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La llegada de fuel causa malestar en la costa francesa | CATÁSTROFE ECOLÓGICA

Los productores de ostras de Arcachon planean querellarse contra el Gobierno español

Acusan a las autoridades de no haber auxiliado al 'Prestige' en cuanto naufragó

Los productores de ostras de Arcachon (Francia) planean presentar una querella contra el Gobierno español "por no prestar ayuda a un barco en trance de naufragar", en referencia al Prestige, según ha manifestado Marc Druard, líder de los ostricultores de la zona. "Nuestro gabinete de abogados está analizando la viabilidad de una demanda de ese tipo", precisaron ayer fuentes próximas a los productores de ostras de Arcachon. Una delegación de esos ostricultores se reunirán hoy con mariscadores de la ría de Arosa para intercambiar información sobre la lucha contra la marea negra.

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Los ostricultores de Arcachon quieren que los mariscadores gallegos les cuenten sus experiencias en la batalla contra el vertido de fuel del Prestige, que ha alcanzado hace ya días la costa de las Landas y que ayer remitió su impacto debido a que el viento sopló del este y mantuvo alejadas las manchas. Pero los productores de ostras quieren también comunicar a los maricadores de la ría de Arousa su propósito de querellarse contra España por no haber prestado, según su versión, ayuda a un barco, el Prestige, cuando estaba en trance de naufragar. "Es una figura que contempla la ley marítima", aduce Marc Druard, líder de los ostricultores de Arcachon.

Para Druard, resulta incomprensible que las autoridades españolas no hayan tomado ejemplo de las francesas. "El caso Erika es un modelo de lo que no había que hacer. Y se ha repetido, solo que durante muchos más días", lamenta. En 1999, la prefectura de Brest, ante un SOS del Erika, desmentido medio hora más tarde, no se decidió a ordenar el remolque del petrolero hacia el puerto más cercano. En noviembre pasado, el Prestige siguió diversas direcciones frente a la costa atlántica de Galicia hasta que se partió en dos y se hundió.

La recogida y comercialización de almejas y ostras de la laguna de Arcachon sigue prohibida. "En los parques ostrícolas apenas han entrados algunas pequeñas gotas de hidrocarburo. Nuestro producto sigue sin contaminarse, pero no las playas de la zona. Y cada marea es un peligro", relata Marc Druard. "Hemos decidido aplicar el principio de precaución. No queremos que nos ocurra como en España: asumimos nuestras responsabilidades. Es un problema de honestidad. Hace 30 años que luchamos en nombre de la puereza de nuestras aguas", enfatiza.

Para algunos de sus colegas, la decisión tomada por los prefectos de prohibir el comercio de la ostra pone en peligro muchas empresas familiares. No en vano en Arcachon hay registradas 350 empresas con apenas 1000 trabajadores. "Para mí esto es una catástrofe", confiesa Joël Dupuch, que cultiva ostras que vende en su restaurante. "Si no puedo vender lo que produzco, muy pronto estaré en la ruina", pronostica.

El viento aleja las manchas

Ayer sopló viento del este, que evitó por el momento la aproximación de manchas a la costa. Queda la lucha contra el fuel prisionero de la laguna, de esas 25.000 hectáreas de agua que se renuevas dos veces al día, siempre alimentadas por un rio, el Eyre, y varios riachuelos. Lo que están en juego son 35 millones de euros anuales, una imagen de marca y miles de empleos -son decenas de restaurantes los que viven de los productos de la laguna-. El viento permitió ayer un alivio al esfuerzo humano realizado para luchar contra una catástrofe que irrita más en tanto que anunciada y en tanto que lejana.

El 90% de las ostras que se producen en Francia viven su primer año en la laguna de Arcachon, en un reducto protegido por la estrecha y arenosa bocana que permite el acceso a sus aguas. Ha bastado una noche y unos vientos caprichosos para que el refugio se convirtiese en trampa. De la misma manera que parecía imposible que el chapapote franquease las barreras naturales para entrar, ahora no consigue encontrar el camino para salir.

"Jugamos al gato y al ratón" dice el líder de los ostricultores. "Ayer, el petróleo estaba ahí. Hoy no sabemos dónde anda, pero confiamos en que no vuelva. La solidaridad que nos han manifestado los profesionales del mar nos ayuda a seguir el combate, pero la moral no basta". Druard quiere subrayar así que "la medida relativa a la prohibición de comercializar las ostras no es una medida sanitaria, sino de precaución. Nos ha costado años crearnos una imagen, tener un prestigio, y no queremos echarlos por la borda. Por eso vamos a querellarnos, por atentar contra una imagen de marca reputada. Nadie tiene que limpiar nuestros cultivos de ostras. Podemos hacerlo nosotros. Pero contra lo que no podemos luchar es contra quienes los ensucian".

Un cartel instalado en la costa de Arcachon advierte: "Peligro. Playa prohibida. Contaminación".
Un cartel instalado en la costa de Arcachon advierte: "Peligro. Playa prohibida. Contaminación".REUTERS

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