La revolución de Bad Bunny se llora y se perrea en su fabuloso nuevo disco
En ‘Debí tirar más fotos’, su sexto álbum, el músico ofrece un festín de ritmos y letras sociales (también de sexo) para reivindicar la identidad cultural de su tierra, Puerto Rico
Alegría para los infatigables detractores del reguetón: el año arranca con un nuevo trabajo del actual emperador del género, Bad Bunny. Hora de echar mano a toda la artillería de lugares comunes: que no sabe cantar, que eso no es música, que vaya basura, que, que, que… El artista puertorriqueño, además, no se esconde e incluye en el disco reguetón del bravo, sucio, con ritmo canónico y mucho “chingal” y “bellacona”. Así que, preparen las descalificaciones y los chistes de trazo grueso. Otros, mientras, disfrutarán de este fabuloso álbum de tintes comprometidos que se puede bailar, sentir, llorar y hasta sentir el palpitante orgullo de los músicos que participan.
Debí tirar más fotos es el sexto trabajo de Benito Antonio Martínez Ocasio (Puerto Rico, 30 años), anunciado solo diez días antes su edición, que ocurrió la tarde-noche del 5 de enero, horas antes del Día de Reyes. Conviene alertar sobre esta circunstancia, tan poco habitual en las estrellas del pop, que prefieren comunicar con mucha antelación sus lanzamientos. Benito apuesta por el factor sorpresa para un disco donde regresa a su tierra, Puerto Rico, casi más para una sanación personal que para una reivindicación al exterior de sus raíces, que también. Encumbrado como el artista más escuchado (ojo: cantando en español) en los últimos años, Benito ha vivido en Nueva York o en Los Ángeles como la superestrella que es y con la consiguiente desconexión de lo que ocurre allí afuera y de la realidad donde creció. Tocaba, pues, analizar cómo están las cosas en casa.
En la canción titulada Eoo expone las intenciones del álbum: “Estás escuchando música de Puerto Rico, cabrón. Nosotros nos criamos escuchando y cantando esto, en los caseríos, en los barrios. Desde los 90 hasta el 2000 por siempre”. Miente un poco, porque si algo tiene el artista latino es una intención de reinventar géneros, de estirar la fórmula, de ir más allá, de bombear nueva vida a estilos con décadas de existencia. Las canciones de Debí tirar más fotos son un festín donde el aficionado atento encontrará hallazgos originales aquí y allá, además de sorpresas: cuando lo más sencillo es seguir con un estribillo indudablemente pegadizo, surge un giro que convierte una salsa en un efervescente house.
Hay varios reguetones en este disco, pero ofrece mucho más: salsa periodo Fania, son, guaguancó, música jíbara de las zonas rurales de Puerto Rico, boleros, y también hip hop, trap o electrónica. Todo hilvanado con una instrumentación amplísima, con trombones combinando con sintetizadores, programas de ordenador mezclados con congas, marimbas asociándose con bases raperas. Buena parte del álbum está ejecutado por jóvenes de la Escuela Libre de Música de Puerto Rico, chicas y chicos que exudan entusiasmo, sentimiento que se percibe en un trabajo enérgico, inspirado.
El viaje que propone Bunny empieza en Nueva York, donde en las décadas de los sesenta y setenta los músicos puertorriqueños acudieron a buscarse un sueldo vendiendo sus embriagadores ritmos caribeños. Nuevayol, que así se llama la pieza, incluye un fragmento de Un verano en Nueva York, salsa setentera cocinada por Andy Montañez y El Gran Combo de Puerto Rico. A partir de aquí comienza una revolución rítmica y social. El concepto artístico lo desarrolla por medio de los ritmos de su país, desde la plena puertorriqueña de finales del siglo XIX hasta la explosión del reguetón en los años noventa del siglo pasado. En cuanto a la vertiente política, Bunny huye de lo panfletario y se focaliza en poéticas y sutiles denuncias. En Bokete, por ejemplo, narra una historia de desamor utilizando la analogía de los hoyos, los que socavan muchas vías y carreteras de Puerto Rico, un símbolo de lo averiado que Bad Bunny ve a su país.
Existen mensajes más explícitos, como en Lo que le pasó a Hawái, una de las joyas del disco. El artista alerta sobre que a Puerto Rico le puede pasar lo que a Hawái, convertido en uno de los 50 estados de Estados Unidos después de arrinconar a la población nativa (Puerto Rico disfruta de una situación especial: ejerce un autogobierno con respecto a EE UU, pero en muchos aspectos rinde cuentas a un territorio que acaba de elegir presidente a Donald Trump). La gringificación. En esta canción surgen versos rabiosos y tristes: “Quieren quitarme el río y también la playa, quieren el barrio mío y que la abuelita se vaya. / Aquí nadie quiso irse, y quien se fue, sueña con volver. / Que no quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawái”. Bad Bunny la canta con toda la pena del mundo y su mensaje es universal: cómo las élites económicas están arrebatando salvajemente la identidad cultural de los países y las ciudades. Les sonará bastante a los que habitan el centro de Madrid, Barcelona, Las Palmas o Málaga.
Lo que le pasó a Hawái se incluye en una sensacional parte final del disco. Allí aparecen Turista, un bolero fantasmal que habla también de la turistificación; Café con Ron, llena de humor, salsera (tremendas percusiones), fiesta, diversión y resaca; o DTMF (iniciales de Debí tirar más fotos), hermosa, a ritmo de son, y con una letra en defensa de las identidades de la isla y la asunción de la madurez (“Ya no estamos para la movie y las cadenas, estamos para las cosas que valgan la pena”), además de contener unos versos que muchos podrán suscribir: “Debí tirar más fotos de cuando te tuve, debí darte más besos y abrazos las veces que pude”. Transmite en su voz Bad Bunny una aflicción con la que se nace, y que explota especialmente en este trabajo, además de exhibir un sabroso repertorio de jerga puertorriqueña que se adapta perfectamente a los géneros musicales que trata. Otros llamarían a esto flow.
El narcisismo de Benito no debe ser pequeño y se empeña en grabar discos extensos cuando pulidos quedarían mejor. Este contiene 17 piezas y se marcha a los 62 minutos. Sí, le sobran tres o cuatro piezas, como Perfumito nuevo o Veldá, que comparte con compatriotas (todo aquí respira Puerto Rico) como Rainao, Omar Courtz y Dei V, y que parecen más canciones de los colaboradores que del protagonista, que se mantiene en un segundo plano.
No colaboran, pero están presenten tres artistas españoles. Dos de forma evidente: Rosalía, a la que nombra en una canción (“Yo no pierdo tiempo, yo las cambio como Rosalía”: busquen en X y leerán varias teorías sobre el significado); y Jarabe de Palo, ya que en Welltita canta: “Y por un beso de la flaca, yo daría lo que fuera” (otro punto para ti, Pau Donés, allá donde estés). El tercero es C. Tangana, porque varios pasajes del álbum recuerdan a su disco El Madrileño, como el sonido de teclados y vientos en el comienzo de Baile inolvidable; la textura típicas de Alizzz (productor del disco de C. Tangana) en Bokete, o los coros jaleosos en DTMT.
El álbum se cierra como empezó, con salsa, y una letra donde cuenta la historia de sus padres. “Un aplauso para mami y papi, porque en verdad rompieron”, recita Bad Bunny. Tanto como el hijo...
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