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PHOTOESPAÑA 2002

García-Alix explica que busca los ojos de la gente a través de sus desnudos

El fotógrafo expone 80 imágenes femeninas

Amelia Castilla

Hace nueve meses, cuando García-Alix empezó a rebuscar entre sus negativos para preparar esta muestra, decidió quedarse con las imágenes más 'sinceras' y más 'frágiles' de su carrera. La exposición, en la que se incluyen fotos de 35 milímetros que nada tienen que ver con su peculiar estilo, está dedicada a Teresa, su mujer, fallecida hace años, y está articulada como una narración en torno a un verso de Samuel Beckett: 'Quisiera que mi amor muriese / y que lloviera sobre el cementerio / y las callejas por las que camino. / Llorando a aquella que creyó amarme'.

La muestra de este autor, que retrata su propia vida y sus alrededores, recoge imágenes imposibles de mujeres, paisajes y una fotografía del propio autor en la que se refleja su parte más femenina. 'No me interesan todas las mujeres. El 99% de las personas a las que retrato son amigas y tienen una complicidad conmigo. Sería imposible retrarlas desnudas si no fuera así', aclaró el fotógrafo, que ganó el Premio Nacional de Fotografía en 1999. El premio le supuso 'el reconocimiento de la profesión y la posibilidad de llegar a mucha más gente y vender más fotos'.

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Tristes y apagados

García-Alix se mueve entre lo más tierno y lo más duro y su pasión son los individuos fronterizos. 'Revelo los negativos nada más llegar a casa y si veo que la foto respira grandilocuencia, no la positivo. Me gusta que las fotos huelan a pobre. Yo sé cómo las intuyo y me gusta dejarlas con una luz gris y apagada'. De las personas a las que se enfrenta con la cámara, aunque se trate de las fotografías más descarnadas desde el punto de vista erótico, busca sobre todo su mirada. 'Puedo estar haciendo un desnudo pero quiero sus ojos. He desarrollado una manera frontal de mirar; cuando estoy detrás del objetivo sé lo que debo enseñar. Me gusta que el observador hable con el retratado, igual que me ha obligado a mí a confrontarme con ello'.

Con esta exposición, García- Alix cierra un ciclo. No sólo porque esté empezando a trabajar en color -'es otro lenguaje y estoy aprendiendo'- o porque haya vuelto a utilizar su cámara de 35 milímetros para captar esas instantáneas, que él define como un cuaderno de bocetos, sino también porque 'con la edad' ha aprendido algo que antes sólo era intuitivo: 'Busco la tristeza a través de la cámara'. Su único límite es que le gustaría hacerlo mejor. 'Cuando hago fotos, nunca tengo una idea preconcebida, una vez que cojo la cámara entro en trance, con ella en la mano me veo obligado a pensar'.

García-Alix se niega a que se le califique como fotógrafo de la movida madrileña. 'Fotografíé mi propia movida, mi cuarto de baño y la cama donde me había acostado con una mujer. No iba por la noche a Rock-Ola con la cámara en las manos. He hecho muy pocas fotos por la noche porque lo más normal es que hubiera vuelto a casa sin las cámaras'. En esa época de ebullición creadora, García-Alix, con un grupo de motoristas, puso en circulación una revista, El canto de la tripulación, de la que sólo queda 'la ruina, las exposiciones, la experiencia y las fiestas'. 'Hoy día ya no se puede ser pirata', dice el fotógrafo. 'No se pueden vender revistas sin código de barras; los dos últimos números los vendimos contrarreembolso, era la única forma de evitar pagar al librero y al distribuidor. Sigo creyendo en las causas alternativas'.

<b></b><i>Kerstin</i> (1989), de Alberto García-Alix, que se exhibe en el Museo Antropológico.
Kerstin (1989), de Alberto García-Alix, que se exhibe en el Museo Antropológico.RICARDO GUTIÉRREZ
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