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Un largo historial de destituciones

Las ausencias en la Conferencia Episcopal han sido notables. Cuatro obispos que debían haber participado en la reunión extraordinaria de pederastia no lo han hecho al verse forzados a renunciar, acusados ellos mismos de abuso sexual. El primero en dimitir en marzo fue el obispo de Palm Beach (Florida), Anthony O'Connell, de 67 años, tras admitir que cuando era rector del seminario de Misuri tuvo varios encuentros inapropiados con uno de los estudiantes.

En mayo, el arzobispo de Milwaukee, Rembert Weakland, de 75 años, fue destituido por el Papa al admitir que había pagado en secreto una indemnización de 450.000 dólares a un hombre que lo acusó de intento de abuso. Weakland negó los hechos pero reconoció en una carta que, tras una 'relación inapropiada', había hecho del celibato el centro de su vida.

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La semana pasada, el obispo de Lexington (Kentucky), Kendryck Williams, presentó su renuncia al revelarse que había abusado de tres adolescentes hace treinta años. Williams, de 65 años, se ha declarado inocente.

El último en tener que abandonar su puesto ha sido el obispo auxiliar de Nueva York, James F. McCarthy, después de reconocer que había mantenido relaciones con varias mujeres.

El clima de escándalo sexual que vive la Iglesia católica de EE UU desde enero ha precipitado denuncias y renuncias, pero el historial es antiguo. El primer prelado norteamericano destituido por el Papa fue en 1990. El arzobispo de Atlanta, Eugene Marino, tuvo que abandonar entonces sus funciones por mantener relaciones sexuales con una feligresa.

En Santa Fe (Nuevo México), el arzobispo Robert Sánchez dimitió en 1993 por haber abusado de tres chicas adolescentes y tras admitir otras relaciones con mujeres. Y en 1998 tuvo que renunciar el predecesor de O'Connell en la diócesis de Palm Beach, el obispo Keith Symons, por abusar de cinco niños.

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