Europa, humillada
La Unión Europea, y no sólo Arafat, ha sido humillada por ese personaje que se llama Sharon. Éste decidió dejar pasar a entrevistarse con Arafat, prisionero en una inmunda parte de lo que queda de la sede de su Autoridad en Ramala, al enviado especial de EE UU, Zinni, pero no quiso que lo hiciera el presidente en ejercicio del Consejo Europeo, Aznar -que, en consecuencia, no viajó-, ni, una vez estaban ya en aquellas tierras, el del Consejo de Ministros, Piqué, y mister Pesc, Solana. Es algo mucho más que un feo. Es un desdén, que no está libre de consecuencias. Pues con ello la UE ha perdido credibilidad. Quizás, junto al euro, sea esta actividad internacional de la UE, la dimensión europea que más se ve. Lo ocurrido puede llevar a los ciudadanos europeos a distanciarse de un proyecto que se muestra incapaz de influir en su entorno (aunque lo haga en los Balcanes y el Este). O, por el contrario, lo bueno, dentro de lo malo, sería que exigiesen más peso internacional a la UE. Pues esta Europa resulta lamentable.
Estamos aquí, en esta vieja Europa en la que las cosas no van demasiado mal, tranquilos. Aquello pilla lejos, aunque suba el precio del petróleo. Pensar así es un error de perspectiva. Entre las muchas cuestiones preocupantes hay una que lo es directamente para Europa y lo que significa Europa: la quema de sinagogas en Francia y Bélgica, terrible señal de un rebrote del antisemitismo en diversos lugares, y un reforzamiento de los partidos de extrema derecha. Es una evolución sumamente peligrosa para todos. Pues los judíos que viven en Europa son también europeos.
Si Europa da pena estos días, es porque no ha querido tener una auténtica y cabal política hacia Oriente Próximo. Es verdad que la UE ha impulsado la oficialización de la doctrina de los dos Estados -Israel y Palestina- como única salida con futuro; o ha empujado, algo, a Bush para que saliera a la palestra y mandara a Powell a la zona, con el consiguiente riesgo político de que no consiga nada, y con un discurso sumamente medido.
En el seno de la UE conviven varias políticas, como se ha repetido desde hace tiempo, lo que le resta eficacia. El peso de la historia y de los intereses es diferente según los países. Pero durante semanas, mientras las fuerzas israelíes destruían aquello que se había construido para los palestinos con dinero europeo, Bruselas se limitaba a ir sumando los centenares de miles de euros reducidos a escombros. Y poco más. Solana suele decir que la UE es 'una potencia civil con capacidades militares'. Ni siquiera eso. No ha sabido usar sus armas civiles. Sólo la semana pasada en Luxemburgo se empezó a discutir posibles medidas económicas, financieras o diplomáticas, para forzar a las partes, y en concreto a Israel. La UE tiene palancas que podría usar. Es el primer socio comercial de Israel, y el acuerdo euromediterráneo obliga al diálogo político, además de defender el proceso de paz, y los derechos humanos. También la UE habría podido ejercer más presión sobre Arafat en su día.
Pero, al no haber tomado antes medida alguna contra Israel, Sharon no sólo no quiere que Europa se inmiscuya en sus asuntos, sino que la ignora, a la vez que sabe que Washington jamás le abandonará. Cabe preguntarse qué hubiera hecho Sharon si la presidencia de turno la ocupara Chirac, Blair o Schröder.
El tesón europeo ha contribuido a salvar, físicamente y como interlocutor, a Arafat. ¿Por cuánto tiempo? El papel de los representantes de la UE como correveidiles ha sido importante en Oriente Próximo, pero si no le dejan ir, ver ni decir a una de las partes, pierde consistencia. El 21 de abril se ha de celebrar en Valencia la Conferencia Euromediterránea, que se puede ver totalmente contaminada por este conflicto. ¿Acudirá Israel? ¿Y los palestinos? ¿Se dejará que Sharon dicte las condiciones? ¿Será una ocasión para el diálogo?
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