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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Veinticinco años de los Pactos de la Moncloa

Joaquín Estefanía

LA HISTORIA DE LA TRANSICIÓN ECONÓMICA es menos conocida y festejada que la de la transición política. Es natural: se trata de una parte de esta última, y además de una parte especializada. Pero no conviene olvidarla. Estos días se conmemoran los 20 años de la llegada de los socialistas al poder, pero también el primer cuarto de siglo de los Pactos de la Moncloa, aquel primer gran acuerdo entre partidos políticos para poner en orden la economía, iniciar el camino para homologarla a la de Europa y, en definitiva, facilitar la paz social necesaria y aprobar poco después la Constitución.

Los pasados martes y miércoles hizo 25 años de una reunión en el palacio de la Moncloa en la que, en medio de un gran dramatismo (un atentado de ETA en Guipúzcoa), los representantes de las fuerzas políticas oían a Enrique Fuentes Quintana, vicepresidente económico del Gobierno de Adolfo Suárez, describirles las condiciones del ajuste imprescindible y la retahíla de reformas pendientes. Recuerdan algunos de los presentes cómo el 8 de octubre de 1977 cayó una gran tormenta sobre Madrid y se apagaron las luces del salón en el que se celebraba la reunión. A la luz de las velas y acongojados por la vileza de ETA 'se escuchaba el vozarrón de Fuentes con ese estilo didáctico suyo tan característico'. Quince días después se firmaban los Pactos de la Moncloa.

Fuentes Quintana convenció a Adolfo Suárez de la necesidad de un ajuste; Abril Martorell hizo lo propio con socialistas y comunistas, y José Luis Leal, Rojo,Calzada y Lagares elaboraron los primeros textos técnicos

La suerte ha hecho que, coincidiendo con este aniversario, la Universidad de Alcalá de Henares haya concedido el doctorado honoris causa a José Luis Leal, uno de los protagonistas de aquel pacto, y que Leal dictara la conferencia del doctorado sobre Elogio de la transición. El Acuerdo de la Moncloa y la Constitución. En aquellos días, Leal acababa de volver a España después de una larga estancia en Francia, en la que tuvo que ver su anterior militancia política en el izquierdista Frente de Liberación Popular. Una de las formas de chequear los cambios que ha habido en este país en el último tramo del siglo es considerar cómo un antiguo militante antifranquista ha llegado a ser presidente de la patronal bancaria.

Leal, que fue director general, secretario de Estado y ministro de Economía con Unión de Centro Democrático (UCD), fue llamado a Madrid por Fuentes Quintana con la misión de explicar a los sindicatos la necesidad de un ajuste económico. En la conferencia cuenta el reparto del trabajo: Fuentes Quintana se encargó de convencer a Adolfo Suárez de la necesidad y urgencia de ese ajuste; Fernando Abril Martorell, vicepresidente político del Gobierno, hizo lo propio con el PSOE (reticente al principio sobre la fórmula de pactar una política económica de rigor) y con el Partido Comunista de España (Santiago Carrillo cogió al vuelo la oportunidad de situar a los comunistas en un lugar político central a través de los Pactos de la Moncloa). Una comisión formada por Leal, Luis Ángel Rojo (jefe del servicio de estudios del Banco de España), Blas Calzada (director general de Estadística y hoy presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores) y Manuel Lagares (subsecretario del Ministerio de Economía y hoy decano del Colegio de Economistas de Madrid) elaboró el programa de ajuste que luego daría lugar al Programa de Saneamiento y Reforma Económica.

Los Acuerdos de la Moncloa no fueron sólo un pacto de rentas, sino que se incluyeron muchas más políticas, algunas de las cuales determinaron el futuro económico y político de España. Y sobre todo dieron la cobertura y el tiempo para que fuese posible el clima de consenso para redactar la Constitución. Su principal éxito a corto plazo fue reducir unas tasas de inflación que llegaron al 25%; pero llegó mucho más allá: permitió neutralizar las consecuencias negativas, políticas y sociales, del ajuste económico. Uno puede legítimamente ejercer la ucronía y preguntarse qué hubiese sido de este país si entonces no se hubiera logrado aquel ejercicio de responsabilidad colectiva que, todavía hoy, resulta imprescindible para manejar otros problemas.

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