Hamás y la Yihad Islámica juran venganza por la muerte de 15 palestinos en Gaza
Hamás y la Yihad Islámica juran venganza por la muerte de 15 palestinos en Gaza
Hamás, Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) han anunciado que vengarán la muerte de los 15 palestinos, entre ellos el jefe del ejército secreto de Hamás, Salá Shahada, ocurrida en la noche de ayer en Gaza, cuando un avión israelí lanzó una bomba teledirigida contra una vivienda en la que se encontraba el líder fundamentalista, con la intención de matarle. La operación, calificada de 'éxito' por el primer ministro, Ariel Sharon, ha conmocionado a la clase política, a la población israelí y al Ejército, que aseguró que desconocían que se trataba de un área habitada.
Un cazabombardero F-16 israelí de fabricación norteamericana lanzó poco antes de las doce de la noche del lunes (hora local) una bomba teledirigida de una tonelada sobre la ciudad de Gaza. El objetivo era acabar con uno de los líderes más buscados y activos del movimiento Hamás, el responsable de su brazo militar, Salá Shahada, considerado al mismo tiempo el delfín del guía espiritual de la organización, el jeque Abdesalam Yasin.
La operación, desde un punto de vista estrictamente militar, supuso un triunfo, ya que dio en el blanco y acabó con el líder fundamentalista, pero los daños colaterales resultaron inmensos: la esposa y una hija de 10 años de Salá Shahada perdieron la vida, así como 12 de sus vecinos, entre los que se encontraban siete niños y tres mujeres; 145 personas resultaron heridas de diversa consideración y cinco edificios de viviendas presentaban daños.
El ataque provocó la indignación de toda la clase política palestina, que calificó la agresión de 'crimen de guerra', y anunció la intención de presentar una demanda ante la nueva Corte Penal Internacional de La Haya.
Pero la conmoción no fue sólo patrimonio de los palestinos, alcanzó también a los responsables políticos israelíes, provocando la dimisión de la número dos del Ministerio de Defensa, la laborista Dalia Rabin Pelosof, hija del ex primer ministro Isaac Rabin, que anunció su retirada parcial de la vida política para dedicarse a su escaño en el Parlamento, defender el legado histórico de su padre y potenciar el diálogo con los palestinos.
La dimisión de Dalia Rabin y las consecuencias del ataque israelí sobre la población civil de Gaza, sumieron al Partido Laborista en el desconcierto. El ministro de Exteriores, Simón Peres -uno de los defensores de la colaboración con Sharon-, mantuvo un silencio hermético. Esa confusión se extendió a los partidos israelíes más radicales y belicosos, como Moledet, que, a través de su líder Benjamín Elon, se preguntaba ayer en voz alta: '¿Por qué el Ejército no advirtió la presencia de población civil en la zona?'.
'Nosotros creímos que en la casa que se iba a atacar había sólo dos terroristas . Si hubiéramos tenido información de que en el interior se encontraban civiles inocentes no habríamos atacado; la operación se hubiera aplazado, como ha ocurrido otras veces', dijo un portavoz del Ejército, que expresó su pesar por la muerte de los civiles.
Muerte de inocentes
Pero el debate sobre la moralidad de esa operación militar y la muerte de inocentes no parecía afectar demasiado al primer ministro, Ariel Sharon, y a sus portavoces oficiales, quienes dedicaron parte del día a justificarse ante las cámaras de televisión, sobre todo en los canales internacionales como CNN y BBC. El mensaje parecía claro y directo, con el asesinato del jefe de Hamás se han evitado muchas muertes israelíes.
'Ha sido un éxito; una de las operaciones más exitosas que hayamos lanzado jamás', recalcó Sharon. El primer ministro ordenó que el Ejército se pusiera en estado de alerta en previsión de posibles operaciones de venganza por parte de los radicales palestinos. Sharon asumió en solitario la responsabilidad del ataque y aseguró que la operación no había sido comunicada al gabinete de seguridad, como es preceptivo, sino al ministro de Defensa y líder laborista Benjamín Ben Eliezer.
La matanza ocurrida en Gaza ha llegado en el peor momento, pocas horas después de que la cúpula directiva de Hamás anunciara su disposición a aceptar una tregua, si las tropas israelíes se replegaban a las posiciones anteriores al inicio de la Intifada. Otra de sus condiciones consistía en que israelíes y palestinos intercambiaran gestos de buena voluntad y reanudaran el dialogo. Ese escenario no es nuevo. En enero, tras varias semanas de tregua aparente, el Ejército asesinó a un líder de la Intifada en Tulkarem, Raed al Karmi, provocando la respuesta inmediata de los radicales. La espiral de violencia aún no se ha cerrado.
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