La bodega septentrional
Señorío de Otazu ha recuperado en Echauri la finca dedicada a la vid situada más al norte de Navarra
Más al norte de Señorío de Otazu se encuentra Burdeos: no hay bodega en Navarra por encima de esta finca situada entre Echauri y Cizur Mayor. A esta singularidad geográfica hay que sumar las virtudes históricas y arquitectónicas para completar el dibujo de una de las bodegas más interesantes del País Vasco, Navarra y Rioja.
Otazu y Eriete son dos señoríos hermanos, separados por 350 hectáreas, de las cuales 110 son de viñedo. Ambos responden a la estructura clásica de finca autosuficiente, con palacio, dependencias agrícolas y viviendas para los empleados. En Otazu hay que añadir además una iglesia románica y una torre de defensa que completan un conjunto único, del que estaría más que orgulloso su propietario, el marqués de Echeandía. Eriete, por su parte, perteneció a la reina Fabiola de Bélgica.
Pero los tiempos modernos son más prosaicos y la finca pasó a manos de Ebro Agrícola, una empresa que utilizó las tierras para cultivar remolacha, que no prestó ninguna atención a los elementos históricos de estos señoríos e incluso incorporó unos horribles pabellones a Eriete. Por fin, en 1989, Gabarbide SA adquirió estas propiedades para recuperar una dedicación centenaria al cultivo de la vid y la elaboración del vino.
Así es, aunque por situación geográfica pueda parecer una extravagancia. En estos terrenos se han cultivado viñas por lo menos desde la Edad Media, como refleja la documentación del señorío. Tal era la dedicación que, en 1860, cuando se levantó el edificio de la bodega a mitad de camino entre Otazu y Eriete, era la mayor bodega de Navarra.
Con estos antecedentes, los responsables de Gabarbide plantaron cepas de tempranillo, merlot y cabernet sauvignon para los tintos, y chardonnay, con la que elaboran una de las referencias imprescindibles de la bodega, ese vino blanco para el que se reservan las mejores barricas. La elaboración mediante un cuidado batonage les ha llevado incluso a buscar un tapón que no sobresalga de la barrica para poder rodarlas en la bodega y aliviar este trabajo tan meticuloso.
El espacio en el que se conservan las barricas refleja fielmente el gusto y el cuidado con el que se ha recuperado el edificio de 1860 y se han levantado las dependencias anexas. El proyecto, dirigido por el arquitecto Jaime Gaztelu, ha conservado prácticamente intactos el exterior y el interior de la construcción. Los calados, sin embargo, se han remozado por completo para conseguir una bodega con nueve bóvedas impresionantes. La ordenación de las cerca de 3.000 barricas de roble francés, en dos alturas, colabora en el deslumbramiento del visitante ante este espacio.
Aquí envejecen los vinos del Señorío de Otazu, con un cuidado exquisito que nace en la propia viña. Sirva de referencia el proceso de vendimia, que se realiza con máquinas sensibles sólo a los granos maduros, y de noche, para que el grano entre en bodega con la temperatura adecuada, unos 10º.
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