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La esfera-esfinge de Oteiza

Reflexiona el autor sobre el significado estético y filosófico de la escultura de Oteiza ante el Ayuntamiento de Bilbao

La Esfera ovoide de Oteiza frente al Ayuntamiento de Bilbao es una encrucijada en la que se entrecruzan dinámicamente las diversas vías de la Villa a modo de recirculación de contrarios y coimplicación de diversos. Su presencia estratégica ha dinamizado estéticamente a la ciudad, al ofrecerse como mediación simbólica de diferencias y reunión transversal de opuestos. Es abrazo incoado y abierto al aire y al mar, globo ferruginoso contrapunto del Guggenheim titánico; en esta función se parece a la que obtiene la escultura de la oscura Araña junto al reluciente Museo posmoderno, aunque en el caso de la Esfera se trataría de una Araña revertida desde la tierra al cielo. El cristalino puente flotante de Calatrava media precisamente el Museo cual pirámide sublimadora y la ovoide Esfera-Esfinge arraigadora.

La radicalidad de Oteiza ha sido urbanizada y domesticada por su discípulo Chillida

En una primera visión de la Esfera oteiziana en su enclavamiento, contrasta su tosquedad en hierro opaco con los preclaros edificios de cemento que la circundan, así como su propia circularidad con la cuadratura de estos. Se plantea así el primer enigma de la Esfera-Esfinge en forma de signo de interrogación, el enigma de la cuadratura o encuadramiento del círculo, ya que la Esfera queda encuadrada por las construcciones adyacentes.

Pero a su vez la Esfera pone en circulación simbólica a los habitáculos cuadrangulares que la circundan, dotando de dinamicidad su estancia estática y reciclándolos en un movimiento giratorio o rotatorio. Ahora la cuadratura o encuadre del círculo encuentra su (di)solución en la recirculación de los cuadrados. He aquí que el cuadrado y el círculo quedan así reconciliados simbólicamente; pues, además de lo dicho, ello se verifica en que la propia Esfera consta de tres segmentos curvilíneos más su apoyatura en el basamento, de modo que es una Esfera cuyo círculo se constituye en cuaternidad.

Y bien, podrá alegarse que estamos echando literatura o filosofía a la escultura de Oteiza y, en efecto, estamos echando la literatura y la filosofía que el propio artista proyecta consciente o inconscientemente en su obra. Por lo demás, la vida consiste en echarle literatura o filosofía para sobrevivirla, echarle cultura a la naturaleza para cultivarla, echarle arte a la realidad para transfigurarla.

La cuestión está en si la obra de arte aguanta nuestra interpretación, ya que sólo la auténtica obra de arte resiste que le echemos cierta literatura. Pues bien, a partir de la propia filosofía oteiziana, cabe concebir su Esfera como un ahuecamiento de la dureza de lo real, un vaciamiento de su estólica solidez, posibilitando simbólicamente un respiradero espiritual a la materia, es decir, una salida abierta. Esta salida tiene que ver con la apertura que la Esfera encarna frente a toda cerrazón, así como con una visión no centrada (centralista o concentracionaria) sino ovoide y descentrada, plural y radical, democrática. Acaso por ello uno entrevé en la Esfera una especie de dedo metálico que, proveniente de su espacio ovoide, señalaría a modo de higa al propio Ayuntamiento, sin duda por no ser (aún) ayuntamiento o ajuntamiento sino desjuntamiento o disjunción de opuestos. Se trataría entonces de un gesto de humor anarcoidal o anarcordial bien propio del creador Oteiza.

Pero aún no he terminado de ver la escultura oteiziana, y aún quisiera echarle un poco más de literatura o filosofía. Por una parte, conviene recordar que el escultor ha tratado de representar en sus esculturas de esferas, vacíos y oquedades la idea del vaciado como símbolo vasco arcaizante del origen, lo que posibilita interpretar la cultura vasca como una encrucijada entre el ser occidental y la nada orientalizante. Por otra parte, la Esfera ha simbolizado tradicionalmente el enigma esferoide del universo proyectado en una Divinidad inmanente que, como Círculo infinito, engulle, enrola o enrrolla toda finitud en su circularidad sin fin.

La Esfera ovoide expone entonces el centro descentrado y el vacío creador, el tiempo que dinamiza el espacio, la cuadratura del círculo y la circulación del cuadrado, la potencia del devenir frente al poder del ser, la Divinidad inmanente evocada como un cielo caído, un sol lunar, un globo agujereado o pinchado. A partir de la obra de Oteiza cabe interpretar el enigma que la Esfinge propone al Hombre, concibiendo a este como un ser en devenir encuadrado entre dos vacíos: el vacío o vaciado del nacimiento y el vaciado o vacío de la muerte. De esta guisa, el Hombre comparece como el que coimplica dos devenires -pasado y futuro- en el Presente transeúnte de su existencia en vilo, cuyo símbolo enigmático es esta Esfera ovoide ubicada en la rúa de la ría que va a parar en la mar del advenir.

(Posdata). He aquí que la radicalidad dracontiana de Jorge Oteiza ha sido urbanizada y domesticada por su discípulo Eduardo Chillida, el cual ha convertido en bello y aún bonito el gesto arcaizante de Oteiza. Así que Oteiza es la creación, el viento y la cultura, Chillida es la recreación, el peine y la civilización. El vacío oteiziano (no-thing) revierte en Chillida en casa o cosa (thing): tránsito del vacío matricial (uts) al relleno patricial ('la casa del padre').

De esta guisa, ambos escultores exponen perfectamente la actual ambivalencia vasca tensionada entre el pasado y el futuro en el presente transeúnte: la solución de Oteiza estaría en interpretar el futuro desde el pasado abierto, la solución de Chillida estaría en interpretar el pasado desde el futuro abierto. Pero en ambos casos la clave mediadora comparece en la apertura: en el presente abierto tanto al pasado asumido como al futuro asuntor.

Andrés Ortiz-Osés es profesor de Filosofía de la Universidad de Deusto en Bilbao.

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