Daniel Buren llena de rayas y simetrías el Centro Pompidou
Bruno Racine releva a Jacques Aillagon en la dirección del museo
El artista parisiense Daniel Buren es el invitado de honor de la última gran exposición del Centro Georges Pompidou bajo la dirección de Jacques Aillagon, el hombre que desde hace apenas dos meses ocupa la cartera de ministro de Cultura y que será sustituido por Bruno Racine, hasta ahora director de la Villa Médicis en Roma. Hoy se inauguran los 2.300 metros cuadrados de la sexta planta, llena de rayas y simetrías creadas por Buren.
En la Biblia aseguran que en el principio fue el Verbo, pero Daniel Buren está convencido de que en el principio están las rayas. Blancas y rojas, pero también blancas y verdes o blancas y azules. El blanco siempre está ahí, con 8,7 centímetros de ancho, alternándose con otras tonalidades. Se trata a menudo de papel pintado, industrial, el grado cero de la pintura, dice Buren, aquél a partir del cual puede volver a pensarse la pintura.
Desde hace ya algunos años, las acciones o instalaciones de Buren tienen una dimensión arquitectónica. En esta ocasión, ha creado 70 células o habitaciones, todas distintas, siempre jugando con la simetría, con las rayas, con lo vacío y lo lleno, por las que el visitante deambula creando su propio recorrido, el espacio que desea, optando por las superficies acristaladas o por las 'cabañas estalladas', instalaciones que desde hace ya más de 20 años señalan la interdependencia entre la obra y el lugar que la acoge. Si Cézanne había arremetido contra el espacio de los impresionistas, si Picasso y Braque acaban con el de Cézanne, si Duchamp pone en solfa la noción misma de obra de arte, Buren se pregunta por el lugar donde ésta se expone y consagra, se pregunta por el museo. En su día ya invadió con sus rayas el Guggenheim de Nueva York, luego hizo lo propio con los tilos de la Bienal de Venecia y ahora ha cuadriculado toda la planta superior del Pompidou. Desde las ventanas del museo, coronando el techo del teatro municipal, del Lou-vre, del Grand Palais, del Panteón, de la Sorbona o de la torre de San Jaime, en definitiva, de una quincena de edificios emblemáticos de la capital francesa, vemos cómo ondean banderas, a rayas, claro.
Simetría
En una de las celdas o alveolos encontramos otras cuatro paredes blancas que nos cierran el acceso al interior, que sólo vemos a través del techo y de un juego de espejos. La obsesión por la simetría, por lo serial, por la repetición, conecta a Buren con una tradición arquitectónica francesa, clásica, que también tiene su eco en su modelo de jardín. Y en otro de los cubículos unas maderas recuerdan la indignación popular que acompañó la instalación parisiense de una de sus pocas obras no efímeras, la de sus columnas en medio de los jardines del Palais Royal, columnas rayadas y a partir de las cuales se organizó una campaña muy potente contra el arte contemporáneo en general y contra Buren y Jack Lang, ministro entonces del ramo y comanditario de la instalación. En el Pompidou, los insultos grabados entonces por distintas emisoras de radio que recogían las opiniones encontradas de la ciudadanía resuenan de nuevo, no se sabe si como una herida que aún duele en el ánimo de Buren o como un desafío a un tiempo pasado, a una polémica que, el simple hecho de ocupar toda una planta en el Pompidou, ya hace que aparezca más vieja y desfasada.
En cualquier caso, una polémica oportuna por otras razones: ayer mismo se conocía que el nuevo director del Centro Pompidou es Bruno Racine, hasta ahora director de la Villa Médicis en Roma. Racine, justo recién nombrado, habló ya de 'estetización del arte' como un fenómeno 'que el público no comprende, ante el que reacciona ya sea con indiferencia, ya sea con agresividad'.
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