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Reportaje:EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Los palestinos temen expulsiones masivas si hay guerra en Irak

El jefe del espionaje advierte en Gaza de que Israel deportará a Arafat si estalla la guerra contra el régimen de Bagdad

La deportación de Yasir Arafat junto a la de millares de palestinos se da por segura en medios oficiales de la Autoridad autónoma, en caso de que EE UU desencadene la guerra contra Irak. El jefe del servicio secreto, general Amin al Hildi, declaró ayer a EL PAÍS, en una reunión con periodistas europeos en la capital de Gaza, que si se produce 'la guerra de agresión americana contra Irak, Israel expulsará a un gran número de palestinos a Jordania', además de 'tomar otras medidas de la máxima dureza, sin excluir matanzas indiscriminadas de la población'.

'Arafat es el presidente del pueblo palestino y sufrirá su misma suerte'. Tras una minúscula vacilación, el jefe del espionaje en Cisjordania y Gaza parece considerar la respuesta insuficiente. 'Sharon siempre ha querido desembarazarse de Arafat y lo que le ha faltado es la oportunidad. Ésa puede ser el conflicto con Irak. Cuando la atención del mundo esté concentrada en Sadam Husein, el primer ministro israelí sacará todo el provecho de la situación. Al presidente lo pueden deportar o incluso matar'.

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El jefe de Estado Mayor saliente del Ejército israelí, Shaul Mofaz, dijo la semana pasada que se arrepentía de no haber deportado a Arafat con ocasión de la ocupación de Cisjordania el pasado mes de abril. Únicamente Jericó, Belén y los dos tercios de Gaza donde aún reina la maltrecha autonomía palestina, están hoy libres de soldados, salvo incursiones a voluntad y en hora a elegir, que en la franja se suceden con ruda intermitencia.

Un estado de alerta extrema, próximo al delirio, reina en los territorios ocupados. Más de 50.000 palestinos acampan ya junto a la frontera jordana esperando cruzarla en cuanto se lo permitan las autoridades de Ammán a un ritmo de 200 diarios, y fuentes oficiosas aseguran que cerca de 100.000 palestinos han pasado ya al otro lado, por miedo a que los jordanos cierren la frontera.

Al Hildi, mediana edad tirando a tercera, habla con gravedad, pero aún le queda reserva de sonrisa. 'Hemos hablado con Ammán y el resto del mundo árabe, alertándoles de las intenciones israelíes, y los jordanos están enormemente preocupados'. Se queja educadamente de que después de los atentados del 11 de septiembre los medios de comunicación internacionales se hayan dejado influir por la propaganda israelí en la asimilación de los 'bombarderos suicidas' con el terrorismo, en general. Aquí nadie emplearía la palabra terrorista para designar a los autores de los crueles atentados contra civiles israelíes. Se habla de 'luchadores de la libertad' o de 'mártires'.

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La franja de Gaza, un árido balcón mediterráneo de 46 kilómetros de costa y una profundidad máxima de 10, ha sido relativamente respetada por las fuerzas israelíes. Un tercio de sus 440 kilómetros cuadrados está colonizado por 7.000 agricultores judíos y el Tsahal se ocupa más de protegerlos que de aventurarse más que en forma de ataques puntuales y precisos en un hacinamiento de dos millones de personas donde se cuece la ira, la frustración. El ciudadano de Gaza no está por ello sometido, al menos si no abandona su terruño, al control opresivo del ocupante y ve más que nada al israelí tras la torreta de un tanque o como piloto de helicóptero artillado. Pero incluso Gaza, según Al Hildi, sería invadida para destruir todas las instancias del poder autónomo, en caso de guerra con Bagdad.

Desde la única y modestísima altura que domina la franja, la colina en la que se alzaba la radio nacional, que fue destruida con matemática precisión hasta el último pedrusco por un ataque aéreo israelí, se ve prácticamente toda la Gaza no ocupada. A la espalda queda el paisaje del Israel anterior a la guerra de 1967; enfrente y a los lados, un mar de azoteas y techos dilapidados, de obstinados minaretes; la tierra no se ve, hay de sobra moradores palestinos y ruinosos campos de refugiados para que el territorio parezca, en realidad, una gigantesca prisión abarrotada. A más de 100 metros sobre el nivel del mar, la capital de Gaza.

Un judío ultraortodoxo porta una bolsa con restos humanos junto al autobús objeto del ataque terrorista.
Un judío ultraortodoxo porta una bolsa con restos humanos junto al autobús objeto del ataque terrorista.AP

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