Bush intenta aplacar la indignación de los demócratas y promete unidad contra Irak
El presidente trata de reparar el consenso en el Congreso y lograr una resolución contra Sadam
El presidente estadounidense, George W. Bush, intentó ayer reparar el consenso político en torno a Irak, después de varias semanas de utilizar la amenaza de guerra con fines electoralistas. El presidente no ofreció excusas por su comportamiento 'escandaloso', como le había exigido Tom Daschle, líder de los demócratas en el Senado, pero adoptó un tono conciliatorio y se comprometió a 'mantener la unidad'. Bush anunció que la Casa Blanca y el Congreso acordarían muy pronto los términos de una resolución parlamentaria que le dejaría manos libres para ordenar la invasión de Irak.
La Casa Blanca demostró que el mensaje lanzado por Daschle había sido captado y comprendido. El belicismo permite a los republicanos desviar la atención pública de los temas que pueden perjudicarles en las elecciones parlamentarias del 5 de noviembre, pero puede acabar dañándoles si abusan de él de forma tan descarada como en los últimos días. Los estrategas de Bush improvisaron en unas horas un acto en los jardines de la Casa Blanca en el que el presidente se rodeó de congresistas republicanos y demócratas y procuró echar tierra sobre una frase que pronunció el martes y que, además de enfurecer a la oposición, alarmó a numerosos electores: 'A los demócratas del Senado no les preocupa la seguridad de los estadounidenses'. Bush no se tragó esas palabras, pero hizo lo posible para que se olvidaran pronto.
'Los demócratas y los republicanos rechazan vivir en un futuro dominado por el miedo', dijo Bush. 'Todos estamos unidos en nuestra determinación de enfrentarnos a una amenaza urgente', añadió, refiriéndose a Irak. Sugirió que la frase de la discordia no se refería a 'todos los senadores, sino a algunos senadores' que trataban de 'recortar los poderes presidenciales' con 'un exceso de regulaciones' en el proyecto de ley de creación del superministerio de Seguridad Interior.
Los líderes demócratas del Senado, Tom Daschle, y de la Cámara de Representantes, Dick Gephardt, que previamente habían telefoneado al jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, para exigirle que el presidente midiera sus palabras, dieron por buena la marcha atrás de Bush. 'El mensaje es positivo, pero sólo el tiempo dirá si, en efecto, el presidente y otros dirigentes republicanos dejan de utilizar temas como la guerra, el terrorismo y la seguridad para recaudar fondos electorales', comentó Daschle, cuya teatral intervención de la víspera exigiendo excusas a Bush tenía mucho que ver con el discurso pronunciado el lunes por el ex vicepresidente Al Gore. El tono rotundo de Gore, su denuncia del imperialismo republicano y su demanda de cooperación con la ONU y los aliados gustaron a las bases demócratas, desalentadas por la timidez de los líderes del partido. Al tomar la palabra en el Senado para criticar la desvergüenza electoralista de Bush, Daschle quería marcar diferencias con la Casa Blanca y restaurar su prestigio ante las bases.
La proximidad de las elecciones del 5 de noviembre crispa el tono político, pero, en realidad, no hay grandes divergencias respecto a Sadam Husein. Los debates parlamentarios en torno a la resolución sobre la guerra parecían ayer, como anunció Bush, próximos a una conclusión. Un sector de los demócratas defendía, como Gore, la necesidad de supeditar la fuerza de EE UU al Consejo de Seguridad de la ONU; ese grupo, sin embargo, era minoritario y estaba enfrentado a los jefes de filas de su partido. El principal obstáculo era una frase del texto propuesto por la Casa Blanca, en el que se pedía autorización para invadir Irak 'y restaurar la paz y seguridad internacionales en la región'. Eso, según los demócratas y algunos republicanos, equivalía a autorizar la guerra contra otros países en Oriente Próximo. Una fórmula de consenso que ganaba terreno consistía en sustituir 'y' por 'para'.
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