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Reportaje:

Las voces de la Alemania reunificada

Barcelona y Madrid acogerán durante los próximos días la Semana de las Letras Alemanas

Desde hace unos meses se puede apreciar en las librerías un aumento de la literatura alemana traducida al castellano. Se trata, en la mayoría de los casos, de nuevos autores por los que apuestan, no sin riesgo, pequeñas editoriales como Siruela, Acantilado, Ediciones del Bronce o Siglo XXI. Son narradores que empezaron a escribir en la Alemania reunificada, o que encontraron en los cambios políticos un motivo de inspiración, y ya hay quien los quiere ver en su país como el primer relevo en serio para la generación de Bernhard, Handke, Grass o Walser. Para presentar estas voces y reflexionar sobre el panorama literario actual, el Goethe Institut organiza en Barcelona y Madrid una Semana de las Letras Alemanas.

Un contingente de autores, muchos de la ex Alemania del Este, han traído savia nueva
Sigue presente el tema de la guerra y la culpa, pero con nuevos acercamientos
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Dos semanas en otro país

La muerte, hace tan sólo ocho días, de Siegfried Unseld, patriarca de los editores alemanes, lleva incorporada una fuerte carga simbólica. La editorial Suhrkamp, que Unseld levantó en la dura posguerra, se mantiene hoy en día como gran empresa independiente en un mercado cada vez más polarizado y agredido por las grandes compañías.

Esta situación de resistencia frente a los grandes grupos mediáticos -léase Bertelsmann, Planeta, Holtzbrink o Springer-, que se han hecho con el control de otras editoriales también históricas, se da en todos los mercados culturales de Occidente, pero acaso en Alemania es especialmente cruda.

Una razón para temer a los grandes grupos es que su voluntad igualadora del mercado contrasta con el fuerte momento creativo que está viviendo la literatura alemana. No son tiempos fáciles para el país reunificado, pero precisamente por su carácter convulso la escena literaria se ha vuelto más excitante. En las últimas dos décadas, como consecuencia de la caída del muro, un contingente de autores jóvenes, muchos de los cuales provienen de la antigua Alemania del Este, han traído savia nueva. La ciudad de Berlín, con todas sus indefiniciones, puede ser un buen ejemplo para estos cambios: la mayoría de intelectuales y escritores se han trasladado a vivir a los barrios de la antigua zona comunista -Prenzlauerberg y Mitte, sobre todo- y la lenta reconstrucción del país que les rodea, física y moral, se convierte para ellos en materia literaria de primera mano. Así, dos autores tan diferentes como la joven Inka Parei (La luchadora de sombras, Acantilado) y el consagrado Christoph Hein (Willenbrock, Anagrama) han hablado en sus novelas del frágil equilibrio vital de los berlineses en los nuevos tiempos: 'miseria', 'subsistencia' y 'desesperación' son palabras que aparecen en las críticas de sus libros. Sin embargo, esta tendencia a la aridez existencial, que gusta de los párrafos largos y las páginas sin pausas, contrasta también con una mayor presencia de los géneros literarios: la literatura policiaca o histórica tiene buenos defensores en la escena alemana.¿Cuáles son, pues, estos autores que aseguran la continuidad en la reunificación? ¿Cuáles de ellos han sido traducidos en España? Quizá Ingo Schulze (1962) sea el mejor representante de esta nómina de escritores, nacidos en su mayoría en la década de los sesenta. Originario de Dresde, trabajó en un periódico de San Petersburgo y allí situó su primer libro -33 momentos de felicidad, Destino-; su segunda obra, Historias simples (Destino) fue saludada en 1998 como la primera gran obra alemana tras la caída del muro. Sus historias utilizan la comicidad para descubrir los momentos aciagos de unos personajes -los alemanes orientales- que luchan para superar la estupefacción constante. En la estela de Schulze está Thomas Brussig (1965), nacido en Berlín este; su obra La avenida del sol (Siruela) muestra un autor amante del humor absurdo. Otra alemana oriental, Judith Hermann (1970), nacida en Leipzig, consiguió con su primer libro de cuentos -Corales rojos, Siglo XXI- un gran éxito de público y crítica.

Los escritores gozan en Alemania de un fuerte tejido de becas para escribir y premios de reconocimiento, que a menudo catapultan las ventas de las novelas escogidas. John von Düffel (1966) cosechó premios y éxito con su novela de debú, Del agua (Ediciones del Bronce), un relato poético sobre las virtudes nostálgicas y recordatorias del líquido elemento. En su primera novela, La habitación del polen (Galaxia Gutenberg, Quaderns Crema en catalán), la suiza Zoë Jenny (1974) utilizaba un lenguaje directo para contar la adolescencia difícil de una joven; las mismas editoriales acaban de publicar ahora su segundo libro, La llamada del caracol de mar. La Alemania más moderna y competitiva, la sociedad de Múnich, aparece retratada con un tono crítico en Todo vale (Alfaguara), del autor muniqués Georg M. Oswald.

Otro de los temas que sigue presente en la narrativa alemana es la guerra y la culpa por el pasado, pero a menudo con nuevos acercamientos: Marcel Beyer, traductor, poeta y novelista, suele definir su obra como un diálogo crítico con el pasado alemán. En Espías (Debate), su segunda novela, el narrador parte del ataque aéreo a Guernika, en el que participó su abuelo. Thomas Hettche (1964) ha publicado recientemente El caso Abogastt (Tusquets). Estos autores son tan sólo la avanzadilla de una nómina más larga y fructífera.

Quién sabe si arrastrados por esta oleada de nuevos narradores, otros autores menos jóvenes también han visto traducida en los últimos tiempos su obra al español. La cineasta y escritora Doris Dörrie (1945), por ejemplo, presentó la semana pasada su primera novela, ¿Y ahora qué hacemos? (Galaxia Gutenberg), una sátira de la generación del 68 que no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. El humor está igualmente presente, con un toque existencialista, en la primera obra traducida de Wilhelm Genazino (1943), Un paraguas para este día (Galaxia Gutenberg). Las cenizas del fénix (Destino), de Henning Boëtius (1939) narra la peripecia de un periodista que en 1948 sufrió la tragedia de la explosión del zepelín Hindenburg.

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