Los irlandeses volverán a votar en otoño sobre el Tratado de Niza
Ahern pide una mención de la neutralidad de Dublín para ganar
El no irlandés al Tratado de Niza es una china en el zapato de una Unión Europea que prepara su apertura al Este y que tendrá que afrontar de una vez por todas una profunda reforma de sus instituciones. El Gobierno irlandés, tenso ante la hipótesis de un segundo fracaso en las urnas -anunció ayer que el referéndum será en otoño-, aprovechó la cumbre de Barcelona para que sus colegas del Consejo Europeo le faciliten la papeleta.
El primer ministro Bertie Ahern planteó en la capital catalana la posibilidad de pactar una declaración que amarre la neutralidad de su país antes de que acabe el actual semestre de presidencia española. Ahern intenta disipar uno de los principales temores de los irlandeses, que rechazaron en junio pasado el Tratado de Niza, aprobado por los Quince en diciembre de 2000: las consecuencias para la neutralidad irlandesa de los avances contemplados en el tratado en materia de política de seguridad y defensa. Los defensores del no en el referéndum del año pasado también mostraron su voluntad de confinar a las misiones de mantenimiento de la paz el ámbito de actuación de la Fuerza Europea de Reacción Rápida. Esta fuerza, que estará plenamente operativa en 2003, permitirá movilizar rápidamente hasta 60.000 soldados.
La intención del Gobierno irlandés, 'que no pretende reabrir el Tratado de Niza', es pactar que se añada una declaración a éste, durante el Consejo Europeo con el que culminará en junio la presidencia rotatoria de España.
Está por ver si a los irlandeses les sabría a poco una declaración que ya ayer criticó desde Dublín el presidente de la Alianza por la Paz y la Neutralidad (PANA), Roger Cole. 'Lo que queremos es un protocolo que diga que no pagaremos ni participaremos en la Fuerza de Reacción Rápida', enfatizó Cole. El presidente del Parlamento Europeo, el irlandés Pat Cox, avanzó que, una vez se calienten los motores de la nueva campaña electoral sobre Niza, se arremangará y volcará en la campaña por el sí, y subrayó que los irlandeses apreciarían 'los esfuerzos del Gobierno' ante sus homólogos de la UE para resolver sus preocupaciones.
La neutralidad no fue el único foco del rechazo y, sobre todo, del desinterés mostrado por los ciudadanos en el primer referéndum irlandés, en el que sólo votó un 34,7% de los electores y en el que el no secuestró la ampliación de la UE y su reforma institucional por una cortísima diferencia de 16.000 votos. También jugó un papel negativo el miedo a ver drásticamente reducidas las ayudas que Dublín recibe de Bruselas tras el ingreso de una decena larga de países menos desarrollados y más pobres.
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