Putin no puede con Chechenia
La mayoría de los rusos cree que el presidente es incapaz de sofocar la rebelión en el Cáucaso y prefiere una salida negociada
El presidente Vladímir Putin goza del apoyo masivo de los rusos, pero hasta ahora no ha sabido satisfacer el creciente deseo de sus conciudadanos de poner fin a la guerra de Chechenia. Incapaces de resolver el conflicto entre la justicia y los militares de forma satisfactoria para la opinión pública, las autoridades rusas han optado por ganar tiempo en el escandaloso caso del coronel Yuri Budánov, procesado por haber asesinado a una joven chechena de 18 años en marzo de 2000.
El proceso, que se celebra en Rostov del Don, cambió bruscamente de rumbo la semana pasada, cuando ya estaba visto para sentencia. El Ministerio de Defensa anunció el cese del fiscal, Serguéi Nazárov, alegando que este mismo había solicitado en marzo retirarse por razones de salud. Hacía sólo dos semanas, Nazárov, aparentemente en plena forma, pidió tres años de cárcel y la amnistía simultánea para el acusado.
Los militares han optado por crueles operaciones de 'limpieza' entre la población civil
El martes, el presidente del tribunal ordenó un nuevo informe psiquiátrico de Budánov, que ya ha sido sometido a tres exámenes médicos por tres instituciones diferentes. El giro de los acontecimientos demorará por lo menos seis meses la sentencia del tribunal, afirma el abogado de la familia Kungáyeva, Abdulá Jamzáyev. El letrado dice estar convencido de que el nuevo rumbo es consecuencia de la atención nacional e internacional suscitada por este proceso clave para el Estado de derecho en Rusia.
La guerra de Chechenia no afecta a la popularidad de Putin, que oscila en torno a un 75%, pero sí a la imagen que los rusos tienen de su presidente. Según las encuestas del Centro de Estudio de la Opinión Pública, un 60% de los rusos cree que su líder es incapaz de resolver el problema checheno y sólo un 30% opina que puede solucionarlo. Un 60% de los rusos está a favor de que se negocie para la paz, y sólo un 30% , de continuar la guerra. Hace dos años la proporción era la inversa. Entonces, un 72% estaba a favor de la guerra, y sólo un 22%, de la paz.
La realidad de Chechenia llega a los rusos como un goteo de atentados, que de vez en cuando se convierten en horribles carnicerías. La última ocurrió en Daguestán el pasado 9 de mayo, día de la victoria sobre la Alemania nazi. La mina que mató a una cuarentena de personas, entre ellas muchos niños, había sido vendida de contrabando por los militares rusos.
El Kremlin ha fracasado en su intento de atrapar a los principales líderes secesionistas, como Aslán Masjádov o Shamil Basáyev, aunque se ha apuntado algún éxito en la política de chechenización, consistente en transferir competencias, incluidas las policiales, a los chechenos leales. Del lado de éstos se han puesto algunos comandantes militares rebeldes de la primera guerra, como los hermanos Yamádayev y Abú Arsanukáyev, ex jefe de la guardia del general Dudáiev. Arsanukáyev, que depuso las armas en 2000, ha pedido una amnistía.
Ante la incapacidad de acabar rápidamente con la guerrilla, los militares han optado por crueles operaciones de limpieza entre la población civil. Hasta ahora, el Kremlin ha mostrado muy poca determinación contra esta siniestra práctica. Organizaciones rusas de derechos humanos y entidades internacionales, como el Consejo de Europa, han denunciado la falta de aplicación de la llamada orden número 80, que establecía reglas de conducta para las operaciones de limpieza.
Grupos de derechos humanos, entre ellos Memorial, plantearán diversas exigencias a la fiscalía civil y militar el lunes en Grozni, entre ellas, que se les facilite la lista de los militares procesados por delitos en Chechenia. Esta lista es oficialmente de 33 personas, pero las autoridades rusas, tras publicar el pasado otoño una relación de 17 personas, no han dado detalles sobre la identidad de los procesados, sus delitos y el resultado de los procesos. Los activistas de derechos humanos amenazan con interrumpir el diálogo si no ven satisfechas sus exigencias.
En el terreno internacional hay indicios de un resurgimiento en el interés por Chechenia, que se vio eclipsado tras los atentados del 11 de septiembre. El ex consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca Zbigniew Brzezinski afirma en The Washington Post que la situación está madura para una solución política en Chechenia y propone al Kremlin que dialogue con Aslán Masjádov, el presidente electo de la república secesionista no reconocido por Moscú. El objetivo sería un acuerdo de paz que incluiría el derecho de autodeterminación política de los chechenos y un plan de reconstrucción económica con apoyo internacional.
De momento, el Kremlin reacciona airadamente ante voces como la de Iván Ribkin, ex secretario del Consejo de Seguridad ruso, quien, en una carta abierta, ha exhortado a Putin a conversar con Masjádov y se ha propuesto como mediador. 'El pueblo de Rusia rechaza la guerra de Chechenia', ha dicho Ribkin, según el cual Occidente apoya sólo de forma 'temporal' los esfuerzos por presentar la guerra en Chechenia como una acción antiterrorista. 'A largo plazo este enfoque, al igual que la misma guerra, nos lleva a un callejón sin salida', ha sentenciado Ribkin.
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