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Columna
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Yo más

Josep Ramoneda

1. Las apuestas del País Vasco provocan emulación en Cataluña. Convergència i Unió sufre una potencial fuga de votos principalmente hacia Esquerra, porque el pacto con el PP incomoda a su sector más nacionalista. Con estos datos, la huida verbal hacia adelante del candidato Artur Mas, que propone un nuevo Estatuto para Cataluña, queda rápidamente situada y relativizada. Pero las motivaciones electorales de cualquier propuesta no son argumento para desautorizarla. Muchas cosas han empezado como un calentón electoral y han tenido consecuencias incluso más allá de lo deseado o previsto. La jugada electoral le ha salido a medias al candidato convergente por un error de comunicación. Al ofrecer a cambio del apoyo al nuevo Estatuto el compromiso de romper el tabú pujolista de no entrar nunca en el Gobierno de Madrid, ha convertido la noticia secundaria en principal. Con lo cual el motivo principal de su apuesta, recuperar electorado nacionalista en una situación de emergencia, ha quedado desdibujado. En muchos medios, la predisposición a entrar a formar parte de un Gobierno español se ha situado en primer plano.

2. Al proponer un nuevo Estatuto, Artur Mas quiere situarse más allá de la propuesta de reforma estatutaria de los partidos de izquierdas de Cataluña. ¿Nacionalista? Yo más. Para ello rompe absurdamente un pacto implícito en la vida política catalana, que ha planteado siempre la reforma de las instituciones desde el amplio consenso. Artur Mas quiere tener la iniciativa. De poco le va a servir porque, como ya ha comentado Pujol en privado, el problema de esta propuesta es que 'gane quien gane necesitaremos a los socialistas para llevarla adelante'. ¿Hay aquí una soterrada opción estratégica de Mas? ¿Realmente, como ha dicho alguna vez, su primera hipótesis sería la coalición con los socialistas? No lo parece, porque en su discurso sitúa siempre a populares y socialistas en el mismo renglón del anticatalanismo y sus pocas querencias positivas son para el PP. En cualquier caso, lo cierto es que Artur Mas rompe unilateralmente el consenso en la reforma del Estatuto, un consenso que forzosamente tendrá que ir a buscar más tarde. Temeroso de que su hazaña levante fantasmas, Mas inmediatamente ofrece una compromiso fuerte: gobernar en Madrid, rompiendo el vértigo nacionalista a visualizar su poder en España. Sólo que al presentarlo como contrapunto del Estatuto está adquiriendo un compromiso que no le corresponde. El Estatuto es de Cataluña, no de Convergència. La decisión de gobernar en Madrid, Mas la puede tomar por Convergència i Unió, pero no por los demás partidos. Las urgencias electorales le están haciendo andar demasiado deprisa. Las operaciones de mercadotecnia tienen estos riesgos.

3. Siguiendo la tradición del nacionalismo convergente, la propuesta de Artur Mas se mueve rigurosamente dentro de los mecanismos constitucionales: conseguir una mayoría en el Parlament, buscar el pacto que dé luz verde en las Cortes españolas y convocar el referéndum según establece la Constitución. Sus socios del PP no tienen un solo motivo para preocuparse: nadie pone en duda el marco constitucional. Todo el ruido que haga el PP será por conveniencia política, conforme al teatro de la distancia que las dos formaciones asociadas oficiarán de aquí a las elecciones, según los intereses electorales de cada casa. Artur Mas no es Ibarretxe. En este sentido, el patriotismo constitucional no debería sentirse amenazado. Lo único que le copia a Ibarretxe es la parte política -no jurídica- del procedimiento: él pone el plan sobre la mesa y los demás que se mojen. Un procedimiento que choca con la manera de entender las reformas institucionales del Parlamento de Cataluña. Los ejes del nuevo Estatuto que Mas propone son un calco de los trabajos de la comisión de autogobierno del Parlament. Si de lo que se trataba era de pasar en limpio el material de la comisión, podía haberlo hecho de acuerdo con los otros grupos. Y tendría buena parte del camino andado. El problema es que Mas no quiere tanto un nuevo Estatuto como un golpe de efecto mediático para romper la indiferencia que los sondeos de opinión muestran respecto a su candidatura.

4. La innovación ideológica es nula. El nacionalismo de Mas se inscribe en la sopa herderiana del ser, el sentimiento y la esencia. Al decirlo de un modo muy frío, muy tecnocrático, no tiene el grosor del discurso de Pujol. Pujol transmite pathos: está empapado tanto del país como de la doctrina. Mezclando personalismo francés y literatura alemana del espíritu del pueblo, Pujol creó un discurso con estilo propio. Lo de Mas es muy mecánico. ¿Un nuevo Estatuto, para qué? 'Para seguir siendo', dice Artur Mas. ¿Y eso qué es? Esta dimensión inefable del nacionalismo lo hace invulnerable a la crítica, porque lo que no se puede explicar es inexplicable. Es una creencia. Pero ¿qué queda de la creencia sin latín y sin sermón? Artur Mas no tiene las dotes de cura rural de Pujol y la creencia se resiente de ello. Con lo cual, los continuos trasvases de lo ideológico a lo pragmático, de los que Pujol hizo un oficio, en el discurso de Mas se hacen con una crudeza que chirría.

Quizá por eso resultan más chocantes -y preocupantes- algunos temas habituales en el pujolismo que aquí se hacen más agudos: la división entre buenos catalanes y malos catalanes, los que votan a partidos de aquí y los que tienen vínculos de obediencia fuera. Como si estos últimos no hubiesen sido votados por electores catalanes y no tuvieran exactamente la misma legitimidad que tiene él. Y la vinculación entre inmigración e identidad catalana. Presentar la inmigración como una amenaza para la identidad de Cataluña me parece falso e irresponsable. Falso: ¿qué pueden hacer algunos miles de inmigrantes de un montón de culturas diversas frente a una cultura instalada con todos los medios civiles e institucionales a su disposición? Agitar un temor que no existe llega a ridículos como plantear la cuestión demográfica: ¿no sabe que los inmigrantes tienden a converger en materia de reproducción con el comportamiento del país en que se encuentran? Irresponsable: presentar a los inmigrantes como una amenaza no es la manera de afrontar una cuestión tan delicada en el día a día. Afrontar los problemas no significa magnificarlos ni complicarlos.

El problema del discurso de Mas es que se le ven demasiado las intenciones. Tanto que deja para marzo la concreción de su propuesta de Estatuto para no tener problemas con sus socios del PP, que tienen que aprobarle el presupuesto. Mas busca que también esta vez la cuestión nacionalista esté en el centro de la campaña electoral. ¿Caerán los socialistas por enésima vez en tan vulgar trampa? De esto depende el éxito del plan de Mas. ¿Nuevo impulso nacionalista o maniobra de mercadotecnia preelectoral?

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