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Columna
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Tiempos y sentidos

Andrés Ortega

En el pulso entre Sadam Husein y George W. Bush estamos en esa fase que el gradualista general Wesley Clark, que llevó la guerra de Kosovo de la OTAN (sin aval del Consejo de Seguridad de la ONU), llama la diplomacia apoyada por discusiones sobre amenazas de uso de la fuerza, siendo el último estadio el contrario, la fuerza apoyada por diplomacia. Sadam Husein busca la supervivencia de él y de su régimen, y Bush, justamente lo contrario: un 'cambio de régimen'. Pero, al fijarse este objetivo, hace del fin del dictador iraquí elemento esencial de su propia supervivencia política. Husein logró sobrevivir en 1991 pese a perder la guerra. Aunque se haya equivocado muchas veces, es previsible que haga todo lo posible para evitar una nueva guerra. Los centros de gravedad están en Sadam Husein, en sus inseguros generales y, geográficamente, en Badgad. EE UU puede buscar acabar con el dictador, convencer a los generales de que acaben con él, o ir a por Bagdad. Los centros de gravedad para EE UU son la gran masa de la opinión pública, el Congreso (en vísperas electorales) y el Consejo de Seguridad de la ONU. La opinión pública está aún mayoritariamente a favor de Bush. Salvo, si se queda solo, sin aliados contra Irak. Algunos demócratas -este partido controla el Senado por un solo voto- no parecen dispuestos a darle carta blanca a Bush para 'usar todos los medios que [el presidente] considere adecuados, incluida la fuerza', para que se apliquen las resoluciones del Consejo de Seguridad, como pretende el Ejecutivo, pero tampoco se arriesgarán excesivamente a ser tachados de falta de patriotismo si se oponen frontalmente a las exigencias de su comandante en jefe. Las resoluciones de la ONU en vigor, como la 1.284 (1999), le dan a EE UU muchas palancas, entre otras para levantar y volver a imponer el embargo contra Irak, pero no hablan de 'cambio de régimen'.

Ese objetivo viene de antes y va más allá. En 1998, el Congreso aprobó una resolución de apoyo a la política de Clinton de desplazar a Sadam Husein del poder. Y un informe de septiembre de 2000, en plena campaña electoral, preparado por el think tank New American Century, en el que colaboraron Robert Kagan y William Kristol, ideólogos del neoimperialismo, y Paul Wolfowitz, hoy número dos del Pentágono, señala: 'Aunque el conflicto sin resolver de Irak aporta la justificación inmediata, la necesidad de una sustancial presencia militar americana en el Golfo trasciende la cuestión del régimen de Sadam Husein'. El famoso 'nuevo mapa' de Cheney, al que Rumsfeld ha añadido su perla estratégico-preventiva respecto a Sadam Husein de que 'la ausencia de pruebas no prueba la ausencia'.

Hoy por hoy, Bush aún necesita al Consejo de Seguridad, y más si el Congreso acaba atándole a ese mástil. Bajo presión, y para retrasar o evitar la guerra y dividir al Consejo de Seguridad, Sadam Husein ha aceptado el regreso sin condiciones de los inspectores. Ante la división de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (en el que pronto deben entrar España y Alemania), Washington ha agitado el reparto del botín, el señuelo de las concesiones petroleras en Irak (e incluso en Arabia Saudí) que interesan a muchos de los miembros permanentes. Resulta inmoral, pero no menos que los contratos europeos con Bagdad.

Si la ONU acaba por no seguirle en lo que es ya doctrina oficial de ataque preventivo, previsiblemente Bush subirá el tono para convencer a su sociedad de que él y 'algunos países amigos' -¿el Gobierno español?- resolverán 'el problema'. ¿Quién controla el tiempo, el calendario, Sadam Husein o George W. Bush? Éste tiene prisa por lograr resoluciones en el Congreso y la ONU antes de las elecciones del 5 de noviembre. Y quiere ser reelegido -sobrevivir, políticamente hablando- en noviembre de 2004, por lo que buscará que todo esto quede resuelto mucho antes, aunque la arriesgada solución puede dar paso a nuevos problemas. A Sadam Husein, aunque pierda muchas piezas, le bastaría alargar la partida para acabarla en tablas; a Bush, no. aortega@elpais.es

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