'Trabajo como un gato que salta para atrapar a un pájaro'
'Actúo por instinto'. Así confiesa trabajar José María Sicilia (Madrid, 1954), que hoy inaugura una muestra en la galería Soledad Lorenzo de Madrid (Orfila, 5; www.soledadlorenzo.com) y que el próximo día 14 expondrá una selección de sus flores en la ciudad holandesa de Harlem, gracias a una iniciativa de la Sociedad Estatal para Exposiciones Internacionales (SEEI). Allí, la obra de Sicilia tendrá una prolongación en el concierto que Enrique Morente ofrecerá en la catedral gótica de San Bavo de la misma ciudad, y donde interpretará varios temas que ha preparado para la ocasión y que tienen mucho que ver con la obra del artista. Hay química entre Sicilia y Morente. Sicilia reconoce admirar al cantaor y comparten una pasión común por la poesía. Sobre todo, la de San Juan de la Cruz, cuyos versos han inspirado a ambos.
'No sé si mis obras tienen que ver con el tiempo. Más bien tratan de la luz'
El título de la muestra madrileña de Sicilia, Una tumba en el aire, es el mismo de una de las cuatro partes que la integran. Las otras son una serie de dibujos (Un despertar sin imagen), una escultura (El despertar de las lágrimas) y varios cuadros realizados en 2002 y que forman parte de La luz que se apaga, una colección de obras (óleo y cera sobre madera) que tienen como referente lejano el tema de la flor. Es precisamente este último título el que da nombre a la muestra que tendrá lugar en el Frans Hals Museum de Harlem, donde Sicilia (Premio Nacional de Artes Plásticas 1989) mostrará 16 obras realizadas entre 1995 y 2002.
Todavía sonaban martillazos y el inmisericorde crepitar de los taladros durante el paseo con José María Sicilia que se realizó ayer por la galería Soledad Lorenzo para saber del propio artista cómo entiende su trabajo. No fue tarea fácil. Sicilia no es amigo de las grandes disquisiciones y reconoce, además, ser tímido y pudoroso. Así que no habló mucho.
El catálogo que ha publicado la galería con la obra expuesta incluye una serie de anotaciones de un diario de Sicilia. Pueden leerse como sugerencias para desentrañar sus propuestas plásticas, aunque, como el propio artista afirma, no tiene porqué haber correspondencias entre lo que dicen las palabras y lo que dicen sus trabajos. Forman, eso sí, parte del rumor de fondo que los hace surgir.
-Habla en sus notas de 'un día sin presente', ¿quiere decir que sus cuadros se sitúan fuera del tiempo, sin referencia a nuestra realidad más inmediata?
-No sé si mis obras tienen que ver con el tiempo. Más bien tratan de la luz. Cuando trabajo soy como un gato que intenta atrapar de un salto a un pájaro. Es puro instinto. Quizá tenga algo que ver con una visión, con algo que encuentras dentro de una situación en la que estás lleno de incertidumbres. Claro que cuando estamos cerca de las cosas, muchas veces no las vemos. De todas formas, las ideas son demasiado vagas e imprecisas.
-¿Cómo surgieron los cuadros de la serie La luz que se apaga?
-Son manchas de luz. Empecé a trabajar en ellas durante un viaje a Pakistán. Llevaba el Corán y la luz sobre las páginas me producía la impresión de estar ante un jardín. Cuando empecé los primeros cuadros, tenía siempre cerca el Corán. Luego ya no fue necesario.
Si los cuadros de La luz que se apaga forman parte de una serie de la que ya se conocían otras piezas anteriormente, la escultura El despertar de las lágrimas es una novedad. Sicilia lleva años trabajando en ella (entre 1997 y 2002). Un montón de flores en gres policromado se derraman sobre una montaña de tierra, de la que emergen unas figuras anudadas por una suerte de sogas.
Sicilia habla de otro viaje, esta vez a la India, donde surgió la idea de la obra. 'Es un mundo incomprensible. No entiendes nada, no hay forma de encontrar el sentido de lo que allí sucede. Y, sin embargo, es un mundo, una cultura, que me fascina'.
'Para mí esta obra es el conocimiento', dice Sicilia, mientras explica que las dimensiones de la pieza son variables y que, por motivos de espacio, esta vez le da la sensación de que la montaña ha quedado demasiado cuadrada. 'Es un paisaje', dice Sicilia. Después también habla, frente a esa obra, de que forma parte de un mundo de referencias donde 'todo se llama y todo se responde'. De las dos figuras comenta que son dioses de la mitología hindú. 'Uno es Hanuman, el dios de los monos; el otro Ganesh, la divinidad de los elefantes, el dios de la fortuna'.
Sicilia dice frases cortas. Como sus cuadros, sus palabras son como manchas que pretenden revelar lo inexpresable. 'Es un basurero', dice. 'Un lugar donde se amontonan las cosas. Todo se pierde. Todo lo que se hace está hecho para ser perdido. Es un reflejo de lo que somos, de lo que vivimos'.
Una tumba en el aire, la serie formada por diferentes fotografías, da título a la exposición. Muchas de las anotaciones del diario del catálogo remiten, vagamente, a lo que las imágenes reflejan. En algunas de ellas se descubren las formas de unos tapices. Y, de nuevo, la presencia obsesiva de la luz como motivo recurrente. Sicilia ha escrito: 'Las manchas de luz se desplazan lentamente recorriendo la casa...'. Y más adelante: 'Ahora se difuminan para volverse más intensas, nos envuelven, nos ponen en comunicación y nos separan, pasan sin pasar, se quedan...'. Para terminar la anotación con estas palabras: 'Dejándonos un vacío, nos sitúan en el dintel, en la espera'.
-¿Por qué la referencia constante al tapiz?
-El tapiz es el mundo, la realidad. A veces comprendemos sus dibujos vagamente. Los entendemos a trozos, los vislumbramos... Lo que quería en estas fotografías era, de nuevo, atrapar la luz. Un día descubrí cómo entraba la luz en una iglesia. Me dije que esa luz podía ser mi tumba. Una tumba en el aire. Quise llevar esta visión al cuadro, pero no lo he logrado. Por eso, por el momento, me conformo con las fotos. Las he tomado en distintos lugares y siempre he esperado que ocurriera lo que había ocurrido en aquella iglesia. Para conseguirlo, he tenido que mantenerme a la espera.
Quedan, por último, los dibujos de la serie Un despertar sin imagen. Surgieron también en la India ('hay unos árboles donde la gente va a amarrar trapos como una petición para poder tener hijos'), aunque los realizara en su estudio. Un trabajo meticuloso, 'un poco más académico', dice. 'Mientras trabajo en ellos es como si fueran una plegaria, una letanía que uno va murmurando'.
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