La UE llega a la cumbre de Sevilla sin pactar los temas más conflictivos
La reforma del Consejo propuesta por Aznar y Solana tampoco cuenta con el consenso
Los líderes europeos tendrán bastante faena por hacer en Sevilla esta semana después de que los ministros de Asuntos Exteriores de los Quince no lograsen dar ayer pleno apoyo a la nueva política de inmigración que defienden con ahínco José María Aznar y Tony Blair, ni a la reforma interna del Consejo esbozada por el jefe del Gobierno español y por el Alto Representante de la UE, Javier Solana. Francia y Suecia estiman que la presidencia española va demasiado lejos al pretender que se castigue a los países pobres que no colaboren frente a la inmigración clandestina.
Los Quince consensuaron al menos un acuerdo de mínimos sobre la ampliación admitiendo que las ayudas agrícolas directas forman parte del acervo comunitario, aunque Alemania y Holanda se negaron a fijar una fecha para el cierre de ese capítulo, del que deberán beneficiarse los diez países que en principio deben entrar en 2004.
El ministro español de Exteriores, Josep Piqué, optimista, llegó a Luxemburgo confiado en allanar con sus colegas las labores de la cumbre de Sevilla, pero tuvo que constatar ayer tarde discrepancias sustanciales en lo que respecta a la eventual suspensión de los acuerdos de cooperación con países terceros que no colaboren en el control del flujo inmigratorio clandestino, idea que con tanto celo sostienen España, Reino Unido, Italia y Dinamarca. También constató señales alarmantes en lo que respecta a la ampliación, cuyas negociaciones deben concluir antes de fin de año, porque Alemania y Suecia, con elecciones en septiembre, no quieren comprometerse ahora a pago alguno pese a que debieran haberlo hecho este semestre de presidencia española.
'La ampliación significará un coste suplementario de 8.000 millones de euros, de los cuales una cuarta parte debe ser financiada por Alemania. No podemos aceptar esa carga aunque quisiéramos so pena de ser apercibidos por Bruselas por incumplir la disciplina financiera', ha afirmado Gerhard Schröder. Las palabras del canciller federal tienen un fuerte componente electoral, pero en cualquier caso suscitan preocupación, al igual que las de su ministro de Exteriores, Joschka Fischer, quien ha cuestionado el derecho de los países candidatos a recibir los pagos directos a los agricultores. 'Para la ampliación se necesitan reformas no sólo institucionales, sino también en la agricultura. Y en la cumbre de Berlín se acordó excluir las ayudas directas o ir suprimiéndolas de modo razonable', observa Fischer.
Debido al rechazo de Alemania, Suecia, junto al de Holanda y el Reino Unido, España propuso ayer a los Quince un acuerdo de mínimos para comprometerse a cerrar los capítulos financieros 'en su debido momento y sin prejuicio o vinculación de las negociaciones sobre otras políticas comunitarias'. España rebajó así su propuesta inicial de que ese 'debido momento' fuera octubre próximo y que lo no prejuzgado fuera 'la reforma de la Política Agrícola Común (PAC)', cuyo coste quieren rebajar los países ricos del club europeo. Fue con esas rebajas como se aceptó el compromiso, con lo que la presidencia pudo al final salvar los muebles, gracias al apoyo de Francia. El texto destaca que las ayudas directas a la agricultura forman parte del acervo comunitario. Dominique de Villepin, reconfirmado ayer mismo por el presidente Jacques Chirac en su cargo de ministro de Exteriores, aseguró en rueda de prensa que su Gobierno había logrado desbloquear el problema.
Escasa generosidad
La Comisión ha propuesto subsidios escalonados a partir de 2004 y durante diez años, algo que muchos de los aspirantes, empezando por Polonia, consideran injusto, pero que no tendrán más remedio que aceptar en vista de la escasa generosidad que se respira.
Tampoco parece un camino de rosas la reforma del Consejo formulada por Aznar con la colaboración de Solana. Todos están de acuerdo en lo sustancial, pero hay fuertes resistencias a que el Consejo tome decisiones por mayoría cualificada (Francia se opone rotundamente) y también grandes reticencias a crear un nuevo Consejo de Asuntos Generales que prepare exclusivamente la agenda de las cumbres, lo que supondrá una pérdida de poder para los titulares de Exteriores.
Bastante más positivo y con gran potencial de futuro fue el visto bueno que los Quince dieron a la Comisión Europea para negociar un acuerdo comercial y de cooperación con Irán que incluya una declaración política y un compromiso en la lucha contra el terrorismo, extremo que exigía el Reino Unido. El acuerdo supone un apoyo a la política reformista del presidente Mohamed Jatamí.
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