Sin presencia ni ideas
La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de Johanesburgo, que concluirá el próximo miércoles, es un ambicioso intento de Naciones Unidas de conciliar el desarrollo económico y social con el respeto al medio ambiente. Tras casi una semana de negociaciones sobre un plan de acción para las próximas décadas, el pesimismo inicial ha ido atenuándose, aunque habrá que esperar al tramo final de la conferencia, del 2 al 4 de septiembre, para valorar si los países en desarrollo y Europa han logrado plasmar compromisos y plazos concretos o Estados Unidos y sus aliados en Johanesburgo han impuesto su propósito de dejarlo todo en buenas palabras.
En ese tramo final decisivo de la conferencia está prevista la presencia de más de un centenar de jefes de Estado o de Gobierno, 11 de ellos de la Unión Europea, incluidos el alemán Schröder, el británico Blair, el francés Chirac y el italiano Berlusconi. El español José María Aznar, que ocupó en el primer semestre la presidencia del Consejo Europeo, no asistirá y será el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, quien mañana se pondrá al frente de una delegación de 38 personas. Dentro de esta representación oficial no se ha incluido ningún miembro de las ONG presentes en la cumbre, al contrario de lo que sucede en otras delegaciones europeas, lo que ha llevado a las organizaciones no gubernamentales a expresar su descontento.
La ausencia de Aznar en Johanesburgo ha sido criticada por la oposición por ser una muestra de desinterés en un tema, el desarrollo sostenible, de la mayor importancia política. Pero más preocupante aún que su ausencia es la escasa capacidad de iniciativa que nuestro país está mostrando en los temas medioambientales y de cooperación al desarrollo. España no ha sido capaz de elaborar, con vistas a Johanesburgo, su propia Estrategia Nacional de Desarrollo Sostenible, y la falta de debate interno se traduce en falta de ideas que aportar en el debate exterior. Más aún, España ha ratificado el Protocolo de Kioto, que la compromete a aumentar en no más del 15% sus emisiones de gases de efecto invernadero en los 20 años que median entre 1990 y 2008-2012; pero ya ha aumentado el 33% y aún no ha logrado diseñar su Estrategia Nacional del Clima. Esto hace que ya sea prácticamente imposible cumplir con el compromiso internacional suscrito.
Con vistas a Johanesburgo, como ha hecho otras muchas veces, el Gobierno español se ha escudado en la política común europea para ocultar su carencia de propuestas propias. No es verdad que en España falten ideas. Lo que falta es un debate serio para que las propuestas que tienen muchos actores sociales se encaucen hasta convertirse en una política de Estado coherente.
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