Observar y recordar
Hijo de un prestigioso médico católico y de una mujer judía de familia acaudalada, Marcel Proust llevó hasta los 35 años una vida indolente y despreocupada, siendo una presencia habitual en los salones de la alta sociedad parisiense. Sólo su año de servicio militar en Orleans, del cual guardó buen recuerdo, y su implicación activa en el caso Dreyfus, interrumpieron esta plácida existencia.
Había nacido en Auteuil, cerca de París, en 1871 y sufría de asma desde los cinco años. Estudió en la Sorbona y en la Escuela de Ciencias Políticas, llegando a ejercer como abogado por un breve tiempo. En 1896 publicó una colección de relatos, Los placeres y los días.
Tres años después descubrió la obra del historiador de arte británico John Ruskin, que le llevó a abandonar un proyecto de novela, Jean Santeuil, en la que se apuntan ya las ideas de En busca del tiempo perdido.
En 1903 murió su padre, y dos años después, su madre. Abatido por la pérdida pero con su situación financiera resuelta, Proust se consagró a la literatura. De esta época datan una serie de parodias de los grandes escritores franceses en las que Proust imita el estilo de Balzac o Flaubert precisamente para desprenderse de su influencia estilística. En 1909 baraja la idea de casarse con una joven, pero finalmente se encierra y retoma su gran proyecto, terminando una primera versión en 1912 de la cual sólo se publica un primer volumen cuya edición paga el propio autor. La muerte de su secretario, Alfred Agostelli, un hombre casado con el que mantenía una relación sentimental, lo deja sumido en la angustia, y la intención de publicar el resto de la obra queda paralizada al comenzar la Primera Guerra Mundial.
Tiempo de honores
Al terminar el conflicto, Proust ha revisado su obra magna, triplicando su extensión. En junio de 1919 aparece A la sombra de las muchachas en flor, junto con una reedición de Por el camino de Swann. En diciembre el escritor recibe el Premio Goncourt y su nombre adquiere talla mundial. En los años siguientes publica El mundo de los Guermantes y buena parte de Sodoma y Gomorra. El 18 de noviembre de 1922 muere en París a consecuencia de una neumonía mal diagnosticada. Su hermano Robert se encargará de publicar los últimos tres volúmenes, todavía sin terminar de corregir. En 1923 aparece La prisionera, dos años después La fugitiva, también conocido como Albertina desaparecida, y en 1927 se cierra el ciclo con El tiempo recobrado. El hombre que había dedicado 35 años a observar meticulosamente el mundo que le rodeaba dejaba así un testimonio eterno.
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