Los 11 alcaldes de Medellín
Las amenazas de las FARC obligan a los regidores de Antioquia a dirigir sus ayuntamientos desde la capital regional
Por culpa de las amenazas de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Medellín es hoy una ciudad de 11 alcaldes. Los 11 despachan desde La Alpujarra, el centro administrativo en pleno corazón de la ciudad. Luis Pérez llega todos las mañanas en medio de una nube de guardaespaldas y se instala en el piso 12º de la alcaldía. Los otros 10, con su maletín y cada uno con un policía, de civil, siguiéndole los pasos, cruzan apresuradamente el parque de cemento del complejo de edificios municipales.
El afán es llegar pronto y asegurarse un buen rincón en los 80 metros cuadrados que tienen destinados en el edificio de la gobernación para administrar a distancia sus municipios del oriente de Antioquia.
'Frustra gobernar a distancia; es como tener una finca y no acariciar el ganado'
'Con esto y con paciencia es como gobernamos', dice Hernando Martínez mientras agita su teléfono móvil. Martínez es alcalde de San Luis, una población a tres horas de Medellín.
'Estamos en guerra permanente', dice, y de manera gráfica lo explica: 'La policía sabe que desde la montaña los vigila la guerrilla o los paramilitares; se turnan: cuando hay uno no está el otro'. Es el único de los mandatarios desplazados que no sufre esperando turno para usar uno de los dos teléfonos disponibles para ellos en la gobernación.
El pasado mes de abril, la guerrilla voló una torre repetidora y su municipio quedó incomunicado. El pasado jueves, con sus pequeños maletines, llegaron varios de sus colaboradores a buscarlo a Medellín, con la intención de realizar un Consejo de Gobierno. Fue un viaje con altibajos: en el camino fueron parados por las Autodefensas (grupo paramilitar). Es normal; en los 130 kilómetros que les separan de la capital aparecen y desaparecen retenes de las FARC, los paramilitares, los elenos (miembros de la otra guerrilla colombiana, el Ejército de Liberación Nacional, ELN).
El consejo empezó con una buena noticia: gracias a la 'diplomacia parroquial' -como llaman a las gestiones que debe realizar la población con los grupos armados-, se logró desbloquear un camino veredal.
'Es frustrante gobernar a distancia; es como tener una finca y no acariciar el ganado', confiesa el alcalde, un hombre de 50 años experto en educación comunitaria y acostumbrado a lidiar con un conflicto que dejó sin sede municipal a la población desde la toma guerrillera de finales de l999. Ahora manejan los hilos de la Administración a través de 'oficinas satélites' en el municipio. Lo hacen manteniendo un equilibrio: 'No confrontar a la guerrilla, pero tampoco paralizar la Administración'.
'Las palabras frente a las armas' es la política que practican los 23 alcaldes de Oriente, un territorio de 8.000 kilómetros cuadrados, con 650.000 habitantes, deseado por todos los grupos armados. Allí se genera el 35% de la energía hidroeléctrica del país. Está atravesada por una de las vías más importantes: la autopista Bogotá- Medellín, una carretera planeada para un flujo de 5.000 vehículos al día por la que hoy sólo cruzan unos 1.000.
La guerra convirtió esta arteria en un camino en ruinas, de puentes destruidos, llena de paradores y establecimientos hoteleros sin vida.
El pasado octubre, cansados de tanta muerte, 1.200 en seis meses, los alcaldes decidieron encarar a los armados y pedirles respeto a la población civil. Hablaron con los elenos y las Autodefensas . 'Bajó la espiral de la violencia', dicen al defender esta gestión no bien vista por el actual Gobierno.
La cita con las FARC se concretó sólo hace 20 días y terminó con la notificación de que debían renunciar, como todos los alcaldes del país, por orden del secretariado.
'Fuimos con temor', cuenta Willian Ospina, alcalde de Sonsón. Es otro de los desterrados. Historiador, nacido en ese pueblo de 48.000 habitantes encaramado en la montaña. No ha podido acostumbrarse a la ciudad, al guardaespaldas, y añora los atardeceres en su pueblo cuando desde la ventana de su despacho ve cómo la neblina empieza a bajar, a cubrir los balcones de las casonas de la plaza central.
Como sus colegas, se mueve entre dos fuerzas: paramilitares de un lado y guerrilla, de otro. 'Uno es de un lado u otro, depende de dónde se mire'. Al ELN se le ocurrió, hace poco, que tenía pactos con los paras. Esto le costó 21 días de retención.
El jueves por la tarde, los 23 alcaldes de Oriente se alarmaron por un nuevo comunicado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. En un lenguaje aún más duro advirtieron que pondrían en marcha las amenazas de 'ajusticiamiento' o 'captura' a quienes no renunciasen. Hasta el alcalde de Marinilla -que como todos los del cercano Oriente permanecían en sus pueblos sin atreverse a salir al campo- planea a partir de mañana lunes empezar a despachar desde Medellín.
Saben que las amenazas terroristas 'generan un río revuelto donde muchos aprovechan'. Pero se cuidan. 'No estamos jugando con Caperucita Roja', dice uno de los alcaldes que se ha visto obligado a buscar refugio en Medellín.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.