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Reportaje:

Las incógnitas de Milán

El Gobierno italiano reconoce que hay 'elementos extraños' en el choque de la avioneta contra la torre más alta de la ciudad

Las autoridades italianas han necesitado 20 horas para reconocer que en el choque de una avioneta contra la torre más alta de Milán, el pasado jueves, 'hay elementos extraños'. El ministro de Infraestructuras, Pietro Lunardi, declaró ayer en el Senado que 'antes del 11 de septiembre podría haberse hablado simplemente de fatalidad, pero después de esa fecha hay que comprobarlo todo minuciosamente'.

La conclusión del Gobierno es la misma a la que habían llegado la mayoría de los ciudadanos de a pie apenas se difundieron las imágenes del Pirellone atravesado casi de parte a parte por la avioneta, que se estrelló en perfecta línea horizontal contra la inmensa torre de cemento armado, vidrio y metal. Dos abogadas de la Administración regional resultaron muertas en el suceso, además del piloto. Tres personas permanecían ayer hospitalizadas con heridas graves.

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A los mandos de la avioneta, una Piper Aero Commander, que había despegado del aeroclub de Locarno, en la vecina Suiza, a las 17.15, iba sentado un maduro y experto piloto, Luigi Fasulo, de 68 años, que a las 17.47, como si obedeciera a un plan premeditado, lanzó su pequeña aeronave a 300 kilómetros por hora contra el edificio más emblemático de Milán. Las hipótesis que barajaba ayer la fiscalía de la capital lombarda para explicar un comportamiento tan anómalo son tres: o bien el piloto sufrió un desvanecimiento de gravedad desconocida, o se distrajo mientras intentaba arreglar manualmente el tren de aterrizaje, o, como ha declarado imperiosamente Marco, uno de sus dos hijos, Fasulo 'se suicidó'. Pero lo que no ha podido explicar nadie de forma convincente, hasta el momento, es cómo pudo sobrevolar Milán, una maniobra teóricamente prohibida, y a una altura escandalosamente baja, sin disparar la alarma aérea, que se suponía activada en todas las grandes ciudades del mundo occidental desde los atentados del 11 de septiembre.

De acuerdo con el controlador de la torre de Linate que mantuvo el contacto con la avioneta de Fasulo hasta poco antes de que se estrellara, el piloto se comportó con normalidad hasta un determinado momento, cuando interpretó erróneamente las instrucciones transmitidas por la torre a un helicóptero. A partir de ahí, Fasulo toma altura en dirección norte, y no oeste-sur, como se le indica. La torre advierte al piloto del error y éste responde: 'Estoy resolviendo mi problema'. Fueron sus últimas palabras. El controlador le pide que se sitúe en fila para aterrizar en la pista 36 (la pequeña, destinada a aviones de turismo está cerrada), pero la avioneta no atiende las instrucciones y enfila el morro en dirección a Milán. El controlador ha asegurado que intentó ponerse en contacto con Fasulo en dos ocasiones sin obtener respuesta. El pequeño avión sobrevolaba ya corso Buenos Aires en dirección a la torre Pirelli.

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Familiares y conocidos de Luigi Fasulo han declarado que el piloto tenía serios problemas financieros y la fiscalía se dispone a investigar qué hay de cierto en estas afirmaciones. Se ignora cuáles eran sus condiciones de salud y la naturaleza de sus relaciones familiares. Y, sobre todo, hasta qué punto había quedado grabado en su mente de piloto el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York.

El ministro Lunardi llamó ayer la atención sobre el peligro que supone la libertad de movimientos de pequeñas avionetas. 'Ante casos como éste, somos verdaderamente impotentes. ¿Qué se debería hacer? ¿Abatir todos los aviones que sobrevuelan los centros habitados? Dejo a ustedes la respuesta', dijo en el Parlamento. La pregunta también se la han hecho otros, como el vicesecretario general de Naciones Unidas, el italiano Pino Arlacchi, quien aseguró ayer, durante un seminario en Turín, que lo ocurrido en el edificio Pirelli 'ha sido un accidente, pero habría podido no serlo, porque pequeños aviones escapan a todo control y representan un gran problema en la lucha contra el terrorismo'. Arlacchi dijo que prohibir ese tipo de aparatos de uso privado sería una decisión 'extrema, que restringe una libertad del ciudadano, pero, por otro lado, un pequeño avión que vuele a baja cota no es visible, y eso es una amenaza'.

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