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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los Rosales, García Lorca e Ian Gibson

Contestación al artículo Mercadeando con Lorca: Si alguien mercadea con la muerte de Federico García Lorca, ése es Ian Gibson. Tres farragosos libros, que como la Santísima Trinidad son el mismo, hacen que el hispanista lleve treinta años exprimiendo el drama lorquiano. Pauta respetable la suya, pero el mercader que rompe cualquier convenio tácito de respeto se convierte en mercachifle. Si el lector se pregunta por qué digo esto, le remito al artículo publicado en EL PAÍS Andalucía el pasado 1 de mayo.

Conviene recordar que numerosos historiadores, asegurando que es la cierta, vienen manipulando la epopeya humana desde el pensamiento heredado, intereses o posiciones ideológicas. El novelista, sin embargo, admite de antemano que su relato contiene parte de ficción. Por tanto, la veracidad del texto no está en el género literario elegido, sino en la condición del escritor, en su capacidad de análisis y, entre otras cosas, en el talento para discernir con objetividad la información. Capacidad que el hispanista lorquiano parece haber perdido al mezclar mi novela con las otras atropelladas, injustamente, en su artículo. La novela, en este caso El silencio de los Rosales, es un valioso instrumento que llena de vida a los personajes que contiene, reconstruye los hechos de una forma amena y fluida, con tanta veracidad o más que cualquier otro medio literario. Esa es la ventaja frente al ensayo que, cargado de citas, lo cual puede resultar un peñazo, no garantiza la veracidad. Por ejemplo: el que me señala como mercader retuvo en su poder las anotaciones de Agustín Penón, tomadas en la Granada del 55, sobre la muerte de García Lorca. Investigación que Gibson hizo suya, menos mal que la amplió, arrastrando los errores del barcelonés y sin citar la fuente: Penón. Mi tío, José Rosales, no estaba casado en 1936, parece un dato tonto, pero no lo es. José Rosales vivía en la casa paterna, calle Angulo, 1; allí Federico pasó sus últimos días, lo que hace de mi tío un testigo aún más fundamental.

El que escribió sobre mis progenitores, en mi opinión de forma blanda y desacertada (no se le dijo nada), ahora, velando por sus intereses cual viuda lorquiana, me indica lo que tengo que escribir sobre mi familia, el límite, y cómo contarlo. ¿Censura? Me troncho. También quiere que cite mis fuentes de información, le voy a dar una pista: Soy Rosales. Los investigadores se han preguntado muchas veces: ¿Se podría haber salvado la vida de Lorca? No me cabe duda. Si la familia de Federico hubiese avisado del desliz de Concha (dispusieron de 24 horas), de los últimos registros efectuados por los perseguidores del poeta en la Huerta de San Vicente, y si el propio Federico no hubiera sido tan tozudo, no habría muerto en aquellas circunstancias. Me produce algazara la coletilla paternalista con la que mi instructor termina su artículo. En la Granada y en la España actual respetamos la poesía y la persona de Federico García Lorca, no nos lo tiene que decir nadie.

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