_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Feliz universidad para el 2003

El año 2002 terminó con un desencuentro inane entre la consejería de Educación, Universidades e Investigación y el equipo rectoral de la UPV-EHU. ¿Cómo es posible, decía la consejera, que la Universidad gaste un dinero que "no tiene"? Y no era capaz de ver que es su consejería precisamente la principal responsable del déficit universitario? Pero dejemos eso por ahora.

La universidad ha sido el vivero de conocimiento de las sociedades cuando menos desde que Wilhelm von Humboldt (1767-1835) creara para Prusia la Universidad de Berlín en 1810. No era cuestión de rango o estatus: la eficacia del Estado prusiano dependía de aquellas universidades. En ellas se hacía esencialmente ciencia y sólo secundariamente, ciencia aplicada o tecnología. Esto ha sido así hasta ahora; el conocimiento y la innovación han hecho evolucionar a las sociedades. Pero hubo tiempos en que la mercancía más preciada pudo ser el trigo, el hierro o la máquina. Con la sociedad de la información, el conocimiento mismo se ha convertido en el bien más demandado. La universidad hoy adquiere un nuevo valor. Toda Europa reforma las suyas, y EEUU las mima (EEUU siempre lo hizo). Para la guerra o para la paz, para el progreso, desde luego, las universidades estratégicamente concebidas son hoy esenciales.

Salvo en nuestra CAV, pequeño y querido país del sur de Europa. Aquí, como decía, es cuestión de rifirrafe y de las cuentas del ama de casa; un asunto trivial, vamos. O, a lo sumo, una cuestión de mano de obra cualificada, de tecnología. En el mundo desarrollado, la universidad está formada necesariamente por excelentes científicos que dedican sus esfuerzos a la alta docencia, pero también a la investigación básica, a las humanidades, etcétera. El resto son escuelas superiores. Aquí, si éste es el listón, sólo la UPV-EHU lo supera. El resto, sin ánimo de ofender, son escuelas superiores. Pues bien, la única actuación conocida en el ámbito universitario ejecutada por el Gobierno vasco es la de regatearle el dinero que le debe. Es castigarla y señalarla como sospechosa de ¿malversación? Lamentable.

No es cosa de hablar de este equipo rectoral que ahora dirige la UPV-EHU (podría hablarse, igualmente, del anterior.) Hablemos de la institución. Creada en 1980 bajo el empuje del movimiento de los 70 que atrajo a ella a importantes científicos bajo el lema de Chillida "Eman ta zabal zazu" (su anagrama de hoy), es una universidad a mejorar, sin duda. Por ello, desde dentro se impulsa un tímido, demasiado tímido, plan estratégico, se busca adecuarla a la nueva legislación (proyecto de estatutos), se intenta reformarla y adecentarla, limitar el poder de los grupos de presión (sin demasiado éxito), que sea transparente y gestionada racionalmente, se busca adaptarla a los cambios que la sociedad le exige, tanto en relación a las enseñanzas que imparte como a la investigación que realiza. Pero, ¿con qué dinero?

¿Qué hace el Gobierno por la UPV-EHU? Desconocemos si tiene una política definida sobre universidades, si ha hecho un plan de futuro, si ha definido prioridades, si conoce sus puntos fuertes o débiles, que haya definido "polos estratégicos" para la comunidad,... y, tampoco, que tenga un plan de inversiones para ello. Aún peor. Tras oponerse a la LOU y prometer una nueva ley (que, por otro lado, está obligada a hacer), aún se desconocen los términos de ésta. En resumen, ni tan siquiera cubre el día a día. Como para pedirle un plan de futuro y unas inversiones absolutamente necesarias.

Algunas cifras (pocas, para no marearnos). La UPV-EHU tiene una media de 16,5 alumnos por profesor, una cosa homologable (Alemania tiene 12 y EEUU, 15). Pero las remuneraciones, a pesar de suponer globalmente el 46% del gasto general (38% para EEUU, 37% para Canadá y 36% para Italia), son la mitad exactamente de lo que percibe un profesor en Irlanda o Bélgica, y están a la altura de Turquía. En el nivel de gasto por estudiante, estamos a la altura de México y muy por debajo de Cataluña o Madrid. Todo un poco de devaluado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Nuevo trimestre, ¡presupuesto nuevo, al fin! (¿No le da que pensar esto a la señora consejera sobre el uso de lo público, el sistema parlamentario o la existencia de Dios?), nuevo presupuesto, y, tal vez, cese de hostilidades. La consejería debiera renegociar discretamente sus discrepancias con la UPV-EHU. Y proyectar una política de universidades seria que sitúe a esta sociedad a la altura de los tiempos que corren.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_