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Reportaje:La lucha contra la marea negra | CATÁSTROFE ECOLÓGICA EN GALICIA

"Nadie se acordará cuando esto acabe"

Los marineros de la ría de Arosa consiguen ganarle la primera batalla al fuel del 'Prestige' tras 48 horas de lucha en solitario

Nadie llora cuando está luchando. Y ellos llevan 48 horas peleando, casi sin descanso, para que la marea negra no les arruine la ría de Arosa. A las 10.30, la radio del Santa Elena dice, de pronto: "Los barcos a tierra, los barcos a tierra. Todo limpio de 12 millas para adentro". Los marineros se miran. Han conseguido ganar la primera batalla. Lo han hecho solos, sin la ayuda de nadie. Están cansados, impregnados de rabia y de fuel, pero también orgullosos. Lo que dicen unos emociona a los otros.

Tocado por la emoción, Juan Cebreiro se come las lágrimas como puede y dice: "Déjeme que le cuente lo que ha pasado aquí".

"Y para que lo entienda", añade Juan, "tendremos que mirar un poquito al pasado. Verá, yo tengo 71 años, pronto haré los 72. Los gallegos fuimos los primeros en emigrar. En mi pueblo, en Rianxo, casi salimos todos. Yo ya estoy retirado, pero siempre trabajé en la mar. Tuve que ir hasta Terranova, en Canadá, al bacalao. Un año embarcado pasé allí, un año sin venir, todo un año en un barco al que llamaban el Solana. Sólo dos veces tocamos puerto, y una de ellas fue en Alaska".

"La marea se acercaba y nadie venía. Supimos que había que luchar como fuera"
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"Luego estuve en Holanda. Todos emigramos muchas veces, y con el dinero que íbamos cogiendo fuimos comprando una mejillonera, una lancha... ¿Va entendiendo? Por eso el otro día, cuando la marea se acercaba y nadie venía a echarnos una mano, nos dimos cuenta de que había que luchar como fuera. No podíamos echar a perder tanto frío como pasamos cuando aún éramos jóvenes".

No lo puede remediar. Juan, que de todo aquello sólo conserva una pensión de 63.000 pesetas (378,64 euros) y una batea de mejillones, nota de repente que le fallan las fuerzas para seguir: "No tengo más palabras que decirle, señor. Y discúlpeme, que no le puedo dar la mano, que la tengo manchada".

Pero enseguida continúa: "Todos sabemos qué pasará si se arruina la ría, así que no hizo falta un capitán que diera órdenes. Lo decidió la gente. Los propietarios de las bateas fueron los primeros que salieron con las embarcaciones. ¿No ve que todas están manchadas? Mire cómo están los barcos, habrá que llevarlos a un varadero o yo qué sé. Pero había que echarse a luchar contra la mar fuera como fuera, porque no tenemos otros medios para sobrevivir. Mucho esfuerzo, sí, pero ahora nos podemos reír un poco. Aunque el susto, no se crea, sigue estando aquí dentro. Y es muy grande, muy grande".

Es entonces cuando llega una mujer enfundada en un mono blanco perdido de fuel. Intenta meter baza diciendo: "Sí, mucho tomar nota pero luego lo cortáis todo, como hace la televisión". No hay vecino de Aguiño que no esté quemado con las televisiones públicas, en especial con la gallega. Dicen que, igual que el Gobierno, ha intentado ocultar la tragedia hasta que no ha tenido más remedio que enseñar las playas cargadas de fuel.

Ramona Rivas tiene 43 años y un futuro muy difícil: "Soy una mariscadora, de la cofradía de Puebla del Caramiñal. Allí no nos entró el chapapote, ¿sabe?, pero tenemos la playa cerrada por medidas cautelares. Estos días de Navidad son los que nosotros esperamos todo el año para pagar nuestros préstamos; la hipoteca, el coche, lo que sea.Pues bien, la playa está cerrada", continúa, "y si no entra el chapapote o el fuel o como se llame, entonces no nos pagarán estos días de paro. Si entra, sí. Pero si no entra, ¿quién nos va a pagar estos días de pérdidas tan grandes. Otros años por estas fechas hemos sacado 30.000 o 40.000 pesetas al día. Haga usted el favor de preguntarle a la Xunta y a todos esos chupatintas quién nos va a pagar a nosotros. ¿Dejamos de comer? Ellos ayer comieron caliente y aquí se comieron bocadillos fríos. Deberían dimitir todos si tuvieran dignidad. Pero son unos sinvergüenzas...". Ramona se derrumba. Se ve que duda si decir algo o no.

Al final se decide, pero su tono es distinto: "¿Sabe por qué estoy tan preocupada? Yo tengo una niña con 14 meses, Sara se llama, y además tengo dos hijos metidos en la droga. Los tengo que mantener. Aunque los eche fuera unas veces, luego los tienes que volver a recoger. ¿Qué hago, si no? Me preocupa mi hija, con 14 meses. Si esto sigue así se la llevo a la Xunta y que me la mantenga. Y que a mi me lleven presa, que me da igual".

La mujer echa la vista atrás. "Desde los 12 años me gustaba ganar el dinero en el mar, me sentía realizada, me sentía orgullosa, y ahora te ves impotente, te ves... no sé. No soy mujer de limosnas. Me gusta ir con las otras mariscadoras a la playa, a las siete de la mañana, estamos allí orgullosas, orgullosas de nuestro mar y de nosotras mismas, con una niebla que no nos vemos las unas a las otras, pero sintiendo que estamos juntas, sacando adelante nuestras familias. Pero ahora, ¿quién nos va a pagar lo que llevamos llorado? Porque esto es una ruina para Galicia, ¿sabe?, y cuando esto se acabe nadie se va a acordar de los que estamos aquí. Luego vendrá la soledad y las depresiones. No quiero seguir, que cuando me entran los nervios echo pecados por la boca".

Hay mucho revuelo en el puerto. Las gamelas, unas lanchas de cinco metros propulsadas normalmente por un motor de 30 caballos, siguen saliendo hacia la isla de Bionta, cuyas playas están impregnadas de fuel. Benigno Fernández, que también fue emigrante y ahora debe andar por los 50 años, reta: "Me juego los 20 años de vida que me quedan y no los pierdo si le digo que el Prestige se fue al fondo del mar sin un litro de petróleo. Todo lo dejó aquí".

Juan Cebreiro está de acuerdo: "La culpa es de los políticos, porque ese barco pudo ser salvado, metiéndolo en una ensenada y librándolo allí del fuel. Pero lo anduvieron paseando, sembrando la mar de petróleo". Jesús Triñanes, un marinero gitano al que todo el mundo conoce por El Cubano, está especialmente triste. Ve a los chavales del instituto Lelia Doura que acaban de llegar para traer botas, mascarillas de carbono, capachos, guantes, trajes de agua... y se emociona.

Les dice: "Mirad, Fraga es como el Papa de Roma, está caducado, ya no puede ni decir misa. A don Manuel lo vimos el otro día, escondiéndose detrás del Rey, que por cierto es un señor. No os fijéis en ellos. Vosotros, los rapaces, sois los dueños del mundo, el futuro es vuestro. A nosotros nos tendréis que dar de comer cuando seamos viejos. Pero si no queréis hacerlo, tendréis razón. Mirad que mundo os estamos dejando".

Los chavales le aplauden. Son hijos de pescadores. Una se llama Patricia: "Es una vergüenza. Mientras los políticos se van de caza nosotros estamos aquí sufriendo y nuestros padres limpiando la mar". Otro se llama Alex: "Se están dejando la salud, porque es mejor dejarse la salud que quedarse sin trabajo". Y también está Erika: "Yo soy de Corrubedo y todo el mundo se olvidó de nosotros. No dejan a los voluntarios del pueblo quitar el chapapote porque dicen que todos los trajes y los guantes que tienen están reservados para los voluntarios que vengan el fin de semana".

Se ve que los profesores están orgullosos de ellos. María, otra estudiante, dice algo que vuelve a arrancar aplausos: "Fraga nos trata como a niños pequeños. Pues que lo sepa. Como Galicia se despierte, va a ser muy difícil que vuelva a coger el sueño".

Dos voluntarias hacen un alto en el trabajo de limpieza.
Dos voluntarias hacen un alto en el trabajo de limpieza.RICARDO GUTIÉRREZ

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