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Columna
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Réquiem

José Luis Ferris

Mientras José Luis Rodríguez Zapatero, espada en mano, besaba a Ana Botella (o viceversa) tras una tarta nupcial y ante una concurrencia zalamera y entusiasta, en las playas de Muxía el mar eructaba olas de alquitrán y de tragedia. En el instante en que la viuda de Bardem confesaba su lamentable estado de postración y de miseria económica, miles de gallegos miraban el mismo horizonte, con un rezo en la boca, esperando el minuto del milagro. Estos días, mientras agonizan sin remedio millares de gaviotas en las rocas de Fisterra o Corcubión bajo un sudario viscoso de fuel oil, en el Teatro Nacional de Mannheim (Alemania) tres mil gallinas ponedoras escuchan a Mozart en concierto sin que nada las perturbe. C'est la vie.

¿Pero qué nos pasa? Cualquiera que hace sólo unos meses hubiera leído en algún titular de prensa frases como las que acabo de citar pensaría, con una lógica de libro, o que el reportero trataba de venderle una mala inocentada, o que la realidad había alcanzado una fase tan delirante y grotesca que maldita la gracia. Sin embargo, esto va en serio y muy en serio. Lo del beso entre la santa de Aznar y el líder nacional del PSOE, para empezar, era previsible: un poco de morbo siempre viene bien y a nadie le amarga un simulacro de infidelidad tan tierno y conciliador. Asunto más delicado es, sin duda, el de María Aguado, la esposa de Juan Antonio Bardem, quien acaba de confesar en la Mostra de Cine de Valencia los graves apuros económicos que venían pasando, pidiendo incluso para comer. El otro tema, el de las gallinas alemanas, es tan cierto como que del 3 al 8 de diciembre (ahora mismo) un montón de expertos se halla enfrascado en estudiar la relación entre las melodías de Mozart y la producción de huevos; y allá que andan las plumíferas cacareando a golpe de batuta Las bodas de Fígaro o, mejor, un Réquiem; eso es, prefiero pensar que lo que cantan es un Réquiem por la gran putada del petrolero hundido, por el desastre económico y ecológico de un pueblo infinitamente castigado, por la vida enterrada bajo el chapapote que enluta Galicia y que nos pringa a todos de impotencia y de rabia, de resignación y de ira.

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