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Reportaje:

El pervertido encanto de Hawai

Paul Theroux retrata a la disparatada fauna humana de la isla del Pacífico en su última novela, 'Hotel Honolulu'

El novelista Paul Theroux es un estadounidense peculiar. Nació en Boston, Massachussets, en 1941, pero ha vivido 17 años en Londres y lleva 12 en Hawai, casado con una lugareña: una especie de exilio interior pero excéntrico desde el que mira a su país con ironía. Y, además de todo eso y de que ha ambientado sus novelas en los sitios más inverosímiles, al autor de La costa de los mosquitos le gusta Luis Buñuel: 'Pero mucho, ¿eh? Lo adoro. He visto todas sus películas, he leído sus maravillosas memorias... Me parece un genio. Y sospecho que el dinero no le importaba demasiado'.

Todo eso viene a cuento porque su última novela, Hotel Honolulu (Seix Barral), que acaba de ser publicada en España, es un fresco humorístico y generoso (500 páginas), lleno de personajes atrabiliarios y sin futuro. Vidas absurdas, situaciones buñuelescas: una novela tan divertida como llena de horror.

'Si un libro no tiene humor, no es serio. El humor ayuda a entender el mundo'

La acción sucede en un disparatado hotel rodeado de playas y cocoteros pero infestado de cadáveres, ratas, negocios turbios y perversiones: los clientes son turistas locos o asilvestrados, delincuentes de medio pelo, surferos que proclaman que Jesucristo fue el primer surfista ('andaba sobre las aguas, tío'), un carpintero que talla su ataúd durante años, una prostituta que pasa una noche con John Fitzgerald Kennedy y acaba teniendo una hija del presidente...

Una verdadera fauna. Pero la novela es realismo puro, afirma Theroux: 'Hay tipos tan raros en Hawai que esas 500 páginas sólo son una manera de empezar a contarlo. Allí no hay museos, ni cultura, ni libros. Sólo hay chicas, sol y surf. Nada, salvo cosas muy raras que nadie cuenta nunca. Es un sitio sin literatura, un lugar sobre el que nadie ha escrito'.

'Y sin embargo es un sitio estupendo, muy literario', prosigue, 'una extraña mezcla de Estados Unidos y Polinesia. Está a cinco horas de Los Ángeles, tiene McDonald's, gasolineras, institutos, pero al mismo tiempo la gente es pura América profunda, y muy patrótica: fueron bombardeados en la II Guerra Mundial. Pero la sensación que tienes al llegar allí es la misma que tendrías si fueras a Venus, o a Saturno: un planeta extraño y lejano'.

El narrador de la novela es el director del hotel Honolulu, un escritor que arrastra una larga sequía, que escapa de su pasado y que trata de iniciar una nueva vida leyendo Anna Karenina y adaptándose a la población autóctona. Por ejemplo, contando chistes que nadie entiende, como éste: 'Un tipo va al médico y le dice: '¿Es grave, doctor?'. Y el doctor le dice: 'Pues, en fin, yo no empezaría a leer una novela larga'.

Ese director honrado y observador que acaba quedándose en la isla y teniendo una hija con la hija bastarda de Kennedy podría ser Theroux, pero él lo desmiente: 'Aunque sólo tengo mi vida para poner en las novelas, no es mi historia. Es la de Hawai. Y, por cierto, lo de Kennedy pudo haber pasado. Me lo contó un amigo. Pero un amigo al que doy mucho crédito'.

El sentido del humor tiñe toda la novela, que está dividida en 80 capítulos que funcionan como relatos cortos independientes. 'Me parece imposible escribir un libro serio sin sentido del humor. Cervantes, Dickens, todos los escritores que me gustan tienen mucho ingenio, y utilizan ese ingenio para decir cosas muy serias sobre las sociedades en las que viven. Lo más difícil es mantener ese humor con el tiempo. Mi amigo el Nobel V. S. Naipaul, por ejemplo, puso mucho sentido del humor en su obra hasta 1966 o 1967, y cuando lo perdió sus libros se volvieron menos interesantes. Si un libro no tiene humor, no lo encuentro serio. El humor ayuda a entender el mundo mucho mejor que la tragedia'.

También las crisis como las que vive Estados Unidos. Para Theroux, se trata de 'una crisis ética y moral muy seria, la peor que ha vivido el país desde la guerra de Vietnam'. Y añade: 'Si no fuera por lo grave que es, sería incluso divertido, porque Bush es realmente un presidente cómico. No habla bien inglés, se ve que está ahí pero que preferiría estar en su rancho de Tejas... En cierto modo, creo que es mejor que la gente que lo rodea'. A su juicio, mucho peor es Dick Cheney, su vicepresidente. 'Cuando acabó el mandato de Bush padre, Cheney trabajo en Hallyburton, una empresa que vendió equipos petroleros a Irak por valor de 26 millones de dólares y que hizo barbaridades buscando petróleo en Ecuador. Yo lo vi. Y ése es quien empuja a Bush a ese proyecto estúpido y terrible'.

Bastante más terrible que lo del asesino del rifle de Washington, opina Theroux: 'Eso es más bien un drama teatral montado por la prensa. En el país hay 10.000 asesinatos por arma de fuego al año. Y en Suráfrica, 20.000. Al lado de eso, esto es sólo una novela mala de Stephen King'.

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