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Ascherson se sumerge en el mar Negro para iluminar el presente

El escritor escocés habló ayer sobre los mitos de los nacionalismos

José Andrés Rojo

Su libro El mar Negro. Cuna de la civilización y la barbarie (Tusquets) apareció hace más de un año, pero Neal Ascherson estuvo ayer en Madrid para dar una conferencia en el Círculo de Bellas Artes sobre algunas de las cuestiones que aborda, como la creación de las identidades nacionales. 'No existen nacionalismos buenos o malos', comentó en una entrevista, y advirtió: 'No tiene sentido demonizarlos'.

En su ensayo, Neal Ascherson (Edimburgo, 1932) escribe que 'el mar Negro es la masa de agua muerta más grande del mundo'. Por debajo de 'una línea oscilante que se sitúa entre 150 y 200 metros de la superficie' no hay vida. El agua allí está impregnada de ácido sulfhídrico, 'una de las sustancias más mortíferas que hay en el mundo natural'.

'Es un dato', explica Ascherson, 'no la denuncia de un problema químico que, por el momento, no tiene arreglo'. El libro de este historiador, arqueólogo y periodista escocés no se ocupa especialmente de los problemas medioambientales del mar Negro. Es, más bien, un peculiar libro de viajes que salta de una zona a otra y que reconstruye diferentes momentos históricos de una región donde los conflictos parecen permanentes. De la época de Heródoto a la caída del comunismo en Rusia, tal es el arco temporal que permite a Ascherson abordar un sinfín de cuestiones que siguen pesando en el presente, como los conflictos entre distintas nacionalidades, o cómo cada una de éstas inventa sus señas de identidad.

Dos de los conceptos que Ascherson analiza son los de civilización y barbarie. 'El término de barbarie surge como resultado de un discurso de superioridad', dice. Se produce en la Atenas del siglo V antes de Cristo cuando la ciudad se convierte en potencia imperial y necesita oponer a la civilización griega la barbarie escita. 'Es una invención de los intelectuales metropolitanos, Esquilo y Eurípides en este caso. No surge en el interior de dos pueblos distintos que, pese a sus diferencias, conviven en un mismo territorio. Es un concepto ideológico, como el que han inventado Huntington y otros a propósito del islam, y cuyo sentido es diferenciarse de los otros'.

Ascherson habla con pasión de Heródoto, que escribió sobre los escitas, a quienes visitó en las costas del mar Negro, y cuenta que al historiador le fascinaba una cultura que era distinta pero que jamás entendía como inferior a la suya.

Y es que ése es uno de los grandes asuntos que trata Ascherson en su libro, y sobre el que habló ayer en su conferencia. El problema de las identidades nacionales, cómo surgen, cómo se crean, cómo entran en conflicto. 'En todo nacionalismo hay dos dimensiones. Una que mira al pasado, y que forja los mitos de sus orígenes. Y otra que mira al futuro, y que sugiere que su independencia va a ser beneficiosa para sus pueblos. En todo nacionalismo hay una mezcla de las dos cosas. No hay un nacionalismo cívico, bueno, y otro étnico, malo. De lo que se trata es de entenderlos, no de demonizarlos'.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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