Un hijo con cáncer
Cuando mi hijo tenía 12 años, se le diagnosticó cáncer. Hoy, ocho años después, superado el tratamiento, aún no ha remontado el vuelo definitivo, por las dificultades médicas para suplir los 20 centímetros de su tibia. Tras un año de quimioterapia, 15 operaciones, muchas hospitalizaciones e infinidad de consultas, sólo tengo agradecimiento a los médicos, enfermería y auxiliares que le han ayudado en el hospital de Cruces.
Sin embargo, pese a tener buenas perspectivas, se encuentra atrapado en su vida escolar con las barreras lógicas para llenar los vacíos generados por la extraordinaria situación que le ha frenado sus asistencia a clase. La consejería de Educación habilita unos servicios -unidades educativas hospitalarias y asistencia domiciliaria- de gran eficacia, pero insuficientes, ya que al cubrir sólo la enseñanza obligatoria, no tienen en cuenta que, en muchos casos, la enfermedad va más allá. Se precisa una ley que articule otros servicios, que potencie la plena integración de nuestros hijos discriminados por una amarga enfermedad.
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