía en la conferencia sobre pobreza que su departamento coorganiza anualmente junto al Instituto Nacional de la Seguridad Social que uno de cada cinco israelíes vive en estos momentos por debajo del umbral de la pobreza, estimado en 1.384 shequels. El ministro solicitó públicamente al Gobierno que enmiende los presupuestos para hacer frente a la incipiente pérdida de poder adquisitivo por parte de los más pobres.

Según Benizri, la ejecución estricta de los presupuestos presentados por el equipo económico del Likud haría que la familia media israelí experimente una reducción del 12% de sus ingresos mensuales. Por este motivo, el candidato laborista, Amram Mitzna, intentará que las cuestiones económicas y sociales adquieran una relevancia en los programas electorales similar a los debates sobre la paz y la seguridad en las próximas elecciones generales que se celebran el 28 de enero.

Malos tiempos para el turismo

Los dos sectores de la economía israelí que más se han resentido de la crisis han sido el turismo y la hostelería. Desde que el papa Juan Pablo II visitara Tierra Santa a principios de 2000, en que ambos alcanzaron su punto álgido, los ingresos por turismo y hostelería han ido decayendo paulatinamente, hasta reducirse en un 40%. Pero las administraciones públicas no se han quedando de brazos cruzados. Por ejemplo, el nivel de ocupación hotelera en Jerusalén, que durante el primer semestre de 2002 experimentó un bajón del 43%, luego se recuperó un 20% durante los meses de verano, gracias a un programa de promoción cofinanciado por el Ministerio de Turismo y el Ayuntamiento de Jerusalén.Rafael Farber, gerente del Olive Tree Hotel, explica cómo las exenciones fiscales (que en el ejercicio 2001 fueron del 66% y en 2002 del 50%) y las subvenciones le han permitido mantener el hotel abierto. No fue el caso de su vecino Novotel, que se vio obligado a cerrar sus puertas hace ya un año. "Hemos tenido que reducir al mínimo el personal, estrujar los salarios, minimizar las compras y pagar con retraso las facturas de la luz, el agua y el teléfono", comenta Farber. "Además, hemos recibido créditos de bajo interés, para cuya financiación contamos luego con la ayuda del Gobierno", añade. "Aunque estamos intentando una reactivación, donde más cancelaciones hemos sufrido respecto a años anteriores ha sido con los turistas religiosos, sobre todo con los peregrinos cristianos", concluye Farber, que trabajó en el Ministerio de Turismo antes de pasar al sector privado.En el ámbito del pequeño comercio, una de las zonas más afectadas ha sido el centro de Jerusalén occidental. En concreto, el triángulo comprendido entre las calles de Yaffa, Ben Yehuda y King George, donde tuvieron lugar varios tiroteos y atentados suicidas como el de la pizzería Sbarro. "Algunas tiendas, bares y discotecas cerraron, pues la gente tenía miedo a venir al centro", explica Sara Malka, que organizó una feria de artesanía a finales del pasado mes de agosto combinándola con un concierto diario de música pop en la plaza de Sión. "Esto hizo que la gente comenzara a perder ese temor y volviera a acudir a esta zona peatonal", añade Malka, cuya iniciativa tuvo tanta aceptación que desde entonces el rastrillo de artesanía se repite dos días a la semana, patrocinado por el Ayuntamiento de Jerusalén.

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