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Entrevista:TARSO GENRO | Alcalde de Porto Alegre

'No somos la izquierda ortodoxa'

Tarso Genro (São Borja, 1947), alcalde de Porto Alegre, capital del Estado brasileño de Río Grande do Sul, e impulsor del Foro Social Mundial, es uno de los políticos más originales de la nueva izquierda. Desde la alcaldía ha promovido experiencias tan sugestivas como la elaboración participativa de los presupuestos municipales, aplicando sus tesis de que es necesario restablecer 'el control público del Estado'. Miembro de la dirección nacional del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), Genro estuvo en Barcelona invitado por la Universidad Pompeu Fabra, donde pronunció una conferencia y participó en un coloquio.

Pregunta. ¿Cómo se contempla el fenómeno de Le Pen, en cierto modo antiglobalizador, desde la izquierda latinoamericana?

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Respuesta. Una utopía de la derecha. Hay reflejos universales en el proceso de globalización. La destrucción de las visiones nacionales tradicionales, genera reacciones diversas: conservadoras, conflictivas o de adhesión sin condiciones al proceso de globalización. El lepenismo, por ejemplo, es una reacción nacional que tiene unas raíces históricas concretas, que parte de la visión moderna de nación, pero deformada por la óptica de la xenofobia. La izquierda tiene parte de responsabilidad en este fenómeno porque no ha sabido articular un proyecto alternativo que integre el proyecto nacional con un modelo de cooperación interdependiente democráticamente establecida. El proyecto neoliberal no tiene una respuesta cultural ideológica articulada, tiene una justificación ideológica a posteriori, una cultura derivada de la dominación económico-financiera sin elementos humanistas que permitan la integración. Pero la izquierda europea ha respondido al proyecto neoliberal sólo con la alternativa de aplicarle una graduación, es decir: un poco menos de sumisión al capital financiero, un poco menos de desreglamentación.

P. ¿Propone una vuelta a una economía planificada?

R. No. Lo que se plantea es desarrollar un modelo innovador de un mercado socialmente regulado, con una referencia política a largo plazo, en el que la legalidad mercantil esté sometida a un proyecto de un nuevo tipo de sociedad, un nuevo modo de vida. Ni somos la izquierda ortodoxa al viejo estilo ni nos dedicamos a gestionar con moderación el proyecto neoliberal. Tenemos un proyecto nuevo basado en una cuestión fundamental: ¿como llevar a cabo el control público del Estado? Se trata de que la sociedad, los ciudadanos se reapropien del Estado, recuperen la representación que delegan en el proceso electoral. La principal causa de la enajenación política es la separación radical entre los delegantes y los delegados, porque en la lógica de la globalización no hay otra alternativa que la integración subordinada. Cuando hablamos de radicalización democrática queremos decir el control público del Estado. Una relación de tensión y de delegación permanente.

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P. ¿Más Estado?

R. No más Estado, sino Estado más controlado por la ciudadanía. El tamaño del Estado es una cuestión instrumental. No se trata de estatalizar la sociedad civil, se trata de civilizar el Estado para que retorne a su condición pública. Ésta es la nueva dialéctica para una izquierda moderna.

P. ¿Qué posibilidades hay de llevar a cabo este objetivo en Brasil?

R. Nuestro problema es cómo autonomizar el desarrollo nacional de la lógica del capital financiero. Porque hay un instrumento concreto de control sobre el desarrollo de mi país que es la deuda pública, interna y externa. El punto de partida es crear condiciones para un proceso de acumulación de riqueza, pública y privada, interno, que nos permita, gradualmente, liberarnos de la deuda.

P. ¿Cuál es el nivel de acumulación de capital en Brasil?

R. Brasil tiene una de las peores concentraciones de ingresos de renta del mundo. Menos de un 4% de la población tiene la mitad de la riqueza del país. Hay espacio para una política distributiva real, concreta, no utópica, a través de redistribución de los ingresos, pero sobre todo a través de políticas de salarios mínimos, de un mínimo de decencia, de contraprestaciones del Estado.

P. ¿En qué se diferencia Brasil de Argentina?

R. No hemos tenido tan mala suerte. Ni siquiera Cardoso cometió los enormes errores de la clase dirigente argentina, que liquidó su base productiva y no colocó nada en su lugar. En Brasil, incluso durante la dictadura, se abrieron espacios para la industrialización.

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