Aznar apuesta por la seguridad como la imagen de marca de su estrategia europea
El jefe de Gobierno no descarta ampliar la exigencia de visado a más países latinoamericanos
La inmigración no aparece ni siquiera mencionada en el informe sobre el Consejo Europeo de Sevilla que el Gobierno español remitió el pasado martes al Congreso de los Diputados. Hasta ese punto ha sido improvisada la agenda de una cumbre que en principio tenía otras prioridades más discretas. El cambio de perspectiva responde a una estrategia que el presidente del Gobierno, José María Aznar, ha expuesto con estas palabras: 'Todo nos dice que la primera preocupación de la ciudadanía es la seguridad. El que no sea capaz de interpretar esto hoy, no tiene futuro político'.
Aznar, que se expresó de ese modo durante un desayuno celebrado el pasado miércoles con un grupo de periodistas, rechaza, en consecuencia, que sea necesario, o si quiera conveniente, acompañar este nuevo intento de desarrollar una política común de inmigración de mensajes más positivos que los que se deducen de las ideas sobre policía de fronteras y sanciones a terceros países que ha puesto sobre la mesa.
Dice que, por supuesto, se siente lo suficientemente 'mayor' como para darse cuenta de que 'es mucho más bonito hablar de cooperación, de las cosas que van bien', que de lo que va mal. Y bajo esta última rúbrica cita a las mafias que trafican con seres humanos y que, añade, también trafican con drogas. Pero se refiere, además, a 'las redes organizadas para quedarse con la ayuda al desarrollo'. Puntualiza que seguridad e inmigración son problemas distintos, incluso porque requieren plazos diferentes de la acción política, pero insiste en que, cuando los dirigentes no dan respuesta a estas situaciones, surgen fenómenos como el avance de la extrema derecha registrado en Francia. Y Aznar, que está a punto de poner en barbecho su futuro político en España mientras predica la necesidad de que algún ex presidente de Gobierno se haga cargo de manera estable de la presidencia de la Unión Europea, rehúye esas hipótesis que ensombrecen el futuro de Europa.
Para evitarlo, da a entender que está dispuesto, si fuera necesario, a que se amplíe el número de países latinoamericanos a los que se exige visado, aunque eso complique ulteriormente las relaciones de España con el área primordial de sus inversiones exteriores. 'El tema de los visados forma parte de las políticas incómodas que tenemos que revisar', dice el presidente, quien, tras constatar que desde que se impuso el visado a los colombianos los vuelos entre Bogotá y Madrid se han reducido de ocho a dos a la semana, concluye que 'el sistema común de visado es fundamental para Europa' y que España tendrá que participar en él por fuerza.
No parece, sin embargo, que el visado europeo ni las demás medidas que mejor definen una política común de inmigración y asilo -como la fijación de criterios, cupos y responsables de la acogida o el desarrollo de una policía europea de fronteras- sean cosa de hoy ni de un mañana inmediato. El primer ministro británico, Tony Blair, supuesto presidenciable europeo como Aznar y mentor de la nueva pasión migratoria del presidente español, al que escribió hace tres semanas una carta para pedirle que reorientara la cumbre de hoy hacia este tema, reconoció ayer que en Sevilla 'sólo se podrán marcar unas líneas generales' y no resultados concretos.
El propio Aznar parecía coincidir el miércoles en esa idea, cuando afirmaba que los cambios anunciados en la Ley de Extranjería española 'no serán necesariamente amplios', puesto que su naturaleza y temporalidad dependerá de lo que salga de la cumbre. No quiso hacer previsiones más precisas, salvo por lo que se refiere al objetivo más destacado por sus aspectos punitivos: el viejo proyecto británico de que se suspenda el acuerdo de cooperación con un país si no cumple con la obligación de readmitir a sus emigrantes ilegales o de controlar la salida de éstos desde sus fronteras.
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